—Será más sencillo de identificar que el maquillaje, pero también menos útil. Parece un jabón de lavanda de lo más corriente.
Paola suspiró. Era cierto.
—¿Eso es todo?
—Hay algún resto de adhesivo también en el rostro, pero en cantidad muy pequeña. Eso es todo. Por cierto, el muerto era bastante miope.
—¿Y que tiene que ver eso con el caso?
—Dante, fíjese bien. Faltaban las gafas.
—Claro que faltaban las gafas. Le arrancó los malditos ojos, ¿cómo no van a faltar las gafas?
El forense se picó con el superintendente.
—Bueno oiga, yo no intento decirles cómo hacer su trabajo, me limito a señalar lo que veo.
—Está bien, doctor. Llámenos cuando tenga el informe completo.
—Por supuesto, ispettora.
Dante y Paola dejaron al forense enfrascado en el cadáver y en sus versiones de los clásicos del jazz y salieron al pasillo, donde Pontiero ladraba órdenes breves y concisas por el móvil. Cuando colgó, la inspectora se dirigió a ambos.
—Bien, esto es lo que vamos a hacer. Dante, usted volverá a su oficina y redactará un informe con todo lo que pueda recordar de la escena del primer crimen. Prefiero que esté solo, así le será más fácil. Consiga todas las fotos y las evidencias que su sabio e iluminado líder le haya permito conservar. Y venga a la sede central de la UACV en cuanto finalice. Me temo que ésta noche va a ser muy larga.
Pregunta única: Describa en menos de 100 palabras la importancia del tiempo en la elaboración del perfil criminal (según Rosper). Extraiga una conclusión personal relacionando las variables con el nivel de experiencia del asesino. Dispone de dos minutos que ya están contando desde el momento en que le ha dado la vuelta a la hoja.
Respuesta: Se tiene en cuenta el tiempo necesario para:
a) eliminar a la víctima
b) interactuar con el cadáver
c) borrar sus evidencias del cuerpo y deshacerse del mismo
Comentario: Según deduzco, la variable a) viene definida por las fantasías del asesino, la variable b) ayuda a desvelar sus motivaciones ocultas y la c) define su capacidad de análisis e improvisación. En conclusión, si el asesino dedica más tiempo a la
a) tiene un nivel medio (3 crímenes)
b) es un experto (4 crímenes o más)
c) es un principiante (primer o segundo crimen).
Sede central de la UACV
Via Lamarmora, 3
Martes, 5 de abril de 2005. 22:32
—Veamos, ¿qué tenemos?
—Tenemos dos cardenales muertos de una forma horrible, Dicanti.
Dicanti y Pontiero comían sándwiches y bebían café en la sala de reuniones del laboratorio. El lugar, a pesar de ser moderno, era gris y deprimente. El único colorido de toda la sala lo ponía el centenar de fotografías de la escena del crimen que había esparcido frente a ellos. A un lado de la enorme mesa de la sala había cuatro bolsas de plástico con pruebas periciales. Lo que tenían hasta el momento, a falta de lo que les trajera Dante acerca del primer crimen.
—De acuerdo Pontiero, empezaremos por Robayra. ¿Qué sabemos de él?
—Vivía y trabajaba en Buenos Aires. Llegó en un vuelo de Aerolíneas Argentinas el domingo por la mañana. Tenía un billete abierto comprado desde hacía semanas, y esperó a cerrarlo a la una de la tarde del sábado. Con la diferencia horaria, supongo que fue el momento en que murió el Santo Padre.
—¿Ida y vuelta?
—Solo ida.
—Qué curioso... o el cardenal era muy poco previsor o venía al Cónclave con muchas esperanzas. Maurizio, tú me conoces: yo no soy especialmente religiosa. ¿Sabes algo de las posibilidades de Robayra como papable?
—No gran cosa. Leí algo sobre él hace una semana, creo que fue en la Stampa. Le consideraban bien colocado, pero no uno de los grandes favoritos. De todas formas, ya sabes cómo son los medios de comunicación italianos. Sólo prestan atención a nuestros cardenales. Acerca de Portini sí había leído, y mucho.
Pontiero era un hombre de familia, de impecable honestidad. Era, hasta donde alcanzaban los datos de Paola, un buen marido y un buen padre. Iba a misa todos los domingos, como un reloj. Como puntual era su invitación a acompañarles, que Dicanti rechazaba con múltiples excusas. Algunas eran buenas, otras malas, pero ninguna colaba. Pontiero sabía que en el alma de la inspectora no había mucha fe. Se le marchó al cielo con su padre, hace diez años.
—Hay algo que me preocupa, Maurizio. Es importante conocer qué clase de frustración une al asesino con los cardenales. Si detesta el rojo, si es un seminarista chiflado o si simplemente odia los sombreritos redondos.
—Capelo cardenalicio.
—Gracias por la aclaración. Sospecho que hay un nexo de unión entre las víctimas, más allá del capelo. En fin, por ese camino no vamos a llegar muy lejos sin consultar a alguna auténtica fuente de autoridad. Mañana Dante tendrá que allanarnos el camino para hablar con alguien que esté arriba en la Curia. Y cuando digo arriba, me refiero arriba.
—No será fácil.
—Eso ya lo veremos. Por ahora, centrémonos en las pruebas. Para empezar, sabemos que Robayra no murió en la iglesia.
—Había muy poca sangre, en efecto. Tuvo que morir en otro sitio.
—Definitivamente, el asesino tuvo que retener en su poder al cardenal un cierto tiempo en un lugar privado y secreto, donde aprovecharía para interactuar con el cuerpo. Sabemos que tuvo que ganarse su confianza de algún modo, para que la víctima entrara voluntariamente en ese lugar. Desde ahí, movió el cadáver hasta Santa María in Traspontina, evidentemente con un motivo.
—¿Qué hay de la iglesia?
—Hablé con el párroco. Estaba cerrada a cal y canto cuando él se acostó. Recuerda que tuvo que abrir a la policía cuando llegó. Pero hay una segunda puerta, muy pequeña, que da a la Via dei Corridori. Probablemente esa fue la vía de entrada. ¿Lo han comprobado?
—La cerradura estaba intacta, pero era moderna y fuerte. Pero aunque la puerta estuviera abierta de par en par, no comprendo cómo pudo entrar el asesino.
—¿Porqué?
—¿Te fijaste en la cantidad de gente que había en la puerta principal, en la Via della Conciliazione? Pues en la calle de atrás hay aún más gente, joder. Está a rebosar de peregrinos. Si hasta la han cortado al tráfico. No me digas que el asesino entró con un cadáver en las manos a la vista de todo el mundo.
Paola pensó durante unos segundos. Tal vez aquella marea humana había sido el mejor camuflaje para el asesino, pero ¿cómo había entrado sin forzar la puerta?
—Pontiero, averiguar cómo entró está entre nuestras prioridades. Presiento que es muy importante. Mañana iremos a ver al hermano ¿cómo se llamaba?
—Francesco Toma, fraile carmelita.
El subinspector asintió, lentamente, escribiendo en su libreta.
—A ese. Por otro lado tenemos los detalles macabros: el mensaje en la pared, las manos cortadas sobre el lienzo... y estas bolsas de aquí. Procede.
Pontiero comenzó a leer, mientras la inspectora Dicanti rellenaba el informe de pruebas a bolígrafo. Una oficina ultramoderna y aún tenían reliquias del siglo XX como esos anticuados impresos.
—Prueba pericial número 1. Estola. Rectángulo de tela bordada empleada por los sacerdotes católicos en el sacramento de la confesión. Se encontró colgando de la boca del cadáver, totalmente bañada en sangre. El grupo sanguíneo coincide con el de la víctima. Análisis de ADN, en curso.