Выбрать главу

– Basta.

– ¿Por qué? ¿Porque un caballero no te lo recordaría? ¿Porque la sociedad insiste en que si algo tan escandaloso llegara a suceder, todo recuerdo al respecto debe ser borrado? Eso no es tan fácil, ¿verdad, Toni? Olvidar. ¿Es por eso que no aceptaste ninguna de las ofertas de matrimonio que te hicieron el año pasado, porque no podías olvidar? ¿O fue porque tu novio sabría que él no fue el primero en tu cama?

– ¿Por qué me provocas con eso? -susurró, deseando poder odiarlo. Cualquier cosa sería mejor que esta necesidad terrible, dolorosa por su toque.

Su rostro duro se suavizó.

– No es una provocación, cielo. ¿Cómo iba a menospreciar un recuerdo tan hermoso? Sé que sentiste lo que yo, ese día, que nuestro amor estaba destinado. No podrías haberte entregado a mí tan libremente si hubieras creído otra cosa.

Antonia no podía moverse o hablar mientras él se acercaba lentamente hacia ella. Sólo podía esperar, su corazón bombeando, su cuerpo temblando. Se sentía en suspensión, en equilibrio sobre al borde de algo que quería desesperadamente aunque una gran parte de su mente luchaba por no rendirse.

– No, Richard -dijo con voz ahogada cuando llegó hasta ella, de repente demasiado temerosa que si él la tocaba ahora, se perdería.

– Sí -dijo con voz ronca, sus manos alzándose poco a poco para enmarcar su rostro-. Lo que causó que me odiaras no cambia esta situación. Los dos lo sabemos. Tú me deseas, Toni, tanto como yo te deseo. Y si el deseo es todo lo que puedo demandar de ti, demandaré eso. Los matrimonios han comenzado con menos.

Incluso si se hubiera concedido un momento para prepararse, ninguna barrera que pudiera haber erigido podría haber resistido contra él. Tomó su boca con toda la intensidad apasionada que ella recordaba tan vívidamente, y todo su cuerpo respondió. Sus brazos se alzaron a su cuello, mientras los de él la rodearon en un abrazo. Sintió el calor duro de él contra ella, y rápidamente la fuerza abandonó sus piernas.

Ella había olvidado cómo se sentía… No, no había olvidado nada. El calor recorriendo su cuerpo, la naciente tensión de necesidad, el hambre que la hacía perderse, hasta que se encontró devolviendo sus besos con una pasión que sólo él era capaz de encender en ella. Todo era dolorosamente familiar. Tal como había ocurrido en el establo, su respuesta hacia él expulsaba todo lo demás de su mente, hasta que sólo ellos dos existían en un mundo de sensualidad.

Apenas tuvo conciencia de ser alzada y cargada unos pocos pasos, para luego sentir la suavidad de la cama a su espalda. Jadeó cuando sus labios abandonaron los suyos, abriendo sus ojos para mirar su rostro tenso. Él estaba sentado a su lado, inclinado sobre ella, sus manos apartando con gentileza las guedejas sueltas de su cabello de su cara. Bajó la cabeza y la besó con tanta fiereza que era como una marca de posesión, y ella se oyó a sí misma emitir un pequeño sonido apagado de placer.

Era como si la hubieran privado durante mucho tiempo de algo que su cuerpo y espíritu anhelaban, y su hambre hubiera aumentado más y más, más allá de su capacidad de controlarla. Así como había ocurrido antes, ella no pensó en el precio a pagar o en el dolor potencial, sólo en la necesidad irresistible de pertenecerle.

Sus labios trazaron un camino descendente por su garganta, luego más abajo mientras sus dedos desataban la cinta de su bata de dormir. Presionó un beso caliente en el valle entre sus pechos, y las vibraciones de sus palabras fueron una caricia adicional.

– Dime que me deseas, Toni.

No fue la demanda lo que envió una oleada fría de cordura a través de Antonia, fue su voz. Había algo en ella que nunca le había oído antes, una nota de manipulación, implacable. Y cuando él levantó la cabeza para mirarla, sus ojos eran del plano gris de un cielo tormentoso. Enojado. Estaba enojado.

Se preguntó de repente, con dolor, si realmente tendría la intención de casarse con ella. Ella no lo creía. Pensó que él quería su entrega física, quería demostrarles a los dos que ella no se le podía negar, en esto al menos.

Si quería vengarse porque había terminado su compromiso con él, difícilmente podría haber elegido un medio mejor. Porque si ella se entregaba a él ahora, sabiendo que no tenía ningún futuro juntos, en su propia mente -y, sin duda, en la suya- sería poco más que una ramera.

Tenía la garganta dolorida, pero su voz fue firme cuando dijo:

– No -sus brazos alrededor de su cuello cayeron a sus costados, y ella cerró los ojos-. No.

Se quedó completamente quieto, entonces sintió el cambio de la cama cuando él se alejó. Unos momentos más tarde, la puerta se cerró en silencio, y ella supo que estaba sola.

Antonia abrió los ojos y se incorporó lentamente. Sus labios palpitaban por sus besos, y todo su cuerpo se sentía febril y tenso. Hasta ese momento, no se había dado cuenta de lo mucho que aún lo amaba. Lo suficiente para que deseara llamarlo, o ir tras él. Lo suficiente como para que si él la hubiera besado una vez más, habría sido incapaz de decir no nuevamente.

Lo amaba tanto que ella misma se hubiera hecho una ramera sin dudarlo un instante, si sólo le hubiera dicho que la amaba.

Pero no lo había hecho.

Eso, más que cualquier otra cosa, llevó a Antonia a creer que no quería saber nada de ella, salvo la satisfacción de saber que no podía resistirse a su seducción.

La habitación estaba muy silenciosa, enfriándose a medida que el fuego se apagaba. Antonia se sentía sola, y esta vez ni siquiera un fantasma vino a demostrar que estaba equivocada.

El día siguiente fue extraño e inquietante. Antonia no había dormido bien, entre la visita de los fantasmas y la casi seducción de Lyonshall, se había quedado en un estado poco propicio para el sueño, y había sido cerca de la madrugada cuando había conseguido por fin cerrar los ojos. Cuando Plimpton la había despertado tan sólo unas horas más tarde, la falta de descanso y su confusión emocional la hizo sentirse malhumorada y tensa. No le contó nada acerca de los fantasmas a su doncella, y ciertamente nada sobre la presencia del duque, a medianoche, en su dormitorio, pero bebió su tibio café de la mañana en silencio.

Cuando bajó, lo hizo con cierto temor, pero sólo encontró a su madre en la sala de desayunos. Lady Sophia no era una mujer observadora en particular, pero cuando su única hija estaba involucrada, el afecto le prestaba agudeza.

– Cariño, ¿te sientes bien? -preguntó de inmediato, sus grandes ojos llenos de preocupación-. Pareces cansada y muy pálida.

Antonia ya había preparado a su mente para no mencionar los fantasmas a su madre, Lady Sophia tenía un temperamento nervioso, y sin duda sería incapaz de pegar ojo si se le contara que unos espíritus vagaban por el castillo por la noche.

Sirviéndose unas tostadas y más café del atestado aparador, Antonia contestó con calma.

– La tormenta no me dejó dormir, mamá. Sólo estoy un poco cansada, nada para preocuparse.

Lady Sophia esperó hasta que su hija estuvo sentada en la mesa, y luego miró a su alrededor para asegurarse de que estuvieran solas. Bajando la voz, le dijo a su manera nerviosa.

– Querida, confío en que cerraras tu puerta anoche. ¡Nunca estuve más escandalizada! Tenía la intención de hablar con tu abuela por la situación, pero… pero ella la mira a una de tal manera, que me sentí incapaz de hacer el intento.

Le llevó un momento a Antonia darse cuenta que su madre se refería a la disposición de las alcobas.

– Estoy segura de que no debes temer, mamá -dijo ella, haciendo a un lado el recuerdo de los besos ardientes-. Recuerda, por favor, que el duque y yo estuvimos de acuerdo en que no congeniábamos.

Mirándola, Lady Sophia dijo: -Bueno, fue lo que dijiste en su momento, pero… Perdóname, Toni, pero me pareció que anoche Lyonshall se estaba comportando con mucho más… más calidez de lo decoroso. La forma en que te hablaba y miraba… -ruborizándose ligeramente, añadió-: Querida, aunque te creas muy madura, hay algunas cosas que simplemente no puedes saber acerca de los hombres. Incluso el mejor de ellos puede encontrarse a merced de sus instintos más bajos y… y para ti estar a solas con el duque en esa ala tan grande y vacía… y tú tan bonita como eres… apenas te pareces a mí…