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– ¿Me conoce?

– Sí, hombre. ¡Y tanto!

Entonces se alegró muchísimo. El conductor parecía amable y atento. Hasta parecía un admirador.

– Lo escuché en la coordinadora de peñas, el día que vino Albelda. Muy buenas sus intervenciones. Las de usted, quiero decir.

El semáforo se puso en verde. Un par de coches que esperaban hicieron sonar el claxon.

– Oiga, deje la moto en la acera. Me gustaría invitarlo a un café. Tenemos mucho de que hablar.

Puren dudó unos instantes, pero acabó aparcando. No tenía ninguna reunión de las peñas. De manera que, entre discutir con su mujer y con su hijo mayor (fracaso escolar, gamberro y perezoso) o hablar con un desconocido cuyo aspecto le hacía intuir que no perdería el tiempo, decidió subir al Mercedes. Fueron al mismo bar.

– Yo aquí no vengo nunca -confesó Puren antes de entrar.

– ¿Alguna manía?

– El dueño es del Barça.

– Hombre, para tomarse una copa da igual, ¿no?

– Bueno…

Entraron en el local. En la barra estaban el Sport, El Mundo Deportivo y el Superdeporte. Puren hojeó el último.

– ¿Qué quieres tomar?

– Una cazalla.

– Para mí un whisky -pidió Hoyos al camarero.

– De modo que usted estuvo el otro día en la cena. -Puren cerró el Superdeporte. Se lo sabía de memoria.

– Claro que estuve. Me interesa mucho todo lo que pase en el mundo del fútbol y sobre todo con nuestro Valencia.

– Choto, como yo.

– Choto perdido, amigo. Desde la primera comunión. Me pelaba las clases para ir a ver los entrenamientos. Tirapu, Claramunt, Rep, Diarte… Tengo autógrafos de todos.

– Cada día somos más -Puren, orgulloso.

– Y los que seremos después de hablar tú y yo. Podemos tutearnos, ¿no?

– Sí, sí. ¿Quieres formar una peña?

– No tengo tiempo. Además, vivo en Senegal.

– En Senegal no tenemos ninguna.

Hacía falta ser oligofrénico para montar una peña del Valencia en Senegal. En fin… Hoyos dio una calada. Esperó a que el camarero les sirviera el pedido y desapareciera con el Sport al otro lado de la barra.

– Te llamas Rafael, ¿verdad?

– Sí. ¿Y tú?

– Toni Hoyos.

– Encantado, Toni.

– El gusto es mío.

Brindaron por los éxitos del Valencia C.F, por la coordinadora y por la eterna decadencia del Madrid y del Barça.

– Rafael, tú entiendes de fútbol, supongo.

– Hombre…

– ¿Te suena Ndiane Bouba?

– Delantero centro de la selección senegalesa, máximo goleador en su país, diecinueve años. El Milan, el Bayern…

– Vale, vale. Eres una enciclopedia del fútbol.

– Te puedo recitar todas las alineaciones del Valencia desde 1962 hasta el año pasado.

– ¡Coño, sí que lo tienes estudiado!

– No he fallado ni un partido. Mira, Toni, ni con treinta y nueve grados de fiebre me los he perdido.

– ¿Los de fuera tampoco?

– No puedo ir a todos. La economía…

– Me parece que podría hacer algo. -Hoyos golpeó levemente el pecho de Puren con un gesto de complicidad-. Un aficionado como tú se lo merece. Voy a darte una alegría. Quiero confiarte un secreto. -Breve silencio de Hoyos-. Puedo confiar en ti, ¿verdad?

– Te juro por…

– De acuerdo, muy bien.

Puren se bebió la cazalla y pidió otra. Se lo veía inquieto, como si alguien estuviera a punto de aparecer con una varita mágica para hacer realidad todos sus sueños perdidos. Hoyos disfrutaba aprovechándose de su naturaleza de aficionado efusivo.

– Bouba fichará por el Valencia.

– ¿Cómo lo sabes?

– Comprendo tu incredulidad. No sabes con quién estás tomándote una copa. -Puren lo observó con atención intentando reconocerlo. Probablemente era la primera persona del mundo del fútbol a la que no había reconocido. Claro que vivía en Senegal-. Mírame bien. Prepárate para recibir una gran impresión: soy el representante de Bouba.

– ¿De verdad eres…? -Más que impresionado estaba idiotizado.

– No levantes la voz. Ya sabes que es un secreto.

Toni Hoyos le enseñó un carnet que lo acreditaba como agente FIFA. Era falso, sólo Celdoni Curull tenía uno auténtico. Puren lo releyó varias veces. Comparó la foto del carnet con su cara. Jamás había visto una acreditación así. Se la devolvió.

– ¿Bouba fichará por el Valencia?

– Si tú quieres.

– ¿Yo?

– A lo mejor te parece raro, pero los milagros existen.

* * *

– No lo puedo creer. ¿Dices que ha vuelto con otro nombre? -Petit recorría la sala sin cesar, inquieto y escéptico-. Tu cuñado Josep, intermediario de futbolistas… Siempre he sospechado que era un gremio por lo menos dudoso. ¡Arruinará a la FIFA!

– Y a lo mejor a nosotros antes.

– ¿Por qué? ¿Qué pasa?

– Siéntate.

Se sentó. Lo hizo como quien mira antes el asiento para ver si hay algo puntiagudo. Volvió a encenderse el puro.

– Siento decírtelo, sé que tienes muchos problemas…

– Cuéntalo de una vez.

– Verás, es un poco surrealista. En fin, ya le conoces. Ahora se llama Toni Hoyos y tiene residencia en Senegal.

– Dios mío, Toni Hoyos. Es cómico.

– No, no tiene ninguna gracia. Trabaja para un catalán, agente de futbolistas con licencia FIFA, y al parecer representan a una figura mundial.

– ¿En Senegal hay un crack?

– Sí. Tú y yo no tenemos ni idea de fútbol, pero me he informado de todo y es un jugador que promete.

– ¿Cómo se llama?

– Na… Na… Espera. -Se sacó un papel del bolsillo-. Ndiane Bouba. Más o menos, no sé pronunciar correctamente el nombre.

– Lo desconozco.

– Ya te acostumbrarás, te lo aseguro.

– Vicent, explícate.

– Es muy sencillo: mi cuñado (acostumbrémonos a llamarlo Toni Hoyos y sobre todo a que no parezca cuñado mío) pretende que el Valencia lo fiche.

– Cojonudo, si es tan buen jugador.

– Bueno, el problema no es tan sencillo. El Valencia no tiene dinero ni para fichar a un jugador de regional. Por lo tanto, Toni Hoyos nos propone que lo fiche la Generalitat.

– ¿Nos lo propone a nosotros? Está más puta cabra de lo que creía.

– De cabra nada. Es un malnacido. Quiere que nosotros convenzamos a los conservadores de que lo fichen.

– Vicent, por favor, dime que todo esto es una broma de mal gusto.

– No bromeo con esas cosas. Menos aún con la situación que sufrimos. Si no conseguimos que la Generalitat lo fiche, si por lo menos no lo intentamos, amenaza con entregarse a la justicia. Imagínate qué escándalo. Imagínate qué vergüenza pasaría mi mujer. Y eso no es nada: sospecha que en las elecciones nos dieron una maleta.

– Eso lo sospecha todo el mundo.

– Una cosa es sospecharlo y la otra intentar aprovecharse de ello. Tenemos que hacer algo y cuanto antes mejor.

– Pero… pero… es que eso es impensable.

– Bueno, tampoco se trata de que la Generalitat lo fiche directamente. Lo que tenemos que conseguir es que ordene a Bancam que facilite un crédito blando al Valencia…

– ¿Para que fiche al tal Bouba? Los socialistas montarían en cólera y cargarían contra nosotros.

– ¿Y si el negro triunfa?

– Un momento, que no puedo asimilarlo. ¿Me estás proponiendo que pongamos en marcha la operación?

– Es que…

– Entiendo que el crápula de tu cuñado te presione.

– Me amenaza.

– Vale, te amenaza. Es capaz de todo. Por cierto, ahora que me acuerdo, en 1994 hubo irregularidades en las cuentas del partido. Tu cuñado te ayudaba en la contabilidad. Cuando huyó no quise decírtelo, pero ya que estamos hablando de todo esto…