En el despacho de Lluís Sintes, en Cronista Carreres, calle tradicionalmente dedicada a los negocios empresariales, el mayor accionista del Valencia se tomó un tiempo in situ. Para distender la reunión, Lloris le ofreció un puro H. Upmann de tamaño Churchill. Entendió que debía concederle un receso teniendo en cuenta la suma -tres o cuatro mil millones de pesetas, no lo había calculado aún- y las renuncias que había en juego. Entonces Sintes se ausentó durante unos minutos. Quería llamar por teléfono y prefirió hacerlo en otro despacho. Lloris esperó fumando, plácido, observando el hormigueo de coches y de gente que pululaba por la plaza de la Puerta del Mar. El candidato socialista al Ayuntamiento de Valencia había prometido acabar con el colapso de tráfico si llegaba a la alcaldía. El alcalde actual, con más de una década en el cargo, también lo había prometido. Lloris se preguntó cómo se las arreglaría él para solucionar el problema si fuera responsabilidad suya. En el otro despacho, Sintes consideraba la oferta. El dinero de la venta de sus acciones le vendría bien para liberar una parte de los créditos que, con el pequeño revés que sufría el gremio, estaban resultando perjudiciales para sus sociedades. La posibilidad de un buen solar y el hecho de que, pasados unos años, pudiera aspirar de nuevo a la presidencia del club acabaron decantando la balanza. Lloris le ayudaría a ser el mejor situado cuando dejara el club. Al día siguiente firmaron el acuerdo.
El mismo día, Toni Hoyos presentó a Rafael Puren ante Celdoni Curull. El hecho de que éste fuera catalán, y presumiblemente del Barça, pero que con entusiasmo propiciara el fichaje de Bouba por el Valencia, pese al interés -Curull y Hoyos se encargaron de insistir en ello- de clubes tan importantes y emblemáticos como el Bayern, el Inter y el Milan -también el Madrid, aunque en los camerinos de su estadio no cupiese ni una estrella más-, fue algo muy del agrado de Puren. Con gran pompa Curull anunció al influyente tesorero de la coordinadora de peñas que el fichaje de la perla senegalesa ya era una realidad. Puren sintió una enorme emoción, como si fuera testigo excepcional de un momento que iba a cambiar el curso de la historia. Hoyos abrió una botella de Juvé i Camps. Brindaron. Pero Curull tenía algo que decir.
Falta lo más importante, señor Puren. Tenga en cuenta que todo se puede ir al traste si nuestro hombre, el que ha traído a Bouba, no resulta elegido el día de la asamblea. ¿Quién es ese hombre?, preguntó Puren. Supongo que puedo confiar en usted. Por supuesto, Curull, casi se indignó Hoyos: doy la cara por él. Puren se sentía conmovido; Curull no tanto: el tercer valenciano que había conocido, el tercer hombre, lo había metido primero en un fraude de dos mil quinientos millones de pesetas y luego en una cama de hotel con dos putas que, por dormir con él, le habían cobrado ciento cincuenta mil. No llegó a decirlo, pero no pudo evitar pensarlo aunque era consciente de que no se podía generalizar ninguna conducta, cosa que demostraba Toni Hoyos, también valenciano, como ejemplo de rectitud. Nuestro hombre es un gran valencianista en todos los aspectos -social, político y deportivo-, un gran empresario llamado Joan Lloris. Juan, rectificó Hoyos. Mejor «Juan», ratificó Puren en previsión de que la candidatura se politizara por una cuestión de nombres. Pues Juan, admitió el catalanismo pragmático de Curull. Puren, le estamos pidiendo una labor de responsabilidad considerable y primordial para que todo funcione. Le escucho, señor Curull. Hace unos años -ahora no recuerdo exactamente cuántos-, Juan Lloris, frustrado por la mala administración del club y la falta de planificación deportiva, hizo trizas su carnet de socio. Oiga, tengo que confesarle que a mí me pasó lo mismo con el Barça. Es algo muy humano. ¿Entonces el señor Lloris no es socio?, preguntó Puren con extrañeza. De corazón sí, pero digamos que le falta el trámite burocrático, del que se ocupará usted. ¿Cómo? Muy sencillo: ¿cuántos peñistas han muerto en los últimos años? Una burrada, casi todos por infarto. Pues bien, usted cogerá uno de esos carnets -que sea de un socio de tribuna y con antigüedad- y lo pondrá a nombre del señor Lloris. Puren, intervino Hoyos, si en este país nuestro ha votado más de un muerto, que un muerto no sea obstáculo para cumplir nuestro sueño de valencianistas. Un muerto nunca ha sido un problema. Me alegra que se muestre tan decidido, señor Puren. Usted será un hombre importante en esta operación, le soltó Curull apelando a su dependencia patológica del Valencia (todo en él era casi patológico).
Un Puren realmente satisfecho esbozó una sonrisa.
Usted será el hombre de confianza de nuestro candidato. ¿Él lo sabe? Está encantado y muy agradecido. Yo también, salúdelo de mi parte. Ya lo saludará usted personalmente. En primer lugar, para que compruebe que esto va en serio, pasará a ser empleado del señor Lloris. ¿Cuánto cobra actualmente? Entre el sueldo base, las horas extras -apenas se hacen- y el plus de antigüedad -más de veinte años, señor Curull-, mil cuatrocientos cincuenta y dos euros. Doblamos su salario. Curull, la labor de Puren bien vale un redondeo, intervino solidario Hoyos. Tres mil y no se hable más. ¿Qué le parece? ¿Qué tenía que parecerle? Estaba como un idiota en una nube: ganaré más del doble por servir al Valencia. De momento servirás al señor Lloris, le advirtió Hoyos en un innegable intento de clarificar lealtades. Pero sólo durante unos días, añadió Curull. Luego te pagará el club. Y ahora manos a la obra.
Todo lo que hay planificado no tendrá sentido sin la presión institucional y popular de la coordinadora, con eso y con la presencia de Bouba podrás convencer al electorado. Organizarás para el señor Lloris actos en las peñas más importantes que haya en el país. Nuestro hombre es convincente (dos mil quinientos millones lo avalaban), tú eres convincente. Hay que conseguir que todo el mundo asista a la asamblea entusiasmado. Bouba os acompañará por todos los locales para que la gente compruebe que todo es de verdad, que no somos cuatro charlatanes vendedores de humo. Entre los peñistas, los socios, la prensa y la afición en general (y la compra del paquete de acciones al mayor accionista) haremos presidente al señor Lloris. Y usted, señor Puren, es el hombre clave. Yo soy el hombre clave; empezaba a entender la gramática de todo el asunto (aún estaba en su nube, idiotizado, pero Curull le puso los pies en el suelo). Vamos, empecemos a movilizarlo todo. ¿Ya? Ahora mismo. Pasado mañana llega Bouba.
Al anochecer, después de cenar, Francesc Petit citó a Júlia Aleixandre en su piso de la Malvarrosa. El secretario general del Front debía mostrarse muy contundente si quería alcanzar un acuerdo que le comprometiera justo hasta donde podía llegar. Júlia se presentó vestida de gala, muy atractiva (muy apetecible, pensó el Petit más masculino); venía de una entrega de premios para empresarios modélicos, cena que la patronal aprovechó para reivindicar el Plan Hidrológico Nacional. Según ellos, si no se llevaba a cabo se perderían treinta mil puestos de trabajo (días antes, el presidente de la Confederación Empresarial de la Provincia de Alicante, Joaquín Rocamora, había declarado, a propósito del trasvase del Ebro, que los campos de golf eran más productivos que la agricultura; quizá tuviera razón, Rocamora, ya que la administración renunciaba muy conscientemente a ayudar a los agricultores en beneficio de cualquier nuevo proyecto). Amablemente, Petit sirvió dos tazas de café, pero tuvo que volver a la cocina para hacerle un té (verde, por favor) a Júlia. Resuelto el servicio y cumplido el trámite de los prolegómenos, Petit anunció una posibilidad de compromiso con la Ley de Ordenación del Territorio. Una posibilidad, pensó Júlia, pero preguntó: ¿cuál? Que Bancam conceda un crédito a Juan Lloris. Un crédito elevado. ¿De cuánto? No lo sé exactamente, lo que necesite. ¿Para qué? Entonces le explicó que Lloris asumiría la presidencia del Valencia con un fichaje estelar. Y, ahora que me acuerdo, tendrán que ser dos créditos, ya que tiene que comprar el paquete de acciones de Lluís Sintes, a quien, por cierto, debes convencer para que se las venda. Pides demasiado. Pido de acuerdo con la importancia que la Ley tiene para vosotros. La Ley y el Govern, añadió. Te lo diré sin tapujos: si no aceptas entregaré la Generalitat a los socialistas. No voy a ocultarte nada, Júlia. Lloris me tiene entre la espada y la pared, por eso no me queda más remedio que hacer lo mismo contigo. Y otra cosa… ¿Aún más? Sí: saldrás de este piso con un acuerdo o con una negativa. ¿Ni un día para que lo piense? Ni uno. No hay otra opción.