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– Bueno… nos conocemos desde que íbamos a la Facultad de Derecho. Ella sabe que pasé unos años trabajando con Lloris y me ha extrañado que no se pusiera en contacto conmigo.

– En confianza: le hemos quitado todas las responsabilidades que tenía en el partido.

– ¿Puedo saber por qué?

– Dos errores graves. -Jofre no añadió más.

– Lo entiendo, son asuntos internos. -Oriol se hizo una idea exacta de la situación-. Respecto a Lloris, insisto en que nada de lo que pudierais imputarle tendría demasiada importancia. Como seguramente sabrás, hizo una donación de cuatrocientos millones de pesetas al Front. Pero, en política, esas cosas son bastante habituales.

– ¿En algún pueblo del Front ha construido o comprado solares?

– No. Dejé de trabajar para él cuando entraba en contacto con los nacionalistas.

– ¿La idea de la donación fue tuya?

– Sí.

– Te felicito, sinceramente.

– No nos quedaba otra alternativa. Pero, muy probablemente, si Bancam no les hubiera concedido también un crédito de doscientos millones ahora no serían la fuerza decisiva.

Puñalada a Júlia.

– No me lo recuerdes, fue un error garrafal. -Jofre suspiró-. Oye, no quiero hacerte perder más tiempo. -Se levantó para acompañarlo a la salida. Antes de darle la mano le dijo-: Ha sido una reunión precipitada y a lo mejor no has tenido tiempo de pensar en nada. No obstante, si recordaras alguna actuación de Lloris que pudiera servirnos de ayuda, te estaríamos muy agradecidos.

¿Cuánto? Oriol sabía que nunca sería conveniente preguntar algo así. Además, su ayuda, en caso de que pudiera ofrecerla, no la recibirían los conservadores, con problemas en demasiados frentes.

– Podéis contar conmigo.

* * *

Maria, la esposa del tío Granero, estaba hasta la coronilla de preparar paellas y allipebres. Menos mal que el tío tenía cerca un vivero de anguilas. Si tuviera que pescarlas se pasaría todo el día intentándolo. Quedaban muy pocas.

A las tres de la tarde del día de la rueda de prensa, Maria los sorprendió con una espectacular espardenyà, una mezcla de anguilas, patatas y pollo que causó sensación. Daba igual lo que cocinara. Tenía el talento gastronómico propio de las mujeres de la Albufera. Un eufórico Lloris ordenó que llevaran a la mesa los mejores vinos de su bodega. La comida, bajo el sauce, fue alegre y llena de ocurrencias. Se brindó por el futuro presidente, por Bouba -Curull le dio permiso para tomarse dos copas de vino-, por el Valencia. Hartos tras los cafés, Hoyos fue a acostarse a su habitación; Puren lo hizo en el sofá de la casa y Claudia salió a dar una vuelta por los márgenes de los campos, pero Bouba, soñoliento, se quedó en su silla. Sin embargo, Curull y Lloris ya planificaban el futuro del club. El catalán no quería dejar nada a la improvisación, impresionándolo, de paso, con sus capacidades estratégicas:

– Primero, un gerente de confianza. ¿No tiene a nadie así?

– Cualquiera de los que se encargaban de llevar mis empresas será ideal.

– Sobre todo un gerente que se aplique a los números y que no quiera mandar. Hay que controlarlos mucho, a los gerentes. Y ahora los aspectos técnicos.

– De acuerdo.

– Usted, señor Lloris, permítame decírselo, no tiene mucha idea del mundo del fútbol.

– Ya aprenderé.

– Se le ve espabilado. Pero mientras tanto un hombre con mi experiencia lo ayudará a no cometer errores. Mire, para empezar ni se le ocurra destituir a ningún miembro de la secretaría técnica. Se llevarían todo el material a otro club. Yo los controlaré. Control, señor Lloris, la clave del éxito está en el control de todo. Comprobaremos qué contactos tienen, cómo trabajan, etc. En las secretarías técnicas es imprescindible que pongamos a ex jugadores famosos. Son conocidos en todo el mundo y nos abrirán muchas puertas.

– ¿A quién podríamos poner?

– A Kempes. Vive en Valencia. No hace falta que ejerza como secretario técnico, tan sólo que haga de acompañante. Ya sabe, algo simbólico para que la afición vea que somos respetuosos con el pasado y que nos preocupamos por las glorias del club.

Rafael Puren se sumó a la reunión.

– Os he oído hablar y he pensado que a lo mejor me necesitabais.

– Siéntate, siéntate. Además de situar a Kempes en la secretaría técnica, sería conveniente que incorporáramos también a otros ex jugadores al club. Estoy pensando en Claramunt, una vieja gloria a la que la actual directiva siempre ha ignorado. Eso gustará a los aficionados. ¿Verdad, Puren? Todo eso lo diremos en plena campaña.

– Buena idea -aprobó Puren.

– También, señor Lloris, debe dar la imagen de ser un hombre comedido, que no toma decisiones precipitadas ni a la ligera. Nada de destituciones en ningún ámbito del club, excepto las de miembros que estén muy ligados a la actual directiva. Los cambios deben hacerse poco a poco.

– De acuerdo.

– Tenemos que nombrar a un director deportivo, alguien que de cara a la galería dé la sensación de ser el responsable de los aspectos técnicos, pero en realidad mandaremos nosotros.

– ¿Y por qué nombrar a ése entonces?

– Pues porque los entrenadores son muy caprichosos y fichan pensando en su interés y no en el del club. Ellos se van y nosotros nos quedamos. Por lo tanto, el director deportivo será el que se enfrentará al entrenador sin que usted vea perjudicada su imagen. Usted se ceñirá a esto: «Las decisiones técnicas no son asunto mío.»

– Me parece bien. ¿A quién ponemos?

– A un ex jugador dócil. Ya se nos ocurrirá algo. Eso sí, que sea alguien muy reconocido. -Curull se sirvió un poco de mistela-. Hablemos de los futuros miembros de su consejo de administración, sin contar a los accionistas que pertenecerán a él por derecho. ¿Ya ha pensado quiénes serán?

– Gente que ha trabajado para mí.

– Tienen que ser de absoluta confianza. ¿Hay alguna mujer?

– ¿Mujeres?

– Hágame caso. Hoy en día hay mujeres por todas partes. Que sean guapas, por lo de la imagen. Situar a un par de mujeres en cargos… digamos que sociales, áreas culturales y esas cosas, nos dará un toque de modernidad. Ponga a dos esposas de dos ex empleados suyos.

– Dos dones i un pato, mercat [5] -se quejó Lloris.

– Tenga en cuenta que las mujeres van al fútbol. Y otra cosa: sea conciliador. Invite a todo el mundo al palco: socios con antigüedad, un ciego, un inválido, líderes políticos…

– Los políticos sólo quieren hacerse propaganda.

– Oiga, déjese de manías. Los políticos son los que mandan y usted tiene que llevarse bien con ellos. Puede necesitarlos. Además, al fútbol va toda clase de gente.

– Bueno, ya veremos.

– Ah, se me olvidaba. He investigado la situación económica del Levante. Al parecer está saneado y funciona bien en lo deportivo. ¿Sabe qué tendría que hacer?

– ¿Qué?

– Comprarlo.

– ¿Para qué quiero otro club?

– Para que el Valencia tenga una cantera como Dios manda.

– Señor Curull -intervino Puren-, los del Levante nos odian. Ellos fueron los que inventaron el mote de chotos. Usted no sabe cuántas guerras y cuánta rivalidad mantuvimos cuando estaban en primera división. Mi padre me ha contado de todo. Además, están muy cabreados con nosotros. Nos vendieron a Vicente por un precio muy inferior a su cláusula de rescisión, pero el Valencia no les ha cedido a ninguno de los jugadores que pidieron. Pero es que además cedimos a Albiol al Murcia, su rival más directo en el ascenso a primera división.

– No digo que lo compre el señor Lloris, sino un testaferro. Mire, yo tengo un club de mi propiedad en Senegaclass="underline" el Stade de Mbour. Lo compré para tener controlado a Bouba. Si el Levante fuese nuestro, traeríamos a algunos buenos jugadores para que se foguearan y se aclimataran en un equipo inferior. Así nos darían mucho más rendimiento.

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[5] Refrán valenciano de carácter misógino que sería equivalente al castellano «Yendo las mujeres al hilandero, van al mentidero». (N. del t.)