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Desde que empieza el partido, al público se lo ve con ganas de animar. El equipo está motivadísimo. Se nota en la total confianza del juego ofensivo que despliega ante un Recreativo encerrado en su área. Las ocasiones de gol son continuas. Pero unas veces el poste y otras la mala suerte o la mala puntería impiden que el Valencia se adelante en el marcador. La gente se impacienta. Empieza a oírse el nombre de Bouba. Cuando faltan dos minutos para el descanso, en una desafortunada acción del defensa Pellegrino -un mal pase al lateral-, el extremo del Recreativo intercepta el balón y, solo ante Palop -Cañizares, el portero titular, se había lastimado un pie en la cocina de su casa-, marca en la única ocasión del equipo rival.

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Durante el descanso se reclamó de forma más que insistente la presencia de Bouba. Lloris quería bajar a los vestuarios para obligar al entrenador a que incorporara al crack senegalés. Curull se lo impidió para evitar que la prensa lo reflejara al día siguiente (hubiera dado una imagen muy poco seria del presidente). En la segunda parte, el alcalde, con diez minutos jugados y el marcador aún en contra, consoló a Lloris aprovechando que un cámara sacaba un plano del presidente. Lloris estaba convencido de que los políticos querían que su proyecto se hundiera. En el minuto quince, el entrenador hizo que Bouba se quitara el chándal y empezara a calentar por la banda. El público de tribuna se levantó a aplaudirle; el resto del campo le ovacionó. El gol norte y el sur corearon su nombre. Hasta el equipo pareció contagiarse de su presencia todavía simbólica. La apatía de los quince primeros minutos de la segunda parte (el Recreativo «dormía» el partido) se convirtió en un juego otra vez ofensivo aunque inconexo y poco vertical. En el minuto veinticinco, histórico, Bouba debutó en el Valencia. Se situó en la banda derecha, una especie de interior de ataque, sustituyendo a Angulo. En veinte minutos, Aimar marcó dos goles gracias a la movilidad del senegalés, que consiguió dejar atrás a la defensa del Recreativo en un par de ocasiones. La presencia de Bouba bastó para desbaratar los planes ultra-defensivos del Recreativo, que extremó tanto sus precauciones controlándolo que otros jugadores del Valencia se aprovecharon de ello. En el último minuto, un penalti generoso que el arbitro concedió a propósito de una caída en el área rival, llamémosla artística, de Bouba, significó el tercero y último gol de una victoria que el público y la prensa, de modo unánime, atribuyeron sin discusión al senegalés. Santiago Guillem contó cuántas pelotas había tocado Bouba: ocho. Apenas había participado, pero una psicosis de terror mediático se apoderó del Recreativo. Ya tenemos equipo.

Antes de que el alcalde pudiera felicitar a Lloris, el presidente se fue del palco seguido por un numeroso grupo de informadores de radio y televisión. Claudia, que no tenía ni la más remota idea de fútbol pero no quería perderse ningún partido, bajó a la zona de los vestuarios para abrazar a Bouba, que gobernaba como un príncipe su mundo de materia volcánica. Estaba enamorada (y ahora también orgullosa). Contractualmente aún pertenecía a Lloris, pero su corazón estaba con el senegalés, que, por otra parte, no necesitaba evocaciones zoofílicas para ser un hombre sexualmente correcto. Además, Claudia era consciente de la atracción de Lloris por Júlia.

A propósito de las atracciones sexuales de Bouba, Toni Hoyos -que en Senegal, cuando Curull no estaba, se encargaba de las diversiones del crack- lo había introducido, a petición del propio senegalés, en el circuito nocturno de Valencia. Bouba echaba de menos a las negras, pero ni se imaginaba cuántas llegaría a encontrar aquí. De forma discreta, Bouba se divertía muchísimo en ciertos locales que, gracias a sus generosos gastos, guardaban una prudencia exquisita para que no fueran de dominio público sus continuas juergas, con lluvia de farlopa incluida a espaldas de Hoyos.

El sorteo de la Champions se portó bien con el equipo. El Valencia formó grupo con el Galatasaray de Turquía, el Gdánsk de Polonia y el Arsenal de Londres. El primer encuentro, jugado en Mestalla contra los polacos, fue un festival de juego, de goles y de entusiasmo colectivo: ganaron por cinco a cero, con dos goles de Bouba, que, tras el primer partido de la Liga, fue titular indiscutible pese a que su forma física no era inmejorable. El entrenador estaba dispuesto a enfrentarse al presidente, pero no a la prensa y a la afición a la vez.

En octubre, más de un mes después del inicio de la Liga, el Valencia, junto a la Real Sociedad (el equipo revelación), abría la tabla de clasificación. En la Champions era el líder indiscutible (la prensa detallaba cuántos millones de euros ingresaba el club gracias a sus victorias europeas), con el Arsenal -que perdió en Mestalla por tres a uno- como segundo clasificado. En cada partido del equipo, miles de aficionados se quedaban sin poder entrar a Mestalla; la reventa hacía su agosto. Daba igual que jugara el miércoles, el sábado o el domingo (los clubes de alterne alrededor del estadio se multiplicaron); daba igual que lo televisaran o quién fuera el rival. Mestalla se quedaba pequeño (por cierto, Francesc Petit se había convertido en un habitual del palco: no se perdía ni un partido… al igual que Santiago Guillem). En pocas palabras, el juego del Valencia era similar al de las últimas temporadas, pero con la magia espontánea y resolutiva de Bouba (máximo goleador de la Liga española y segundo de la europea, por detrás del italiano Inzaghi), al que el público mimaba muchísimo, increpando con rabia a los defensas que lo marcaban encarnizadamente. Todo el mundo estaba convencido de que este año la Champions no se escaparía. La Champions, el gran sueño del aficionado, estaba al alcance de la mano. Así pues, había llegado el momento. Por lo menos el de la primera fase. Júlia se lo hizo saber:

– Primero dirás públicamente que Mestalla se ha quedado corto. Tienes que insistir mucho en ello.

– Diré que el Barça y el Madrid tienen campos con casi el doble de capacidad que el nuestro…

– A pesar de que el Valencia es el primero en la Liga y en la Champions. Una vez dicho esto, algunos articulistas, con los que ya he hablado, escribirán sobre la necesidad de ampliar el campo.