– Tú aléjate de mí -le advirtió.
Joe se quedó un buen rato sentado en la nieve, riéndose y sacudiendo la cabeza. Si había algo que le gustaba de Perrie Kincaid era que siempre conseguía sorprenderlo. Jamás había conocido a una mujer que lo besara con tal lascivia, y al momento siguiente lo amenazara con atacarlo.
Perrie estaba tumbada en al cama, mirando al techo. Temerosa de moverse, casi de respirar, se dijo que debía levantarse. Todo aquello era culpa de Joe. De no haber sido por sus burlas del día antes, no se habría pasado tres horas partiendo troncos por la mitad para practicar.
En ese momento, tras dormir bien toda la noche, esperaba sentirse más fresca. Pero tenía tantas agujetas que le parecía como si la hubiera atropellado un camión.
Apretó los dientes y se dio la vuelta, consiguiendo al menos sentarse en la cama mientras el dolor le paralizaba las extremidades. Un baño caliente le iría bien, pero no estaba segura de tener fuerzas para arrastrar la bañera dentro y llenarla. Plantó los pies en el suelo frío en el mismo momento en que alguien llamó a la puerta. Perrie se puso de pie con una mueca de dolor. Tal vez podría convencer a Burdy para que le llevara la bañera dentro. El anciano parecía dispuesto a hacer que su estancia fuera lo más cómoda posible.
– Espera un momento, Burdy, ya voy.
Pero Burdy McCormack no era el único que estaba a la puerta. A su lado había un extraño de pelo largo y negro despeinado por el viento.
Ella sospechaba que el hombre que la observaba con expresión indiferente era el famoso Hawk.
– Joe nos ha dicho que va a participar en los juegos de Muleshoe -dijo Burdy, bailando con los pies con emoción-. Y que después va a escribir sobre ello en su periódico.
Ella hizo una mueca mientras se frotaba los antebrazos.
– Pensé en intentarlo con el concurso -dijo ella, sorprendida por el interés de Burdy-. Total estoy aquí sin posibilidad de salir. Además, sería un buen punto de vista para escribir mi historia.
Burdy le tendió una sudadera doblada y una gorra, ambas con el emblema del refugio de Bachelor Creek.
– Bueno, pues ya tiene patrocinador, señorita Kincaid. El señor Hawk y yo la vamos a entrenar, a prepararla para los juegos.
Perrie sonrió y negó con la cabeza.
– No creo que Joe dé el visto bueno.
– Bueno, entonces no se lo contaremos -dijo Burdy-. Además, creo que será buena publicidad para el refugio. No todos los días se publican nuestras fiestas en un periódico de la gran ciudad. Nuestros nombres saldrán en el periódico, ¿verdad?
Perrie contempló la oferta de Burdy un buen rato. Aunque partir troncos y caminar con las raquetas de nieve podría practicarlo sola, dudaba que pudiera montarse en un trineo el día de los juegos y ganar la carrera.
– Si Hawk y tú me ayudáis a entrenar, entonces supongo que podría mencionar el refugio y a mis entrenadores todas las veces que pueda en el artículo.
Burdy se echó a reír muy contento.
– Entonces trato hecho. Tú vístete y nos encontramos en un rato en las perreras. Hawk te va a enseñar a montar en trineo.
Perrie quería que le dieran el día libre, para poder descansar. Pero sólo tenía una semana más para entrenar, y no podía dejar pasar la oportunidad de montarse en un trineo y aprender a hacerlo bien.
– Ahora mismo salgo -dijo Perrie.
Hawk le pasó un par de botas de piel que llevaba a la espalda.
– Gracias -le respondió ella con una sonrisa de agradecimiento-. Me hacen mucha falta.
Fabricadas en cuero y piel, resultaban increíblemente cómodas y calientes, y además le valían. Imaginó que caminar sobre raquetas de nieve ya no le resultaría tan difícil.
Quince minutos después encontró a Burdy y a Hawk en las perreras. Estaban junto al trineo, un simple invento fabricado con madera y tiras de cuero.
– Ahora hazle caso a Hawk. Él te enseñará todo lo quo necesitas saber -le dijo Burdy.
– ¿Tú no te quedas? -le preguntó Perrie.
– Tengo que ir a comprobar las trampas -contestó.
– Pero, yo…
– No tengas miedo de él -dijo Burdy en voz baja-. No muerde -y con eso el viejo se marchó alegremente, rompiendo con su silbido el silencio del bosque.
Perrie se volvió hacia Hawk con una sonrisa forzada.
– ¿Entonces, por dónde empezamos?
Hawk ladeó la cabeza, y ella lo siguió hasta las perreras. Él abrió la puerta, y caminó entre los perros que no dejaban de ladrar y saltar.
– Vamos -le ordenó.
Ella entró en el cercado con cuidado. Nunca le habían gustado demasiado los animales, y menos tantos juntos.
Hawk señaló un enorme husky blanco. -Loki -dijo- es el perro guía.
– Es muy… bonito -comentó Perrie antes de echarle una mirada de soslayo-. ¿Y hace cuánto que conoces a Joe Brennan?
Hawk ignoró su pregunta.
– Agárralo del collar y llévalo al trineo.
Perrie abrió mucho los ojos. Se imaginó agarrando al enorme perro, y a éste comiéndole el brazo después para almorzar. Los otros perros saltaban a su alrededor para que les prestara atención, pero Loki se mantenía apartado y la miraba con suspicacia.
– ¡Ven, Loki!
La orden de Hawk fue tan repentina, que Perrie se retiró asustada cuando el perro avanzó. Pero en lugar de atacarla, el animal fue hasta la puerta del cercado y se colocó al lado de Hawk.
Avergonzada, Perrie siguió al perro, le agarró del collar y le sacó del cercado. Observó a Hawk mientras éste le enseñaba a colocar el arnés al perro y luego a engancharlo a las correas del trineo.
– Ven -le dijo ella con firmeza.
El perro avanzó hacia ella y con paciencia le permitió que le colocara el arnés. Lo enganchó a las correas de una fila y repitió el procedimiento varias veces. Hawk la observaba en silencio, permitiéndole que cometiera sus propios errores. Cuando había colocado al último perro, Perrie se sentía confiada con sus habilidades.
Ella se retiró la nieve de los vaqueros y se puso derecha, esperando a que Hawk la elogiara; pero él se quedó allí en silencio. Perrie se aclaró la voz.
– ¿Por qué me estás ayudando con esto?
De nuevo le dio la sensación de estar hablando con un muro; un muro muy guapo, eso sí, con penetrantes ojos grises y un perfil que parecía haber sido esculpido por un maestro.
Hawk se agachó entonces y le enseñó a operar el gancho de remolque, y después la condujo hacia los esquís del trineo. Se colocó de pie detrás de ella y la rodeó para enseñarla cómo conducir el trineo. Estaban tan cerca, que Perrie esperaba por lo menos sentir alguna leve reacción a su proximidad. Después de todo, Hawk era un hombre tremendamente guapo.
Pero no sintió nada; ni siquiera una mínima parte de lo que experimentaba cuando Joe Brennan la tocaba. Ahogó una imprecación. ¿Qué diablos tendría Brennan? De todos los hombres que había conocido, él tenía la capacidad de acerarle el pulso y dejara sin aliento. Y también de avivar su genio como nadie lo había hecho jamás.
– Adelante, Loki. Adelante, perros. Arre, arre.
Los trece huskies se pusieron en movimiento hasta que las tiras de cada fila estaban tensas. El trineo empezó a moverse, y de pronto estaban deslizándose por la nieve. Perrie dejó de pensar en Joe y se echó a reír con alegría, agarrándose con fuerza al trineo por miedo a salir volando.
– ¡Izquierda, Loki! ¡Arre!
El perro guía giró a la izquierda, y Perrie sintió que Hawk se movía detrás de ella para equilibrar el trineo en el giro. Ella añadió también su peso al giro y sonrió cuando el trineo se enderezó con suavidad y continuó por el camino.
– ¡Derecha, Loki! ¡Derecha!
Esa vez, el trineo giró a la derecha. Perrie pensó en las órdenes, en el modo de decirlas mientras estudiaba con cuidado el modo en que Hawk maniobraba el trineo. Continuaron hasta el Yukon por un camino estrecho y después dieron la vuelta en dirección al refugio.