—Si nos atenemos a la lógica humana —observó Ulises—, tienes razón, desde luego. Pero no según la lógica vegana. Y en este caso, la Central Galáctica se pondría de parte de los veganos.
—Tienes que saber que los veganos son amigos míos —dijo Enoch, sin dar su brazo a torcer—. Nunca he conocido a ninguno que no simpatizase conmigo o con el que no me entendiese. Deja que me entienda directamente con ellos.
—Si sólo se tratase de los veganos —dijo Ulises—, estoy seguro de que el asunto se resolvería satisfactoriamente. Pero la situación está más complicada de lo que parece. Aparentemente es un suceso bastante sencillo, pero en él intervienen muchos factores. Los veganos, por ejemplo, saben desde hace algún tiempo que el cadáver ha desaparecido y esto les causó gran consternación, naturalmente, pero por ciertas consideraciones, guardaron silencio.
—No tenían que haberlo hecho. Hubieran podido acudir a mí. No sé qué se hubiera podido hacer, pero…
—No guardaron silencio por ti, sino por otra cosa.
Ulises acabó de tomarse el café y se llenó de nuevo la taza. Después terminó de llenar la taza medio llena de Enoch y dejó la cafetera encima de la mesa.
Enoch esperó a que prosiguiese.
—Es posible que tú lo ignores —dijo Ulises—, y no sepas que cuando se fundó esta estación, encontró una oposición considerable entre numerosas razas de la Galaxia. Se esgrimieron muchas razones, como suele suceder en tales casos, pero en el fondo la razón primordial, básica, estriba lisa y llanamente en la pugna constante por la preponderancia racial o regional. Una situación semejante, supongo, a las continuas pendencias y maniobras que se producen en la Tierra para obtener una supremacía económica de un grupo sobre otro, o de una nación u otra. En la Galaxia, desde luego, las consideraciones económicas son sólo ocasionalmente los factores fundamentales. Existen muchos otros que ellos.
Enoch asintió y dijo:
—Ya lo sospeché. No recientemente. Pero no presté mucha atención a ello.
—Es en gran medida cuestión de dirección —dijo Ulises—. Cuando la Central Galáctica comenzó su expansión a su brazo espiral, ello significaba que no había tiempo o esfuerzo alguno disponibles para expansiones en otras direcciones. Hay un gran número de razas que ha acariciado durante siglos el sueño de expandirse a alguno de los grupos globulares próximos. Desde luego, ello tiene cierto sentido. Con las técnicas que poseemos, resulta del todo posible el mayor salto a través del espacio a uno de los grupos más cercanos. Además, esos grupos parecen hallarse extraordinariamente exentos de polvo y gas, por lo que una vez llegados a ellos, podríamos expandirnos más rápidamente a su través, de lo que podemos hacerlo en muchas partes de la Galaxia. Pero, en el mejor de los casos, es asunto puramente especulativo, pues no sabemos lo que encontraremos allí. Después de haber realizado todo el esfuerzo y gastado todo el tiempo, podemos encontrar poco o nada, excepto posiblemente un afincamiento real. Pero de ellos disponemos en gran cantidad en la Galaxia. Sin embargo, los grupos tienen una amplia atracción para cierta clase de mentes.
Enoch asintió nuevamente, añadiendo:
—Lo comprendo. Sería la primera aventura fuera de la propia Galaxia. Y podría ser el primer paso en la ruta que nos condujera a las otras galaxias.
Ulises le dirigió una penetrante mirada.
—¡Tú también! —dijo—¡Debiera haberlo sabido!
Enoch repuso con cierto remilgo:
—Pues si… opino de esa manera.
—Bien, en todo caso, había ese bando de agrupación globular —supongo que puede llamársele así— que se resistía enconadamente cuando comenzamos nuestro movimiento en esa dirección. Ya comprendes, de seguro que sí, que apenas hemos comenzado la expansión a esa vecindad. Tenemos menos de doce estaciones y necesitaremos un centenar. Llevará siglos antes de que la red esté completa.
—Así que ese bando se halla oponiéndose aún —dijo Enoch—. Todavía es tiempo de detener ese proyecto de brazo espiral.
—Así es. Y eso es lo que me preocupa. Pues el bando ese pone por bandera el incidente del cadáver desaparecido como argumento emocional contra la extensión de esa red. Y se le han unido otros a los que atañen ciertos intereses especiales. Los cuales ven una mejor probabilidad de obtener lo que desean si pueden arruinar ese proyecto.
—¿Arruinarlo?
—Sí, dar al traste con él. Tan pronto como el incidente del cadáver se haga del dominio público, comenzarán a chillar que un planeta tan salvaje como la Tierra no es un emplazamiento en absoluto propio para una estación. E insistirán en que esta estación debe ser abandonada.
—¡Pero no pueden hacer eso!
—Lo pueden —dijo Ulises—. Dirán que es degradante y peligroso el mantener una estación tan bárbara que hasta las tumbas son profanadas, en un planeta en el que los venerados muertos no pueden descansar en paz. Es la clase de superior argumento emotivo que obtendrá amplia aceptación y apoyo en algunos sectores de la Galaxia. Los veganos hicieron lo posible. Intentaron mantenerlo secreto, a causa del proyecto. Jamás hicieron algo así. Son gente orgullosa, y tienen un puntillo de honor —acaso lo sienten más profundamente que muchas otras razas— pero sin embargo, y para un bien mayor, estuvieron dispuestos a aceptar la deshonra. Y lo habrían conseguido de haber quedado todo oculto. Pero la historia salió a flote como fuese… sin duda por un buen espionaje. Y no pueden soportar el humillante descrédito por la sabida deshonra. El vegano que va a llegar aquí esta tarde es un representante oficial encargado de transmitir una protesta oficial.
—¿A mí?
—A ti, y a través de ti, a la Tierra.
—Pero la Tierra no está implicada en la cuestión. La Tierra ni siquiera lo sabe.
—Desde luego que no. En cuanto a la Central Galáctica concierne, tú eres la Tierra. Tú representas a la Tierra.
Enoch meneó la cabeza. Era una manera desatinada de pensar. Pero —se dijo a sí mismo— no debía sorprenderse. Era la forma de pensar que debía haber esperado. Él era demasiado timorato, estimó, demasiado estrecho de pensamiento. Había sido acostumbrado a pensar a la manera terrestre, y después de todos aquellos años, persistía tal forma. Y persistía a tal punto que cualquier otra manera de pensar que chocara con ella debía parecer automáticamente errónea.
Lo de abandonar la estación de la Tierra era erróneo también. No tenía ningún sentido. Pues el abandono de la estación no haría zozobrar el proyecto. Aunque, más que probablemente, arruinaría toda esperanza que tuviera él en la raza humana.
—Pero aunque tengáis que abandonar la Tierra —dijo— podéis ir a Marte. Podéis construir una estación allí. Si es necesario tener una estación en este sistema solar, hay otros planetas…
—No comprendes —replicó Ulises—. Esta estación es justamente un punto de ataque. No es más que un estribo, sólo un comienzo pura y simplemente. El objetivo es destruir el proyecto, disponer para algún otro el tiempo y el esfuerzo que aquí se emplean. Si ellos pueden obligarnos a abandonar una estación, entonces quedamos desacreditados. En ese caso, todos nuestros motivos, criterios y juicios son sometidos a revisión.
—Pero aun cuando el proyecto fuese desbaratado —manifestó Enoch— no hay seguridad alguna de que ningún bando se llevase la palma. Únicamente pondría sobre el tapete en debate abierto, la cuestión de dónde habían de ser empleados el tiempo y la energía. Dijiste que hay varias facciones especialmente interesadas a la vez para llevar la lucha contra nosotros. Suponiendo que ganasen, entonces se volverían para combatir contra ellas mismas.