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El centro de Comunicaciones de la colonia estaba lo suficientemente lejos de los laboratorios para darle tiempo de pensar en el camino. Se encontraba también lo bastante cerca de su oficina como para animar una pausa y tomar unas cuantas notas antes de abrir realmente la partida de esgrima verbal.

Si el problema de Dondragmer desembocaba en un vehículo averiado, el tema central tendría que ser la cuestión del rescate. Básicamente, los tacaños de allá arriba estarían en contra de enviar el Kalliff, si la situación anterior hacía unos meses en relación con el Esket servía de indicación. Por supuesto, si Barlennan decidía seguir su propia voluntad en aquel asunto o en cualquier otro, ellos no podrían hacer nada, pero Barlennan esperaba conservar el hecho disimulado en la decencia de una conversación cortés. Sería muy feliz si ese aspecto de la situación nunca salía a la luz. Por eso esperaba trabajar con Easy Hoffman en el otro extremo de la discusión. Por alguna razón, tenía tendencia a ponerse de parte de los mesklinitas siempre que surgían diferencias. Ella había sido una razón por la cual, durante la discusión del incidente del Esket, no hubo una pelea abierta, aunque otra razón mucho más importante era que Barlennan nunca había tenido ni la más ligera intención de enviar un vehículo de rescate. En realidad, había estado en el mismo bando que Aucoin.

Bien, por lo menos podía acercarse a la puerta de la sala de Comunicaciones y averiguar quién estaba de guardia arriba. Con las arrugas que equivalían a un encogimiento de hombros, levantó del suelo sus cincuenta centímetros y se dirigió hacia el pasillo. En aquel momento el viento alcanzó la colonia.

Al principio y durante algunos minutos no hubo niebla. Barlennan, cambiando rápidamente sus planes cuando el techo comenzó a arrugarse, deshizo todo el camino y regresó a los laboratorios; pero antes de que tuviese oportunidad de obtener una información constructiva de sus científicos, las estrellas comenzaron a desvanecerse. En unos cuantos minutos las luces mostraron un sólido techo gris a un cuerpo de distancia por encima de los mesklinitas. Los techos aquí eran rígidos y no vibraban con el viento, como lo hacían los del pasillo, pero el sonido en el exterior era lo suficientemente alto para que más de un científico se preguntase lo estables que eran realmente los edificios. Delante del comandante no expresaron esta idea en voz alta, pero éste sabía interpretar sus ocasionales miradas hacia arriba cuando el lamento del denso aire en el exterior subía de tono.

Se le ocurrió que su posición en aquel momento resultaba casi la más inútil para un comandante que no era un científico, puesto que la gente a su alrededor era casi la única en la colonia a quien no podía dar órdenes razonablemente. Hizo sólo una pregunta; en respuesta, se le informó que la velocidad del viento era aproximadamente la mitad de la que Dondragmer había señalado a diez y seis mil kilómetros de distancia. Después partió hacia la sala de Comunicaciones.

Por el camino pensó brevemente en volver a su oficina, pero sabía que cualquiera que le necesitase lo encontraría con igual rapidez en el puesto de Guzmeen. Mientras tanto había ocupado su mente una pregunta, que probablemente podría ser contestada más rápidamente por retransmisión desde la estación humana. Esa pregunta se hacía más y más importante con cada segundo que pasaba. Olvidando que deseaba asegurarse de que Easy Hoffman estuviese de guardia arriba, entró disparado en la sala de Radio y empujó educadamente a un lado al miembro del personal que se encontraba delante del transmisor. Comenzó a hablar casi antes de estar en posición. La visión de los rasgos de Hoffman cuando la pantalla se iluminó fue una sorpresa agradable, más que un inmenso alivio.

—El viento y la niebla han llegado allí también-—comenzó abruptamente—. Algunos hombres habían salido. De momento, yo no puedo hacer nada por ellos, pero algunos estaban trabajando en los vehículos aparcados. Podríais comprobar con vuestros comunicadores si todo va bien allí. No estoy demasiado preocupado, puesto que la velocidad del viento ahora es mucho menor a la señalada por Don. Además, en esta altura el aire es mucho menos denso. Pero no podemos ver en absoluto a través de esta niebla; así que me sentiré aliviado al saber algo más de los hombres en los vehículos.

La imagen de Easy había comenzado a hablar a medio camino de la petición del comandante, obviamente no en contestación, puesto que no había habido bastante tiempo para el viaje de ida y vuelta a la velocidad de la luz. Seguramente los seres humanos tenían también algo que decir. Barlennan se concentró en su propio mensaje hasta que terminó, sabiendo que Guzmeen o alguno de sus ayudantes lo estaría escribiendo. En aquellas circunstancias, el cruce de mensajes era un acontecimiento frecuente y se resolvía por una rutina ya establecida.

Mientras sus propias palabras estaban en camino, el comandante se volvió para preguntar qué deseaban los humanos. Un oficial entró corriendo en la habitación y comenzó su informe tan pronto como vio a Barlennan.

—Señor, todos los grupos han vuelto, excepto los dos que salieron por las puertas del norte. Uno de ellos estaba trabajando en el Hoorsh y el otro nivelaba el terreno para el nuevo complejo veinte cables al norte, al otro lado del valle de aterrizaje. En el primer grupo hay ocho personas y veinte en el segundo.

Barlennan hizo un gesto de comprensión, cerrando simultáneamente sus cuatro pinzas.

—Posiblemente tengamos pronto informes de radio de la estación espacial sobre el grupo del Hoorsh —replicó—. ¿Cuántos han llegado que estuviesen realmente en el exterior cuando vinieron el viento y la niebla? ¿Qué es lo que dicen sobre las condiciones de vida y de movimiento? ¿Hay algún herido?

—Ningún herido, señor. El viento sólo era una pequeña molestia; entraron porque no podían ver para trabajar. Algunos tuvieron problemas para encontrar el camino. Supongo que la brigada que allanaba el suelo está todavía intentando regresar a tientas, a menos que hayan decidido esperar donde se encuentran. Los del Hoorsh pueden no haber advertido nada en el interior. Si el primer grupo estuviese fuera de contacto demasiado tiempo, enviaré un mensajero.

—¿Cómo harás para que éste no se pierda?

—Llevará una brújula, además de escoger a alguien que trabaje mucho en el exterior y conozca bien el terreno.

—No voy a…

La objeción de Barlennan fue interrumpida por la radio.

—Barlennan —llegó la voz de Easy—, todos los comunicadores en el Hoorsh y en el Kalliff están funcionando. Por lo que podemos ver, no hay nadie en el Kalliff. Nada se mueve. Por lo menos hay tres, posiblemente cinco, en la sección de soporte vital del Hoorsh. El hombre que cubre esas pantallas ha visto en los últimos minutos hasta tres al mismo tiempo, pero no confía demasiado en reconocer a los mesklinitas individualmente. El vehículo no parece afectado. La gente a bordo no nos presta atención, y está realizando sus tareas. Ciertamente, no estaban intentando enviarnos un mensaje de emergencia. Jack Braverman está intentando ahora atraer su atención por ese equipo, pero no creo que haya por qué preocuparse. Como dices, el viento más débil y el aire menos denso deberían querer decir que vuestra colonia no corre peligro, puesto que el Kwembly no fue dañado.