La instalación de las aletas y de los estuches fue un trabajo largo y difícil para dos personas. Con el vehículo a flote, las piezas tenían que ser sacadas de una en una, puesto que no había dónde ponerlas. Los cables de seguridad molestaban persistentemente. Las pinzas mesklinitas son órganos de manipulación bastante menos efectivos que los dedos humanos, aunque esto es compensado por el hecho de que su poseedor puede utilizar los cuatro pares simultáneamente y en coordinación. No tienen la simetría correspondiente a la derecha o a la izquierda humanas.
La necesidad de luces artificiales era otra molestia. Según resultó, se necesitaron casi quince horas para colocar doce paletas y un escudo en cada una de las tres ruedas. Beetchermarlf le aseguró a Benj que podría hacerse en dos, con cuatro trabajadores en cada rueda.
Para entonces los rastreadores se habían enterado de que el Kwembly, aunque continuaba moviéndose, no se alejaba más del campamento. Parecía haber sido atrapado en un remolino de unos seis kilómetros de diámetro. Beetchermarlf se aprovechó de esto cuando por fin pudo aplicar la energía; esperó hasta que los analistas humanos le dijeron que estaba siendo llevado hacia el sur, antes de poner en funcionamiento las tres ruedas con aletas. Durante unos segundos no estuvo claro que la energía sirviese de algo; después, muy lentamente, los timoneles y los humanos vieron cómo el enorme casco avanzaba suavemente. Los mesklinitas podían ver desde el puente un débil conato de ola de proa; los seres humanos, mirando hacia atrás, pudieron detectar pequeñas arrugas que se extendían hacia los lados. Beetchermarlf hizo girar fuertemente el timón para colocar la proa en línea con Sol y Fomalhaut. Durante casi medio minuto se preguntó si habría una respuesta; después las estrellas comenzaron a balancearse sobre su cabeza, al virar majestuosamente el enorme casco. Una vez en marcha era difícil detenerlo; lo controló muchas veces durante un período de varios minutos, a veces durante un ángulo recto completo, antes de acostumbrarse a sentir la nave. Luego, durante casi una hora, se las arregló para mantener una dirección hacia el sur, aunque al principio no tenía idea de su rumbo real. Podía adivinar por la información anterior que el remolino le llevaba en la misma dirección que al principio, pero que después seguramente le conduciría hacia el este.
Pasó algún tiempo, sin embargo, antes de que las antenas direccionales de los satélites de reflejos y los computadores de la estación le confirmasen esta adivinanza. Cuando lo hicieron, el Kwembly tocó fondo suavemente.
Beetchermarlf activó las dos ruedas delanteras que tenían generadores, dejó inmóviles las equipadas con paletas y llevó a tierra su vehículo.
—Estoy fuera del lago —informó—. Un pequeño problema. Si viajo por tierra con las paletas donde están ahora, las destrozaré. Si resultase que estamos en una isla o tenemos que regresar al agua por cualquier otra razón, habremos malgastado un montón de tiempo en sacarlas y en ponerlas otra vez. Mi primera idea es explorar un poco a pie, dejando aquí el vehículo, para obtener alguna idea de las probabilidades de quedarnos en tierra firme. Nos llevará mucho tiempo, pero no tanto como esperar a que llegue el día. Me gustaría recibir consejos de vosotros, humanos, u órdenes del capitán; esperaremos.
Dondragmer, cuando oyó esto, contestó rápidamente.
—No salgáis. Esperad hasta que los cartógrafos de la estación decidan si os encontráis en la misma orilla del río que nosotros o no. Según me imagino el mapa que han descrito, hay bastantes probabilidades de que el remolino os haya llevado al lado este, que sería la orilla derecha; nosotros estamos en la izquierda. Si están moderadamente seguros de esto, volved al agua y dirigíos al oeste, hasta que creáis haberlo pasado; no, otra idea. Seguid hasta que penséis que estáis enfrente de su boca; después dirigíos hacia el sur una vez más. Me gustaría averiguar si podéis viajar corriente arriba con cierta velocidad. Sé que será lento; quizá no podáis viajar en absoluto en algunos lugares bordeando la orilla.
—Se lo diré a Beetch y a los cartógrafos, capitán —contestó Benj—. Intentaré conseguir una copia de su mapa y conservarla aquí actualizada; quizá eso ahorre algún tiempo en el futuro.
Los datos direccionales no resultaron ser definitivos. La situación del Kwembly podía ser establecida bastante bien, pero el curso del río por el que había venido era mucho menos seguro. Las comprobaciones estaban separadas por muchos kilómetros, pero resultaban suficientes para demostrar que el río estaba lleno de curvas. Después de otra discusión, se decidió que Beetchermarlf volviese a ponerse a flote y se dirigiese al oeste tan cerca de la costa como fuese posible, preferiblemente sin perderla de vista, mientras el alcance de sus luces y la pendiente del lecho del lago lo permitiesen. Si podía ver la boca del río, lo remontaría, según deseaba Dondragmer; si no iba a continuar siguiendo la costa hasta que los hombres arriba tuviesen bastante seguridad de que había pasado la boca; luego giraría hacia el sur.
Resultó factible mantener la costa dentro del alcance de las luces del Kwembly, pero tardaron dos horas en llegar hasta el río. Éste había hecho un amplio giro hacia el oeste, que no había sido advertido en las lecturas de la posición del vehículo durante la deriva corriente abajo; después giraba otra vez y penetraba en el lago en una dirección oblicua hacia el este, que seguramente provocaba el remolino en el sentido contrario al reloj. Uno de los planetógrafos observó que el remolino no podía ser causado por la fuerza de Coriolis, porque el lago se encontraba sólo a siete grados del ecuador, y además en el lado sur de un planeta que tardaba dos meses en rotar.
El delta, que hacía que la línea de la costa se dirigiese hacia el norte brevemente, sirvió de aviso.
Beetchermarlf en el timón y Takoorch en el lado de babor del puente, lanzaron al Kwembly bordeando la península de forma bastante irregular y reduciendo la velocidad varias veces cuando las ruedas se arrastraron sobre el fondo de barro; finalmente encontraron el camino de un canal despejado y penetraron en su corriente.
Esta no era rápida, pero el Kwembly continuaba sin flotar. Los mesklinitas no tenían prisa. Dondragmer calculó más de seis horas para experimentar la forma de luchar contra la corriente. En ese tiempo avanzaron unos dieciséis kilómetros. Si podía mantenerse aquella velocidad, el vehículo estaría de regreso en el campamento un día o dos después, es decir, en una semana humana.
Fue la impaciencia lo que cambió los planes del viaje. Esto, por supuesto, no se debió a ningún mesklinita; Aucoin decidió que dos kilómetros y media por hora no era satisfactorios. A Dondragmer no le importó mucho; concedió que, si era posible, podía combinarse la investigación con el viaje. Ante una sugerencia del planificador, envió a Beetchermarlf en ángulo al oeste hacia la ribera más próxima del río. El terreno parecía no tener obstáculos. Con algunos presentimientos, hizo que los timoneles retirasen las paletas.
Retirarlas resultó mucho más fácil que ponerlas, ya que ahora el vehículo se hallaba sobre terreno seco. Las cosas podían ser depositadas sobre el suelo y los cables de seguridad no eran necesarios. Benj, en su próxima visita a la sala de Comunicaciones, encontró al Kwembly viajando sin problemas hacia el sur, a unos dieciséis kilómetros por hora sobre un terreno llano, interrumpido de vez en cuando por alguna protuberancia rocosa y festoneado aquí y allí con arbustos, la forma de vida más alta encontrada en Dhrawn hasta la fecha. La superficie era de sedimentos firmes; los planetólogos supusieron que el área debía constituir una llanura aluvial, lo que le pareció razonable incluso a Benj.