—Por supuesto, no me habían llegado estas noticias —dijo Dondragmer—. ¿Cómo ha reaccionado el comandante? Creo que hasta él sentiría la tentación de pedir ayuda a los humanos, si comenzamos a perder gente por todo el mapa.
—El tampoco lo sabe. Hemos enviado grupos a pie en su búsqueda, utilizando las ruedas que cogimos del Esket, y no queríamos hacer un informe hasta que estuviese completo.
—¿Podría ser más completo? Karfrengin y sus hombres tienen que haber muerto ya. Los dirigibles no llevan equipo de soporte vital para dos días.
Kabremm se encogió de hombros.
—Eso es asunto de Destigmet. Yo tengo bastantes problemas.
—¿Por qué no se utilizó tu vehículo para la búsqueda?
—Se hizo hasta esta tarde. Hay otros problemas en la mina. Una especie de río de hielo se acerca muy lentamente, pero pronto cubrirá la segunda colonia si no se detiene. Ya ha llegado hasta el Esket y ha comenzado a volcarlo. Esa es la razón de que pudiésemos coger las ruedas tan fácilmente. Destigmet me ha enviado para que siguiese al glaciar e intentase averiguar si hay probabilidades de que no se detenga, o si era sólo algo temporal. En realidad, no debería haber llegado tan lejos, pero no pude pararme. Durante toda la distancia es el mismo río, a veces sólido y a veces líquido a lo largo de su curso; es la cosa más extraña que he visto en este extraño mundo. No hay ninguna probabilidad de que el hielo se detenga. La colonia del Esket está condenada.
—Por supuesto, Barlennan tampoco sabe nada de esto.
—No hay forma de decírselo. Sólo descubrimos que el hielo se movía justo antes del anochecer.
Hasta entonces era simplemente un acantilado a unas cuantas docenas de cables de la mina.
—En otras palabras: no sólo hemos perdido a mi primer oficial y un helicóptero, sino también un dirigible con cinco hombres y, de paso, todo el proyecto del Esket, con mi Kwembly seguramente en la misma lista. ¿Y todavía piensas que no deberíamos terminar este engaño, contar a los humanos toda la historia y conseguir su ayuda?
—Más que nunca. Si supiesen que tenemos tantos problemas, seguramente decidirían que no les serviríamos de mucho y nos abandonarían aquí.
—Tonterías. Nadie abandona así una inversión como la de este proyecto; pero no importa discutir; de todas formas, es un punto sin importancia. Me gustaría…
—Lo que te gustaría en realidad es tener una excusa para descubrir toda la historia a tus amigos que respiran oxígeno.
—Sabes que no haría eso. Estoy completamente dispuesto a utilizar mi propio juicio, pero conozco bastante historia para temer decisiones rápidas que signifiquen cambios en la política básica.
—Gracias a la suerte. Está bien que te gusten algunos humanos, pero no todos son como Hoffman. Tú mismo lo admitiste.
—Pienso —dijo Barlennan a Bendivence— que nos apresuramos demasiado enviando a Deeslenver al Esket con órdenes de obturar sus equipos visuales. Toda la cuestión del Esket parece haberse aquietado, y eso le traerá de nuevo a la vida. Todavía no estamos preparados para el truco principal, y no lo estaremos durante un año o más.
No me pareció mal tener una oportunidad de hacer que los seres humanos comenzasen a pensar siguiendo las líneas de la idea de una amenaza nativa, pero la tripulación de Destigmet no será capaz de representar su parte hasta que tenga muchos más aparatos mecánicos y eléctricos hechos por ellos mismos, evitando que los humanos sepan que los tenemos. A menos que la amenaza nativa parezca real, los seres humanos no seguirán los pasos que queremos.
»Si hubiese alguna forma de ir ahora detrás de Dee y cancelar sus órdenes, lo haría. Me gustaría haberte permitido continuar adelante con tus experimentos de radio y tener ahora mismo un equipo en el Deedee.
—No debiera ser demasiado arriesgado, y me gustaría mucho intentarlo —contestó Bendivence—. Por supuesto, las ondas podrían ser detectadas por los seres humanos, pero si nos limitásemos a pocas transmisiones que fuesen cortas, utilizando un código sencillo, probablemente no comprenderían el origen. No obstante, es demasiado tarde para llamar a Deeslenver.
—Cierto. Me gustaría saber por qué nadie ahí arriba ha dicho nada más sobre Kabremm. La última vez que hablé con la señora Hoffman, tuve la impresión de que no estaba tan segura como antes de haberle visto. ¿Supones que, en realidad, fue un error? ¿O los seres humanos están intentando probarnos en la forma en que quería hacerlo yo con ellos? ¿Habrá hecho algo Dondragmer para sacarnos de este aprieto? Si ella se equivocó, tendríamos que comenzar a pensarlo todo otra vez más.
—¿Y qué sucede con ese otro informe del que no supimos más: de que algo se deslizaba sobre el suelo del Esket? —contrarrestó el científico—. ¿Era eso otra prueba, o realmente sucedió algo allí? Recuerda que no hemos tenido ningún contacto con esa base desde hace ciento cincuenta horas. Si realmente algo mueve al Esket, estamos demasiado poco informados para poder hacer algo sensato. Aun sin tener en cuenta el asunto del Esket, es una gran molestia no poder confiar en los datos.
—Si en el Esket hay problemas, tendremos que confiar en el juicio de Dee —dijo el comandante, ignorando la frase final de Bendivence—. En realidad, ni siquiera es el principal de nuestros problemas. La cuestión verdadera estriba en qué hacer en cuanto a Dondragmer y al Kwembly. Supongo que tuvo una buena razón para abandonar su vehículo y dejarle marchar a la deriva, pero los resultados han sido nefastos. El hecho de que un par de sus hombres quedasen olvidados a bordo, todavía lo complica más. Si no estuviesen allí, podríamos olvidarnos del vehículo y enviar al Kalliff para recoger a la gente.
—¿Por qué no lo hacemos? ¿No lo sugirió el humano Aucoin?
—Lo hizo. Le dije que tendría que pensarlo.
—¿Por qué?
—Porque hay menos de una probabilidad entre diez, quizá menos de una entre cien, de que el Kalliff pudiese llegar allí a tiempo de servir de algo a esos dos hombres. Las probabilidades de que lo consiga son bastante escasas. ¿Recuerdas el campo de nieve que atravesó el Kwembly antes de la primera riada? ¿Cómo supones que está ahora esa zona? ¿Y cuánto tiempo piensas que dos hombres competentes, pero sin un verdadero entrenamiento técnico o científico, van a mantener habitable ese casco agujereado?
»Por supuesto, podríamos confesarlo todo y decir a los humanos que se pongan en contacto con Destigmet a través de la vigilancia que mantiene sobre los comunicadores del Esket; después podrían decirle que enviase uno de los dirigibles a rescatarlos.
—Eso sería malgastar una tremenda cantidad de trabajo y arruinar lo que todavía parece una operación prometedora —contestó Bendivence pensativamente—. Tú no quieres hacerlo más que yo, pero no podemos abandonar a esos dos hombres.
—No podemos —concedió lentamente Barlennan—, pero me pregunto si les haríamos correr un riesgo demasiado grande si esperásemos otra posibilidad.
—¿Cuál?
—Si los seres humanos estaban convencidos de que no podríamos realizar el rescate, es posible, especialmente con dos Hoffman para discutir, que decidan hacer algo ellos mismos.
—¿Pero qué podrían hacer? La nave que llaman La barcaza únicamente aterrizará aquí en la colonia con sus controles automáticos, si no entiendo mal el Plan Uno de Rescate. No pueden volar sobre este mundo desde la estación orbital; si necesitan todo un minuto para corregir un error, la estrellarán en menos de un segundo. No pueden dirigirla personalmente. Está diseñada para rescatarnos a nosotros, con nuestro aire y nuestro control de temperatura, y además la gravedad de Dhrawn incrustaría un ser humano sobre la cubierta.
—No subestimes a esos alienígenas, Ben. Quizá no sean demasiado ingeniosos, pero sus antepasados han tenido tiempo para pensar en montones de ideas ya preparadas sobre las que no sabemos nada. No haría esto si me pareciese que hay bastantes probabilidades de que llegásemos allí nosotros mismos, pero en estas circunstancias no ponemos a los timoneles en un peligro mayor del que ya están; creo que dejaremos que los seres humanos adquieran la idea de llevar a cabo el rescate ellos mismos. Será mucho mejor que abandonar el plan.