Выбрать главу

—Mucho gusto en verle de nuevo, Jefe.

Era un hombre pequeño, de mediana edad, que parecía tener el aspecto de un abogado y al mismo tiempo la inescrutable expresión de un buen jugador de póker.

—¿Ha sucedido algo de particular mientras estuve fuera?

—No. Sólo asuntos de rutina. Ya he dado la correspondencia a Penny.

—Bien.

Me volví hacia Bill Corpsman y de nuevo le ofrecí mi mano.

No la aceptó. En vez de ello se puso las manos en la cintura, me miró con descaro y silbó.

—¡Sorprendente! Empiezo a creer que tenemos una posibilidad de éxito, después de todo —me miró de arriba abajo y luego dijo—: Dése la vuelta, Smythe. Muévase. Quiero ver cómo camina.

Sentí la misma irritación que habría sentido Bonforte ante tan grosera impertinencia y el disgusto se reflejó en mi rostro. Dak tocó a Corpsman en el brazo y dijo con rapidez:

—Déjalo, Bill. ¿No recuerdas lo convenido?

—¡Tonterías! —replicó Corpsman—. Esta cabina es a prueba de sonidos. Sólo quiero estar seguro de que puede representar su papel. Smythe, ¿qué tal va su marciano? ¿Puede hablarlo?

Le contesté con una sola y restallante polisílaba en marciano literario que puede traducirse por: “¡La etiqueta exige que uno de nosotros salga de aquí!”, aunque su significado es mucho más extenso, ya que en realidad es un desafío que generalmente termina con la notificación al nido de uno de los contendientes de su muerte repentina.

No creo que Corpsman me comprendiese, porque sonrió y replicó:

—Tengo que admitir, Smythe, que es usted muy bueno.

Pero Dak me entendió. Cogió a Corpsman por el brazo y repitió:

—Bill, te he dicho que lo dejes. Estás en mi nave y es una orden. De ahora en adelante todos debemos representar nuestro papel… continuamente.

Clifton añadió:

—Trátalo con cortesía, Bill. Ya sabes que convinimos que era la única manera de hacerlo. De otro modo, alguien puede cometer un error imprevisto.

Corpsman le miró y luego se encogió de hombros.

—Bien, bien. No hacía más que comprobar sus condiciones… Después de todo, la idea fue mía —me lanzó una mirada atravesada y dijo—: ¿Cómo está, señor Bonforte? Encantado de volverle a ver.

Recargó un poco de énfasis en el “señor”, pero le contesté:

—Estoy satisfecho de encontrarme aquí de nuevo, Bill. ¿Algo especial que deba saber antes de que descendamos?

—Creo que no. Tenemos una conferencia de prensa en Goddard City después de las ceremonias.

Pude ver que me observaba para comprobar mi reacción ante aquella noticia inesperada.

Asentí tranquilamente.

—De acuerdo.

Dak dijo con rapidez:

—Oiga, Roger, ¿qué hay de eso? ¿Es algo necesario? ¿Ha autorizado usted esa entrevista con los periodistas?

—Iba a añadir —continuó Corpsman, dirigiéndose a Clifton—, antes de que el capitán se molestase, que yo puedo hacerme cargo de eso y decirle a los muchachos que el Jefe sufre laringitis debido a la ceremonia… o bien podemos limitar la entrevista a preguntas escritas presentadas con anticipación y yo prepararé las respuestas que debe dar mientras se efectúan las ceremonias. En vista de que puede representar el papel de Bonforte a la perfección, aun a corta distancia, soy de la opinión de que debemos arriesgarnos a ello. ¿Qué le parece, señor… “Bonforte”? ¿Cree que podrá hacerlo?

—No veo ningún problema en ello, Bill.

Estaba pensando que si podía presentarme ante los marcianos sin un tropiezo, estaba dispuesto a improvisar frente a un grupo de periodistas humanos durante tanto tiempo como ellos estuviesen dispuestos a escucharme. Conocía perfectamente el estilo oratorio de Bonforte y tenía idea de su actitud ante cualquier tema… y no tenía ninguna necesidad de ser específico en mis respuestas y comprometerme.

Pero Clifton pareció preocupado. Antes de que pudiera contestar, el altavoz bramó:

“Se requiere la presencia del capitán en la sala de control. Faltan cuatro minutos.”

Dak dijo con premura:

—Ustedes tendrán que decidirlo. Tengo que meter ese cacharro en el garaje… y no tengo a nadie excepto al joven Epstein.

Atravesó la puerta corriendo.

Corpsman le llamó:

—¡Eh, Cappy! Tengo que decirte …

Salió por la puerta siguiendo a Dak, sin despedirse.

Roger Clifton cerró la puerta que Corpsman había dejado abierta y dijo lentamente:

—¿Está dispuesto a arriesgarse a esa conferencia de prensa?

—Eso tienen que decidirlo ustedes. Yo quiero hacer mi trabajo hasta donde sea necesario.

—Mmmm… Entonces me inclino a aceptar el riesgo, si usamos el sistema de respuestas escritas. Pero comprobaré las respuestas de Bill yo mismo antes de que usted las presente a los periodistas.

—De acuerdo —y añadí—: Si puede encontrar el medio de darme esas notas unos diez minutos antes de la reunión, no creo que haya ninguna dificultad. Tengo buena memoria.

Clifton me miró con fijeza.

—Lo creo… Jefe. De acuerdo, haré que Penny le entregue las contestaciones tan pronto se terminen las ceremonias. Luego puede excusarse para ir al lavabo y se queda allí hasta que las haya aprendido.

—Me parece bien.

—Creo que funcionará. ¡Uh!, debo decir que me siento mucho más tranquilo desde que le he visto. ¿Hay algo que pueda hacer por usted?

—Creo que no, Roger. ¡Ah, sí! Hay algo que quería preguntarle. ¿Se sabe algo de… él?

—¿Eh? Bien, sí y no. Sigue en Goddard City; de eso estamos completamente seguros. No le han sacado de Marte, ni siquiera de esta región. Les hemos bloqueado todas las salidas, si es que tenían esa intención.

—¿Es posible? Goddard City no es muy grande, ¿no es cierto? Creo que no tiene más que unos cien mil habitantes. ¿Por qué no lo han encontrado?

—La dificultad consiste en que no nos atrevemos a admitir que usted… quiero decir, que él ha sido secuestrado. Una vez hayamos terminado con este asunto de la adopción, podremos hacerle desaparecer a usted y luego anunciar el secuestro como si acabase de tener lugar… y haremos que desmonten la ciudad hasta el último remache. Las autoridades de la ciudad son todos miembros del Partido de la Humanidad, pero se verán obligados a cooperar… después de la ceremonia. Será la cooperación más esforzada que se haya visto, porque sentirán una angustia mortal de encontrarlo antes que todo el nido de Kkkahgral descienda sobre ellos como un hormiguero y arrase la ciudad hasta los cimientos.

—Comprendo. Todavía estoy estudiando las costumbres y psicología de los marcianos.

—Todos nosotros lo hacemos.

—Roger, ¿qué le hace pensar que todavía sigue vivo? ¿No cumplirían mejor su objetivo, y probablemente con menos riesgo… si le matasen?

Recordé con inquietud lo simple que era deshacerse del cuerpo de un hombre si uno era lo bastante brutal para descuartizarlo en pequeños pedazos.

—Comprendo lo que quiere decir. Pero eso también va ligado a las ideas marcianas sobre el “protocolo” —Clifton usó la palabra nativa—. La muerte es la única excusa aceptable para no cumplir con una obligación. Si Bonforte fuese muerto, lo adoptarían en el nido marciano después de su fallecimiento… y entonces todo el nido adoptivo y probablemente todos los demás nidos de Marte se levantarían para vengarle. No les importaría lo más mínimo que toda la especie humana tuviera que perecer o muriese de repente… Pero matar a un humano para impedirle que fuese adoptado, eso es harina de otro costal. Una cuestión de corrección y de obligación marciana. Algunas veces la reacción de un marciano ante una situación dada es tan automática que parece instintiva. Desde luego no lo es, ya que se trata de seres muy inteligentes. Pero sus costumbres son muy extrañas —arrugó el ceño y añadió—: A veces pienso que nunca debería haber abandonado mi pueblo de Sussex.