—Nada de eso. Tenga confianza en mí y volveremos a hacerle entrar del mismo modo que salió de allí. Dentro de unos días saldrá del mismo espaciopuerto, o de algún otro, con un permiso de salida que dirá que usted es un mecánico que acaba de realizar una reparación… e irá vestido con un mono manchado de grasa y llevará las herramientas adecuadas para demostrarlo. ¿Acaso un actor como usted no podrá representar el papel de un mecánico durante algunos minutos?
—¡Pues claro que sí! Pero…
—Entonces estamos de acuerdo. Usted no se separe del viejo Dak, y él tendrá cuidado de que no le pase nada. Tuvimos que movilizar nada menos que a ocho miembros del Gremio de Pilotos para este asunto, a fin de que yo pudiera llegar a la Tierra y los dos pudiéramos salir de allí; cuando sea necesario, volveremos a hacerlo. Pero usted no podría hacer nada sin que los pilotos le ayuden.—Sonrió—. En el fondo, todo piloto es un poco un contrabandista. Tal como está el negocio del contrabando en estos días, todos nosotros nos hallamos siempre dispuestos a ayudarnos frente a los guardias de los espaciopuertos. Sin embargo, una persona que no pertenezca a nuestra asociación generalmente no obtiene semejante ayuda.
Traté de dominar los movimientos de mi estómago y pensar en todo aquello.
—Dak, ¿acaso se trata de un asunto de contrabando? Porque yo…
—¡Oh, no! La única mercancía ilegal que llevamos es usted.
—Iba a decir que no considero el contrabando como un crimen.
—¿Y quién lo hace? Sólo aquellos que ganan dinero limitando el libre tráfico de mercancías. Pero aquí sólo se trata de representar el papel de otra persona, Lorenzo, y usted es el hombre que necesitamos. No fue una casualidad que nos encontrásemos en aquel bar; le seguíamos desde hacía dos días. Tan pronto como llegué a la Tierra me dirigí directamente a donde sabía que podía encontrarle —frunció el ceño—. Quisiera poder estar seguro de que nuestros honorables enemigos me estaban siguiendo a mí, y no a usted.
—¿Por qué?
—Si me seguían a mí es porque trataban de descubrir lo que me traía entre manos, lo cual no tiene importancia, ya que nuestras respectivas posiciones están perfectamente definidas; sabemos que somos enemigos. Sin embargo, si le seguían a usted, entonces conocían el propósito que me guiaba… conseguir un actor para representar el papel.
—Pero ¿cómo iban a saberlo, a menos que usted se lo dijera?
—Lorenzo, este asunto es muy importante, mucho más de lo que pueda imaginar. Yo no lo sé todo; y cuanto menos sepa usted de todo ello hasta que necesite la información, mucho mejor para usted. Pero puedo decirle esto: se ha proporcionado a la gran computadora electrónica del Centro Censal del Sistema en La Haya una lista de características personales, y la máquina las ha comparado con las características personales de todos los actores profesionales existentes en el Sistema Solar. Se ha hecho con toda la discreción y el secreto posibles, pero siempre cabe que alguien haya adivinado nuestro propósito y haya hablado. Las especificaciones se referían a la identificación del original y del actor que debía actuar como doble, ya que el trabajo tiene que ser perfecto.
—Ya. ¿Y el cerebro electrónico decidió que yo era el hombre adecuado para este trabajo?
—Sí. Usted… y otro actor.
Aquélla era otra magnífica ocasión para que yo mantuviera la boca cerrada. Pero no me habría contenido aunque me fuera en ello la vida… lo que en cierto modo era verdad. Necesitaba saber quién era el otro actor considerado competente para desempeñar un papel que requería mis condiciones únicas de artista.
—¿Otro? ¿Quién es?
Dak me contempló durante un momento. Pude ver como vacilaba antes de contestar.
—Pues… un individuo llamado Orson Trowbridge. ¿Le conoce?
—¡Ese aficionado!
Por un momento me sentí tan furioso que llegué a olvidar el mareo.
—¿Es posible? He oído decir que es muy buen actor.
No pude evitar sentirme indignado ante la idea de que alguien pudiera pensar ni por un momento que aquel ignorante de Trowbridge podía desempeñar un papel destinado a mí.
—¡Ese molino de viento!… ¡Ese escupepalabras!
Me callé, comprendiendo que era más digno ignorar a semejantes colegas… si la palabra “colega” podía aplicarse a tales actorzuelos. Trowbridge era tan engreído que si la obra indicaba que debía besar la mano de una dama, el muy presumido evitaría hacerlo y besaría sus propios dedos. Un narcisista, un vanidoso, sin alma de artista… ¿Cómo era posible que semejante hombre pudiera llegar a vivir su papel?
Sin embargo, los caprichos de la fortuna le habían hecho rico, mientras los verdaderos artistas pasaban hambre.
—Dak, no puedo comprender cómo llegaron a pensar en él.
—Verá, nosotros no lo deseamos, se encuentra ligado a un largo contrato que haría su ausencia muy evidente, y difícil de explicar. Tuvimos suerte de que usted estuviera disponible. En cuanto usted aceptó nuestra oferta, Jock dio instrucciones para que retirasen el equipo que trataba de llegar a un acuerdo con Trowbridge.
—¡Naturalmente !
—Sin embargo, Lorenzo, quiero ser sincero con usted. Mientras usted se encontraba mareado, llamé al Go For Broke y les dije que revocasen esas instrucciones y que nuestros hombres volvieran a tratar con Trowbridge.
—¿Qué?
—Usted tuvo la culpa, amigo. Mire, cuando alguien de mi profesión se compromete a llevar una nave hasta Ganimedes lo hace dispuesto a llegar hasta allí con la carga o morir en la empresa. Uno de nosotros no se desanima y trata de desertar mientras todavía están cargando la nave. Usted me dijo que aceptaba el trabajo… sin condiciones ni reservas… usted lo aceptó. Unos minutos más tarde hubo una pelea y perdió el valor. Más tarde trató de huir de mi lado en el espaciopuerto. Hace sólo diez minutos estaba aquí gritando que quería volver a la Tierra. Es posible que sea usted mejor actor que Trowbridge. No lo sé. Pero sé que necesitamos un hombre que no pierda la cabeza si hay problemas. Tengo entendido que Trowbridge es de esa clase. De modo que si llegamos a un acuerdo con él, le daremos el trabajo, le pagaremos a usted por las molestias que le hemos causado, no le contaremos nada más y le devolveremos a la Tierra. ¿Me comprende?
Le comprendí perfectamente. Dak no había usado la palabra adecuada; era posible que no la conociese, pero me estaba diciendo que yo no me portaba como un buen artista. Lo más amargo era que tenía razón. No podía enfadarme con él, sólo me sentí avergonzado. Había sido un idiota al aceptar el contrato sin conocer más detalles… pero me había comprometido a desempeñar un papel, sin condiciones ni cláusulas evasivas. Ahora trataba de retirarme, como un aficionado que siente miedo del público.
“El espectáculo debe continuar” es una de las más viejas reglas del teatro. Quizá no tenga una justificación filosófica, pero las reglas por las que se rigen los hombres rara vez están sujetas a las normas de la lógica. Mi padre había creído en ello; yo le había visto representar dos actos con un ataque agudo de apendicitis y luego salir a saludar antes de permitir que le llevaran a un hospital. Aún podía recordar su rostro mientras me miraba con el orgullo del verdadero artista hacia los mal llamados actores, que se permiten defraudar al público.
—Dak —dije humildemente—, lo siento mucho. Estaba equivocado.
Me miró fijamente.
—¿Quiere decir que hará el trabajo?
—Sí —Lo dije con sinceridad. Pero de repente recordé un factor que me impedía representar el papel, tanto como si tuviera que actuar de Blancanieves en Los siete enanitos—. Bien… oiga. Quiero hacerlo. Pero…
—Pero ¿qué? —dijo con desdén—. ¿Otra vez su maldito temperamento?