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Mary Kelly siguió a su hija. Se movía como alguien que se estuviera dirigiendo a su propia ejecución. Al llegar a la puerta, se detuvo y se volvió para mirar a C.J.

– No lo culpo, señor Starr. Quiero darle las gracias por todo lo que ha hecho por Emma y por mí. Estoy segura de que no sabe lo que acaba de hacer.

Con eso, saltó al suelo. La puerta se cerró con un firme portazo.

C.J. permaneció sentado, observando cómo las tres recorrían el aparcamiento. Caitlyn tenía el brazo alrededor de los hombros de Mary Kelly y Emma iba aferrada a su mamá. No dejó de observarlas hasta que desaparecieron en el interior de la comisaría. Se sentía tenso, agotado. No parecía poder conseguir que los músculos se le movieran, ni siquiera para arrancar el motor del camión.

Tal vez aquello era lo mejor, porque, probablemente, era lo único que le impedía salir corriendo detrás de ellas para volver a meterlas en el camión, lo que sería la mayor equivocación de su vida.

Capítulo 3

«¿ Qué otra cosa podría haber hecho?»

C.J. se había pasado las últimas veinticuatro horas haciéndose aquella pregunta y no había logrado encontrar la respuesta. Mientras avanzaba por la autopista, su mente no hacía más que repetirle aquellas palabras una y otra vez, como si fueran la estrofa de una canción al ritmo de los dieciocho neumáticos de su camión. Estaba presente en sus pensamientos mientras descargaba sus mercancías en Jersey y se dirigía después a Wilmington. En aquellos momentos, cuando tenía que esperar una noche hasta que su nuevo cargamento estuviera preparado, estaba en la habitación de un motel, acompañado únicamente por sus pensamientos. Nunca se había sentido en peor compañía.

«¿Qué diablos se suponía que tenía que hacer? No me quedó elección». Tumbado sobre la cama en calzoncillos y camiseta, no hacía más que mirar al techo y discutir con su conciencia. «¿Qué te hubiera costado dejarlas en el aeropuerto? Allí, al menos podrían haber alquilado un coche. Lo más probable habría sido que nadie hubiera sabido nunca que tú estabas implicado en el asunto».

«Lo más probable…». C.J. no sabía cómo se sentía cómo con eso de «lo más probable».

El programa de televisión que había estado mirando sin ver había terminado. Estaban a punto de empezar las noticias de las once. Sin mirar la pantalla, agarró el mando a distancia para cambiar de canal. Estaba a punto de hacerlo cuando la voz del locutor se lo impidió.

– La sobrina del ex presidente Rhett Brown está en la cárcel en Carolina del Sur acusada de desacato a la autoridad después de negarse a cumplir la orden de un juez para que revelara lo que sabe sobre el paradero de la hija desaparecida de un millonario de Florida. Para obtener más información al respecto, nos vamos a…

C.J. se dio la vuelta, pero llegó demasiado tarde. Sólo consiguió ver muy brevemente la fotografía de una mujer joven antes de que la imagen cambiara para mostrar a una corresponsal frente a los escalones del juzgado.

– Así es, Tim. Todo está muy tranquilo aquí ahora, pero ésta era la escena a primera hora de la tarde, cuando Caitlyn Brown, sobrina del ex presidente Rhett Brown, fue sacada esposada de este juzgado de Carolina del Sur…

La imagen mostraba cientos de periodistas y de policías arremolinándose en torno a la esbelta figura de una mujer, que iba ataviada con una sudadera y que se había colocado la capucha de la misma para ocultar su rostro.

– Se ha decretado que la señorita Brown pase la noche en la cárcel después de que se haya negado a obedecer al juez Wesley Calhoun para que revelara el paradero de Emma Vasily de cinco años, que es la hija del multimillonario de Florida Ari Vasily. La niña lleva desaparecida desde el martes y es objeto de búsqueda por todo el país…

La pantalla de televisión mostraba en aquellos momentos la imagen de la mujer en el asiento trasero de un coche de policía. Entonces, giró la cabeza y miró directamente a la cámara. Durante un instante, unos ojos plateados brillaron con ira frente a los focos.

– Presuntamente, la madre de la pequeña, Mary Kelly Vasily se llevó a su hija de la escuela de Miami Beach sólo horas después de que un juez de Florida le hubiera concedido la custodia de la niña al señor Vasily. El juez también ratificó la petición del señor Vasily de que a la madre se le negara el derecho de visita. En este momento no se conocen muchos detalles más, pero según fuentes policiales, sobre las nueve de la noche de ayer, la señora Vasily acompañada por la señorita Brown, entró en la comisaría y se entregó. En aquel momento, la niña estaba con las dos mujeres, pero queda aún por confirmar lo que ocurrió a continuación. Según nos han informado, aparentemente la niña abandonó la comisaría con una mujer que se identificó como representante de los servicios sociales, pero ahora parece que esa mujer pudo haber sido una impostora.

«Esto es todo lo que sabemos hasta el momento. Más de veinticuatro horas después, ni la policía ni los servicios sociales tienen pista alguna sobre el paradero de la pequeña. Emma Vasily parece haberse esfumado sin dejar rastro. Igualmente, sigue sin aclararse la implicación de la señorita Brown en el caso, pero la policía tiene razones muy poderosas para creer que la sobrina del ex presidente conoce de algún modo el paradero de Emma porque esta mañana le pidió al juez que ordenara a la señorita Brown que confesara lo que sabe. Ella dispone del tiempo que falta hasta que se cierren los juzgados esta tarde para cumplir con esa orden. Si se niega, el juez Calhoun la enviará a la cárcel».

«Por otra parte, el señor Vasily que llegó esta misma mañana de Miami con la esperanza de reunirse con su hija, no ha realizado por el momento comentario alguno sobre la situación, aunque en una rueda de prensa justo antes de mediodía, el jefe de policía, visiblemente enojado, prometió una investigación a fondo en el departamento que se ocupa del caso y prometió que se había implicado personalmente en la búsqueda de la pequeña para devolvérsela a su padre. Devolvemos la conexión al estudio, Tim».

C.J. sintió que se le cortaba la respiración. Consiguió recuperarla al lanzar una maldición y apagar la televisión con un certero golpe sobre el mando a distancia. Se sentó en la cama y tomó su teléfono móvil. Mientras escogía un número de la agenda, sintió que el corazón le latía con fuerza contra el pecho.

– Hola, hermanito -le dijo a la somnolienta voz que respondió-. ¿Te he despertado?

– ¿Cómo? ¿Quién es? ¿C.J.? No, no me has despertado. Simplemente me había quedado un poco traspuesto viendo las noticias. ¿Qué ocurre? -preguntó, entre bostezos-. ¿Dónde estás? ¿Va todo bien?

– Estoy muy bien -respondió C.J.-. ¿Está ahí Charly?

– Aquí mismo. No estarás en la cárcel, ¿verdad?

C.J. decidió no prestar atención a aquel comentario, que reflejaba la pobre impresión que sus hermanos tenían de su carácter. En lo que a ellos se refería, había aceptado que iba a llevarle algún tiempo hacerles olvidar ciertas correrías de una juventud mal utilizada.

– Déjame hablar con ella, ¿de acuerdo?

Se produjo una pausa y a los pocos segundos, se escuchó el fuerte acento de Alabama de Charly.

– Hola, tesoro. ¿Cómo estás? ¿Qué es lo que ocurre?

– ¿Has visto las noticias de esta noche, Charly?

– Las estoy viendo en estos momentos. ¿A qué parte en particular te refieres?

– A la noticia de la sobrina del ex presidente, que ha sido encarcelada por desacato.

– Sí, claro que la he visto. ¿Y qué?

– Bueno, yo… Creo que estoy más o menos implicado en el asunto… o que podría estarlo.

– ¿Cómo dices? ¡Por el amor de Dios! ¿Cómo?