Las tías ricas de la alta sociedad, a las que veo día tras día, me miran por encima del hombro como si no fuera otra cosa más que un mono grasiento, un criado ignorante. Les importo un bledo. No soy nada.
Y ahora te toca a ti, Brunner. Se detuvo con los brazos en jarras contemplando a Brunner, que no se atrevía a mirarle a la cara-.
¿Y qué me dices de ti, señor Leo Brunner, en este palacio tuyo de la miserable avenida Western? No me digas que eres feliz o que estás satisfecho de tu vida.
No me digas que le has sacado a la vida todo el jugo, todo lo que tiene, a través de tus relaciones con una sola mujer, a través de tu matrimonio de treinta años con la misma mujer.
Durante estos treinta años sólo lo has probado dos veces con algo distinto e incluso en estos dos casos, fue por accidente, porque te tuvieron lástima.
– Brunner hizo una mueca, hundió la cabeza entre los hombros como una tortuga pero no dijo nada-.
Mira, a mí no puedes engañarme -prosiguió Shively-. No me digas que durante todos estos tristes años no te ha escocido el miembro y no has sentido el deseo de probar el material que es exclusiva de los ricos, el material que ves en las películas o en los periódicos. Pues, bien, hombre, voy a decirte lo más sincero que jamás hayas oído.
¿Cuánto tiempo te queda de vida? Ese pobre miembro sin usar se te está marchitando, se te está marchitando poco a poco. Jamás ha gozado de la buena vida de que disfrutan los llamados superiores.
Dentro de diez años no podrás siquiera levantarlo y estarás listo. Dentro de veinte años tampoco lo levantarás porque serás polvo y habrás muerto, y antes de morir comprenderás que ni una sola vez viviste la experiencia y la diversión de que otros has leído que disfrutan. ¿Qué dices a eso, Brunner? Shively esperó, respirando ruidosamente.
La estancia aparecía silenciosa como una tumba. Brunner permanecía sentado con la cabeza baja y la vista apartada en actitud vencida.
Al cabo de lo que pareció un rato, interminable Brunner suspiró audiblemente.
– ¿Qué qué puedo decir? Supongo que en cierto sentido tienes tienes razón. Tengo que ser sincero conmigo mismo. Sí, creo que no he tenido muchas oportunidades de. de vivir.
– Puedes estar bien seguro, amigo.
Pero ahora te digo que tienes una oportunidad, tal vez la última oportunidad, y te digo que la aproveches. Ven a jugar y deja de pensar. Cierra los ojos y lánzate y tal vez obtengas algo que pueda justificar tu existencia y haga que merezca vivirse lo que te reste de vida. ¿Te parece bien?
Brunner asintió casi imperceptiblemente. Yost habló desde el sofá.
– Estoy de acuerdo contigo, Shiv. Lo has expresado muy bien pero yo lo expresaría de una forma algo distinta si no te importa.
Yo digo que no nos lancemos con los ojos cerrados. Digo que, antes de lanzarnos, los abramos mucho. Que los abramos bien para poder ver dónde y cómo vamos a ir.
– Me parece bien siempre y cuando pongamos manos a la obra -dijo Shively encogiéndose de hombros.
Tomó una botella de cerveza, la destapó y se dirigió hacia el sofá.
– Yo soy un jugador, Adam -le estaba diciendo Yost a Malone-. Pero soy también muy aficionado a las estadísticas. Y me gusta jugar cuando las probabilidades están a mi favor.
Por consiguiente, procuremos que las probabilidades de esta inversión nos sean favorables. Estudiemos el plan general, examinémoslo paso a paso, revisemos todos los pasos con un peine de dientes finos, busquemos todos los boquetes que pueda haber, obturémoslos bien y procuremos que todos nuestros esfuerzos sean a prueba de errores.
– Estoy perfectamente de acuerdo -repuso Malone-.
Estoy dispuesto a volver a redactar. ¿Desde dónde propones que empecemos?
– Desde el principio -contestó Yost-.
Busquemos respuestas de primera mano, respuestas de testigo presencial, a las preguntas que voy a plantearte.
– Un momento -dijo Malone acercándose al escritorio, tomando un lápiz y abriendo un cuaderno de apuntes-. Deja que lo anote.
Yost esperó y después prosiguió:
– ¿Preparado? Primero, y sobre todo, las costumbres y hábitos de Sharon Fields.
No me basta saberlo de segunda mano a través de los periódicos y revistas. Quiero informes comprobados de testigos oculares. ¿En qué consiste realmente esta costumbre? ¿Efectúa realmente un paseo a primeras horas de la mañana? ¿Y sucede eso realmente todas las mañanas? ¿A qué hora exactamente? ¿Pasea sola? Cuando ella efectúa el paseo, ¿quién está en el interior de la casa y fuera de la casa? ¿Me entiendes?
– ¿Quieres decir que tenemos que comprobarlo personalmente? -preguntó Malone levantando los ojos del cuaderno.
– Personalmente. Para estar seguros, no una o dos veces sino muchas.
¿Dices que hay una zona elevada desde la que puede observarse la propiedad?
– Sí.
Desde la parte más elevada de la calle Stone Canyon.
– Muy bien, estupendo.
La siguiente pregunta se refiere a la fecha. ¿Cuándo podremos hacerlo? ¿Dentro de una semana? ¿Dentro de seis semanas? Tenemos que averiguar cuáles son sus planes para no cometer errores.
– Puedo averiguar el programa de sus actividades -prometió Malone.
– Otra cosa -prosiguió Yost-. ¿Cuánto tiempo vamos a permanecer con Sharon Fields? ¿Cómo coordinaremos nuestras respectivas actividades de tal forma que todos podamos conseguir una semana o diez días de vacaciones exactamente en el mismo período? Cuando la tengamos en nuestro poder, ¿dónde nos la llevaremos? En realidad, conozco un lugar perfecto pero, tal como ya he dicho, os lo comunicaré más tarde.
Después, ¿cómo conseguiremos un vehículo en el que podamos ocultarla, un vehículo que nadie eche en falta, y qué clase de vehículo tendrá que ser? ¿Cómo nos disfrazaremos de tal forma que resulte verosímil? Una vez en el escondite, qué tipo de provisiones nos harán falta? Después hay más… Su voz se perdió.
– ¿Como qué? -le preguntó Shively.
– Mmmm, tenemos que prever varios otros problemas peliagudos -repuso Yost lentamente-.
Por ejemplo, una vez nos la hayamos llevado, ¿qué personas la echarán en falta? ¿Qué harán estas personas cuando averigen que ha desaparecido? En cuanto a nosotros, ¿qué proyectos de emergencia o alternativas tendremos si alguien nos descubre en el momento de llevárnosla o bien cuando la estemos trasladando en un vehículo? ¿Cómo podremos estar seguros de que las personas más cercanas, patrones, esposas, amigos, no intentarán averiguar dónde estamos? Y finalmente hay que contar con la faceta psicológica de la empresa.
– ¿Y eso qué significa? -preguntó Malone dejando de escribir.
Yost se mordió los labios en expresión pensativa.
– Supongamos que alcanzamos el éxito. Y nos encontramos a solas con Sharon en un lugar aislado.
Yo creo que Adam tiene razón. Tengo el presentimiento de que colaborará con nosotros aunque no sea más que para pisar el roto.
Le gustará la emoción y la novedad de todo ello o tal vez se muestre de acuerdo porque nos tenga miedo.
– O porque no pueda oponernos resistencia -dijo Shively con una sonrisa.
– Tal vez sí -dijo Yost pensando-.
A eso quería venir a parar. ¿Y si, al final, se enoja por el hecho de que nos la hayamos llevado o, como ha dicho alguien, si sólo elige a uno o dos de nosotros y no a los cuatro? ¿Cómo lo solucionaremos? Tenemos que llegar previamente a un acuerdo unánime a este respecto.
Tenemos que estar de acuerdo y atenernos a lo que hayamos acordado.
– Creo que puedo ofrecer una solución de compromiso -dijo Malone-.
Pero tenemos que jurar, a partir de ahora, que así será y no desviarnos después de lo que hayamos acordado.
Sugiero que el único acto involuntario por parte de Sharon sea el hecho de que nos la llevemos.
Brunner intervino haciendo un supremo esfuerzo.
– Habrá otro acto involuntario por su parte. Sucederá cuando se despierte en el escondite y la retengamos allí por espacio de uno o dos días, tanto si ella quiere como si no, hasta que tengamos la oportunidad de intimar con ella.