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– Pues, no -repuso Brunner, vacilando un poco antes de proseguir-.

He obtenido este informe por medio de alguien muy allegado a mí, alguien a quien he hecho ciertos favores en el pasado. Pero, para prevenir cualquier pregunta, me inventé una historia.

Le dije a esta persona que se me había presentado la oportunidad de conseguir la cuenta de una joven actriz en ascenso, una actriz que era posible que algún día alcanzara las mismas altas cimas que Sharon Fields.

Le dije que tenía en proyecto entrevistarme con ella en un cercano futuro y que, antes de hacerlo, quería estar al corriente de los especiales problemas tributarios con que pudiera enfrentarme al manejar los asuntos de una persona del mundo del espectáculo.

Quería saber hasta qué extremo llega la flexibilidad en lo concerniente a los gastos a deducir.

Le dije que me sería muy provechoso echar un vistazo a algún formulario reciente rellenado por alguien como Sharon Fields, es más, que para mí sería muy útil poder ver el último formulario de la señorita Fields.

– Sigo sin ver cómo es posible que tu amigo pudiera hacerse con algo tan secreto -dijo Malone.

– Al igual que tú, yo también creía que iba a ser muy difícil.

Bueno, este amigo mío -si queréis que sea sincero, os diré en confianza que mi amigo trabaja en la delegación local del SII-me dijo que todos los residentes en Los Ángeles envían directamente los formularios de impuestos al centro del Servicio de Impuestos Internos de Ogden, Utah.

Si, por el motivo que sea, las oficinas de Los Ángeles solicitan una copia, se ponen en contacto con el centro de Ogden y reciben la copia al cabo de tres o cuatro semanas.

Sin embargo, en el caso de que se precise efectuar una revisión, en Los Ángeles se reciben copias de los formularios que hay que revisar y éstos ya quedan archivados aquí.

Huelga decir que los impuestos de alguien como la señorita Fields son sometidos anualmente a revisión.

Por consiguiente, en la delegación local se disponía de todo un archivo dedicado a sus formularios. Y mi amigo pudo facilitar las copias inmediatamente.

No tiene ni la menor idea del uso a que me propongo destinarlas.

Yost se sumió brevemente en sus pensamientos.

– ¿Sabéis una cosa? La información que acaba de facilitarnos Leo nos pone sobre aviso acerca de tres obstáculos que tenemos que superar.

A saber: ¿Qué extensión posee el sistema de alarma de la casa de Sharon Fields? Es decir, si se extiende hasta la verja de entrada.

Después los coches patrulla particulares. ¿Con cuánta frecuencia pasan y a qué horas del día y de la noche? Después estos jardineros, el señor Ito e hijos, ¿qué días y a qué horas se dedican a recortar el césped o lo que sea? Malone posó el lápiz y dijo:

– Puedo responder a cada una de estas preguntas, por lo menos parcialmente.

Explicó que en el transcurso de la semana anterior se había tomado la molestia de espiar las actividades que tenían lugar en la propiedad de Sharon Fields.

Había permanecido en su puesto de observación todas las mañanas y parte de tres tardes en el transcurso de su tiempo libre.

Había pedido prestados un par de prismáticos. También había llevado consigo una máquina fotográfica para poder simular ser un fotógrafo profesional en el caso de que a alguien del barrio le extrañara su comportamiento.

Había ascendido hasta el punto más elevado de la calle Stone Canyon de Bel Air, había permanecido apostado en su escondite y había observado toda la actividad que había tenido lugar abajo.

Se alegraba de poder comunicarles que su vigilancia había resultado muy provechosa.

– ¿Provechosa hasta qué extremo? -preguntó Shively.

– Ante todo, es cierto, tal como se dice, que Sharon Fields efectúa ese paseo a primeras horas de la mañana.

La he visto salir todas y cada una de las mañanas en que la he estado vigilando.

Iniciaba el paseo hacia las siete de la mañana, minuto más minuto menos.

Paseaba lentamente acompañada únicamente por su terrier Yorkshire.

– ¿Qué clase de perro es ése? -preguntó Shively preocupado.

– En comparación con los perros corrientes, un Yorkshire es un mosquito. Podrías guardarlo dentro de la cartera de ejecutivo de Leo.

– Muy bien -dijo Shively-. ¿Y qué más? -No podía quitarle los ojos de encima -dijo Malone-.

Es preciosa. Bueno, recorría la calzada desde la casa hasta la verja de hierro.

Sólo la perdía de vista una vez en el transcurso de la ida y otra en el de la vuelta, porque hay un grupo de árboles aproximadamente a la altura de los dos tercios del camino hasta la verja.

Cada mañana llegaba hasta la verja alrededor de las siete y cuarto y después regresaba a la casa por el mismo camino.

– A nosotros lo único que nos interesa es el lugar en que se encuentra a las siete y cuarto. ¿No es eso? -dijo Shively.

– Sí -repuso Malone asintiendo-.

Vamos ahora a tus preguntas, Howard. Vi una vez a esos tres jardineros.

Pero nunca por la mañana. Ni el viernes ni el domingo, aunque aquella tarde no pude ir. Pero el sábado por la tarde, poco después de la una, llegó el viejo Ito con sus dos hijos mayores y los tres se dedicaron a trabajar en el jardín, desde la una hasta las cuatro.

– Es bueno, saberlo -dijo Yost-.

Pero será mejor que compruebes bien su horario.

– Eso pretendo hacer -dijo Malone-.

Me imagino que siendo tan extensa la propiedad de Sharon, a Ito y sus hijos no debe bastarles con una sola vez a la semana.

Es probable que acudan a la propiedad una o dos veces más. Ya les vigilaré.

Ahora vamos al coche patrulla particular, También he conseguido averiguar algo a este respecto.

Se parece a un coche patrulla de la policía. Está pintado de blanco y negro. El vehículo está ocupado por un solo hombre uniformado.

Le vi pasar cada mañana frente a la verja a eso de las diez, y cada tarde hacia las tres.

– ¿Descendía del coche y entraba en la propiedad? -preguntó Brunner.

– Y, lo que es más importante -dijo Shively-. ¿Iba armado?

– La respuesta a esta pregunta queda contestada con la respuesta a la de Leo.

No sé si iba armado porque no descendía del vehículo.

Aminoraba simplemente la marcha al acercarse a la verja de entrada, echaba un vistazo y después describía una vuelta en U y se alejaba.

– Esta patrulla de alta seguridad me gusta muchísimo -dijo Shively dándose Una palmada en un muslo.

– A mí también -dijo Malone-.

Bastará con que vayamos cuando ellos no estén.

En cuanto al sistema de alarma.

– Sí, en eso estaba pensando -dijo Yost.

– Sólo puedo comunicaros mis observaciones y deducciones.

Al llegar el jardinero Ito, le vi hablar a través de una especie como de altavoz instalado en un poste que hay junto a la verja, y poco después se abrieron automáticamente hacia adentro las dos hojas de la verja.

Además, esta mañana, hacia las diez y diez, uno de esos camiones de reparto de agua mineral de montaña, de Puritas creo que era, se acercó hasta la verja.

El conductor habló por el altavoz y la verja se abrió automáticamente. ¿Qué os dice eso a vosotros?

– A mí me dice muchas cosas -dijo Shively inclinándose hacia adelante sentado en el sillón de cuero-. ésta es mi especialidad.

Me dice que la verja se abre y se cierra electrónicamente desde el interior de la casa.

También me indica que probablemente el sistema de alarma sólo se extiende a la casa propiamente dicha.

Aunque de eso no podemos estar seguros.

Hay cientos de sistemas distintos.

Si esta Sharon tiene conectado el sistema de alarma con la verja de entrada, tropezaríamos con muchas dificultades.

Porque si manejamos indebidamente la unidad de alarma, se producirá un aviso silencioso de alarma que llegará hasta el cuartel general de la patrulla, desde donde transmitirán por radio una alerta a uno de los coches patrulla.