Por consiguiente, de eso tenemos que asegurarnos muy bien.
– Estoy totalmente contigo, Shiv -dijo Yost-. Tenemos que estar absolutamente seguros de cómo vamos a manejarlo.
No podemos dejar nada al azar, y tanto menos algo tan peligroso como un sistema de alarma. -Rebuscó un puro en el bolsillo de la chaqueta, lo desenvolvió, le mordió la punta y siguió pensando en el obstáculo.
Súbitamente se le iluminó el rostro-. ¡Oíd!, se me ha ocurrido una idea para que podamos verificar el funcionamiento tanto del sistema de alarma como del coche patrulla.
– Señaló a Malone con el puro-.
Necesito que me ayudes, Adam.
– Dime de qué se trata.
– La próxima vez que te traslades al puesto de observación, enfoca con los prismáticos el costado del coche patrulla.
Eso nos indicará el nombre de la empresa. Tú encárgate de eso y yo me encargaré de lo demás.
– Lo haré.
– Muy bien.
Después telefonéame a mi despacho para comunicármelo.
Y haré lo siguiente: llamaré a la empresa de coches patrulla, fingiré que soy un posible cliente, les facilitaré un nombre y una dirección falsas de Bel Air o tal vez la verdadera dirección de alguna casa cercana a la de Sharon.
Les diré que tengo una casa muy grande con mucho terreno y una verja de entrada -les describiré más o menos la propiedad de Sharon-, y les pediré cierta información preliminar acerca de los distintos sistemas que utilizan, cómo funcionan éstos, hasta qué extremo resultan seguros y cuánto pueden llegar a costar y les diré que quiero saber todo eso antes de concertar una cita en la que me puedan facilitar datos más concretos.
– ¿Y crees que colaborarán? -preguntó Brunner.
– Pues, claro, Leo, no tienen más remedio que mostrar interés por un posible cliente. En cualquier caso, soy muy hábil para vencer la resistencia de la gente. Es mi especialidad, ¿no? Conseguiré hacerles hablar.
De esta forma averiguaré si el principal sistema de alarma que instalan sólo protege la casa o está también conectado en cierto modo con la verja y valla exterior.
Si la protección se extiende a la verja y la valla, tendremos que inventarnos otro medio de entrar, si es que nos queda alguna otra alternativa.
Esperemos que la cerradura electrónica de la verja sea una unidad aparte, que no tenga nada que ver con el sistema de alarma interior.
Pero quiero asegurarme.
Lo habré resuelto para cuando volvamos a reunirnos.
– Sí, hazlo -dijo Shively-.
Porque si la verja es unidad electrónica aparte, yo podré encargarme de ella fácilmente. La desactivaré la noche anterior a la operación. Entonces podremos abrir la verja manualmente y entrar.
– Perfecto -dijo Malone sin dejar de tomar notas-.
Y yo podré proseguir la vigilancia de la propiedad desde ese punto elevado que he descubierto. De momento no me es posible hacerlo cada día. Pero dos semanas antes de la operación, podré hacerlo diariamente y casi con plena dedicación. Os tendré preparado también el horario de los jardineros. Y del coche patrulla. Y de cualquier otro tipo de visitantes que tengan por costumbre acudir con regularidad.
– Yo me uniré a ti cuando ya falte menos para el despegue -dijo Shively-. Cuatro ojos ven más que dos. Además, quiero echarle otro vistazo al objeto de nuestro afecto.
Malone estaba estudiando las preguntas que figuraban en la hoja mecanografiada que tenía delante.
– El escondite -dijo-.
Creo que es una de las cuestiones fundamentales que tenemos que resolver.
Cuando ya la tengamos en nuestro poder, ¿a qué sitio nos la llevaremos, a qué lugar aislado y seguro? Yost terminó de encender el puro y apagó la llama del fósforo.
– No será problema. ¿Recordáis que os dije que ya tenía pensado el sitio? Los demás asintieron para dar a entender que lo recordaban y esperaron pacientemente a que prosiguiera.
Desde detrás de una nube de humo, Yost les dijo:
– Hemos tenido suerte. No vais a creerlo. El escenario perfecto, como hecho a la medida para nuestra operación.
Sin darse la menor prisa, deseoso de adornar su participación, Yost empezó a referirse a su antigua amistad con un hombre llamado Raymond Vaughn, un afortunado ingeniero.
Cada año, hasta hacía un año, Yost y Vaughn solían organizar juntos excursiones de caza. Es más, sus hijos habían asistido a la misma escuela.
Este Vaughn siempre había sido muy partidario de huir de la ciudad y pasar prolongados fines de semana o vacaciones con su familia en algún lugar lejano y relativamente aislado.
Hacía cosa de unos ocho años, recorriendo una zona totalmente desértica y alejada en las Gavilán Hills, cerca de Arlington, California, Vaughn había descubierto un terreno con un descolorido y casi ilegible letrero de "En venta".
Vaughn llegó a la conclusión de que era un lugar ideal de vacaciones. Compró el terreno y, en dos años, utilizando rocas de granito y bloques de cemento, se había construido un refugio de ocho habitaciones, lo había amueblado por completo y le había instalado una fosa séptica y electricidad suministrada por una batería portátil.
Vaughn se había gastado una pequeña fortuna en aquel aislado escondite, y él y su familia habían podido gozar de aquella paz y comodidad durante dos o tres veces al año por lo menos.
Porque, a pesar de su aislamiento, el refugio de Vaughn sólo estaba a dos horas de coche del centro de Los ángeles.
– Hace poco más de un año -y ésa es nuestra suerte-mi amigo se fue de Los Ángeles -prosiguió Yost-. Su empresa firmó un importante contrato en Guatemala y a Vaughn le pidieron que supervisara el proyecto con gastos pagados, aumento de sueldo y bonificación.
Como es natural, no pudo negarse. Además, estaba deseando cambiar de ambiente. Alquiló su casa de Los Ángeles y se fue con su familia a la Antigua. Antes de hacerlo llegó a la conclusión de no vender el refugio de Gavilán Hills. De todos modos la venta no hubiera sido fácil porque es un lugar muy inaccesible.
Y me entregó las llaves a mí por si me apetecía utilizar el refugio durante la temporada de caza. Sólo me he trasladado allí una vez para asegurarme de que todo estaba bien cerrado y seguro. -Yost se detuvo, miró con expresión radiante a los demás y les hizo el regalo-. Bueno, pues es nuestro, nos está esperando -dijo-. Es como hecho a la medida.
Por allí no se acerca nadie jamás. No hay nadie que conozca siquiera su existencia.
– Alguien lo habrá construido -dijo Shively-. Deben saber su emplazamiento.
– Te aseguro que no lo sabe nadie -dijo Yost sacudiendo la cabeza-.
Vaughn lo construyó en buena parte con sus propias manos. Eso fue lo que más gracia le hizo. Utilizó rocas de granito que halló por la zona y algunos bloques de cemento que hizo traer para la construcción de las paredes maestras. De esta manera, eliminó la necesidad de trabajos de carpintería y revoque.
Instaló un pavimento de madera y lo recubrió con losetas de linóleum y alfombras. Para las paredes interiores utilizó paneles de madera. Utilizó un revestimiento de asfalto para el tejado y dentro dejó las vigas del techo descubierto y se limitó a pintarlo.
Ah, recuerdo que le ayudaron. Contrató los servicios de un par de "espaldas mojadas" mexicanos, al objeto de que le ayudaran.
Pero de eso hace años, y los mexicanos iban de paso y lo más probable es que no supieran qué lugar era aquél, y también es probable que haga mucho tiempo que hayan regresado a México o se encuentren en la cárcel.
No, Shiv, eso no me preocupa.
– ¿Y qué me dices de los inspectores de la construcción del condado? -preguntó Malone-. O de la posibilidad de que haya alguna factura de algún servicio de compañías de suministro.
– Estarás bromeando, Adam -repuso Yost riéndose-.
Oye, amigo mío, Vaughn lo construyó fuera de la vista y fuera del camino sin conocimiento de nadie. No lo supo ningún inspector. No hay tampoco compañías de suministro.