Quiere ser ella misma, no lo que creen los demás que es.
Por eso se rebela de vez en cuando.
Quiere afirmar su independencia y lo que efectivamente hace es decirle a la gente "yo soy yo".
Esta opinión mía la corrobora el hecho de haber ella declarado atrevidamente en público que prefiere a los hombres como nosotros y no ya a las deslumbrantes figuras con las que suelen asociarla.
A cada día que pase y a medida que avanza nuestro plan me voy sintiendo progresivamente más cerca de Sharon Fields tal como debe ser.
Porque a cada paso que damos me voy acercando más a ella.
Desde aquella decisiva reunión del Club de los Admiradores del sábado 17 de mayo en la que nos propusimos superar los problemas enumerados en la lista, nuestro proyecto ha abandonado el reino de los deseos y ha empezado a formar parte del reino de la realidad.
En lugar de atenernos a nuestra anterior costumbre de celebrar ocasionales y prolongadas reuniones, hemos empezado ahora a reunirnos con mayor frecuencia pero durante menos tiempo al objeto de facilitarles las cosas a los dos casados.
Además, nos está empezando a gustar eso de reunirnos más a menudo.
Puesto que nos proponemos un objetivo común, ha nacido entre nosotros un auténtico sentimiento de camaradería.
Y lo más significativo es que, en esta compleja maniobra, todo se está ensamblando perfectamente.
Repasaré brevemente nuestras actividades desde el pasado domingo hasta hoy, que estamos a sábado.
Nos hemos reunido dos veces, una en mi apartamento y la otra en el despacho del Perito Mercantil.
(Seré discreto al referirme a cada una de las personas y utilizaré un "nom de guerre" para designar a cada uno de los participantes en esta operación conjunta.) En resumen, éstos han sido los resultados de la pasada semana.
Tal como había prometido, el Agente de Seguros, haciéndose pasar por un acaudalado vecino de la zona que nos interesa y posible cliente, telefoneó a un servicio de seguridad llamado Patrulla Privada de Protección.
Yo le había facilitado el nombre de la empresa tras haberlo leído en el lateral de uno de los coches patrulla que vigilaban la zona.
Sea como fuere, el Agente de Seguros logró que el gerente de la empresa se mostrara muy deseoso de colaborar y de informarle por teléfono.
Claro que el Agente de Seguros posee una personalidad arrolladora e incluso cuando finge no hay quien se le resista éste debe ser indudablemente el motivo de que haya alcanzado tanto éxito en su profesión.
El Agente de Seguros supo que la Patrulla Privada de Protección sólo instala un tipo de sistema de alarma de seguridad en la zona que nos interesa.
Se trata de un sistema de alarma silenciosa. Sobre los goznes de las puertas de la casa se instalan unos diminutos controles metálicos llamados trampas, conectados con un transmisor central situado en algún lugar de la casa que puede ser la entrada de servicio o el garaje.
Estos mismos controles se instalan también en los marcos de las puertas ventanas.
Las demás ventanas están protegidas por una especie de pantalla con unos hilos entretejidos en su malla y conectados también con el transmisor central.
Cuando al salir de la casa o bien al irse a acostar, el propietario de la casa desea poner en funcionamiento el sistema de alarma, inserta una llave en una cerradura instalada en el costado de un armario, la gira y de esta forma la alarma queda en disposición de funcionar.
Si en tales circunstancias algún intruso pretendiera entrar en la casa, al abrir una puerta o ventana, rompería el circuito y transmitiría una alarma silenciosa al cuartel general de la patrulla.
Inmediatamente, el cuartel general se comunica por radio con uno de los coches patrulla y envía en seguida al lugar un vehículo conducido por un hombre armado.
Al preguntarle el Agente de Seguros si dicho sistema podía ser desactivado de antemano por parte de algún delincuente muy habilidoso, el gerente contestó que ello resultaría imposible.
En cuanto se manejaran los alambres o el transmisor central, se produce una alarma silenciosa.
Entonces el Agente de Seguros hizo la pregunta crucial.
Dijo que su casa estaba rodeada por un muro y que la entrada estaba constituida por una verja de hierro (describió con todo detalle la verja y la ordenación de los terrenos del Objeto).
Preguntó si el sistema de alarma que protegía la casa podía extenderse también al muro y a la verja.
Y le contestaron: "No, eso no lo hacemos. No es necesario. Estando la casa protegida por un sistema de alarma no hay motivo para que éste se extienda a la verja y la valla.
Si alguien forzara la verja o se encaramara a la valla no podría entrar en la casa sin que nosotros le detectáramos".
El Agente de Seguros fingió no estar totalmente convencido.
Explicó que unos vecinos suyos tenían verjas que se abrían y cerraban automáticamente.
¿Cómo se hacía eso? El gerente de la empresa de seguridad, deseoso de hacer gala de sus conocimientos, le explicó detalladamente la operación.
"En realidad, se trata de algo muy sencillo.
No tiene nada que ver con nuestro sistema de alarma silenciosa pero nos encantaría instalárselo si ése es su deseo.
Se reduce a un simple interfono instalado junto a la verja que comunica con el interior de la casa.
El visitante se identifica y alguien del interior de la casa comprime un botón que activa electrónicamente un motor instalado detrás de uno de los pilares de la verja.
Entonces un mecanismo de brazo rígido o bien de cadena conectado con el motor de transmisión abre automáticamente la verja, permite la entrada al visitante y la vuelve a cerrar automáticamente".
Es decir, que ahora ya conocemos los dos sistemas que se utilizan en la residencia del Objeto y, tras comunicárnoslo el Agente de Seguros, el Mecánico, que es muy hábil en el manejo de todo tipo de maquinarias, descubrió inmediatamente el medio de abrir la verja.
Nos explicó (personalmente no estoy familiarizado con estas cosas y espero haberlo entendido bien) que todos los diseños de motor poseen en su sistema de engranaje un mecanismo de embrague y desembrague.
Queda bloqueado cuando la puerta automática tropieza con un obstáculo como, por ejemplo, un vehículo que no haya terminado de entrar.
Entonces el sistema hace inmediatamente marcha atrás.
"Lo único que tendré que hacer cuando llegue el momento -dijo el Mecánico-será traerme una buena herramienta cortadora, escalar la valla, llegar hasta el motor y cortar el candado que habrá probablemente en la cubierta del motor.
Entonces meto la mano y suelto el embrague.
De esta forma se desembraga el engranaje del motor y éste pasa a convertirse en un sistema de rueda libre.
Tras lo cual podré abrir manualmente la maldita verja. Por consiguiente, no habrá problema. Me parece que ya tenemos resuelta la cuestión de la entrada".
Había otra cosa que el Agente de Seguros tuvo el buen acierto de comentar con el gerente de la empresa. Le preguntó, acerca del horario de los coches patrullas.
Le dijeron que, al precio de la instalación del sistema de alarma silenciosa, que ascendía a 2.000 dólares, se añadían 50 dólares mensuales a cambio de la vigilancia del sistema de alarma desde el cuartel general.
"No obstante, existe un servicio complementario -dijo el gerente-que suelen utilizar todos nuestros clientes. A cambio de otros 50 dólares mensuales, enviamos uno de nuestros coches patrulla a vigilar su residencia tres veces al día.
Una vez por la mañana, otra por la tarde y otra por la noche".
El miércoles pasado, al rayar el alba, el Agente de Seguros y el Mecánico se trasladaron en el Buick del primero, con una carretilla en la parte de atrás, al refugio de Más a Tierra al objeto de cronometrar el tiempo del viaje, supervisar los alrededores y comprobar el estado de las cosas que hay en el refugio.