Todos los grandes símbolos sexuales femeninos de la época moderna han gustado de ir sin nada debajo.
He leído que Jean Harlow jamás utilizaba ropa interior.
Gustaba de excitar a los hombres.
Marylin Monroe tampoco llevaba nada debajo del vestido.
Quería que los hombres la quisieran.
Sharon Fields hace exactamente lo mismo.
Afirma que, independientemente de lo que viste por fuera -blusa y falda, vestido o traje pantalón-, raras veces lleva debajo sujetador, bragas o faja.
En su caso, el motivo no es el de provocar a los hombres.
Prefiere ir desnuda debajo.
Sus amigos afirman que prefiere esta moda porque es una persona natural y sin inhibiciones que no cree en la gazmoñería falsa.
Dicen que, si pudiera, prescindiría también de las prendas exteriores.
Es una mujer distinta a todas las demás mujeres de la tierra y la idea de poder llegar a conocerla íntimamente me obsesiona a todas horas.
Los otros tres componentes del grupo piensan lo mismo aunque sin comprenderla tan a fondo ni sentir por ella la misma pasión que yo siento.
Desde el último domingo, nuestro grupo ha celebrado tres reuniones, todas ellas muy breves, para poder ir conjuntando las cosas.
Una de las reuniones tuvo lugar en mi apartamento, la segunda en un reservado del fondo del bar de la Linterna, del All-American Bowling Emporium, y la tercera en el despacho del Perito Mercantil.
Las cosas van progresando mucho.
La suma total de nuestros esfuerzos de esta semana es la siguiente: Estuve vigilando en mi puesto de observación y comuniqué al grupo todo lo que había observado y detectado en el transcurso de los seis días consecutivos de vigilancia.
El Objeto efectuó el paseo matinal todas las mañanas sin falta.
Hubo una sola ocasión en que no recorrió toda la distancia hasta la verja.
Aquella mañana se detuvo a cosa de unos diez metros de ella.
En tales paseos sólo iba acompañada por su terrier Yorkshire.
Pude confirmar que un coche patrulla con un conductor uniformado pasó junto a la propiedad todas las mañanas entre diez y diez y media y todas las tardes entre las tres y las cuatro.
Además, el jardinero señor Ito y sus dos hijos acudieron a la propiedad dos veces.
El miércoles a eso de la una de la tarde y otra vez hoy sábado a la misma hora.
Trabajaron en el jardín por espacio de unas tres horas.
He prometido a los demás que seguiría vigilando sin desmayo la semana que viene.
Una información muy interesante del Agente de Seguros y el Mecánico.
El jueves al amanecer se trasladaron de nuevo al lugar Más a Tierra.
La duración del viaje fue menor todavía.
Llegaron al punto de transbordo en una hora y cincuenta y tres minutos.
Dejaron el Buick y subieron al cacharro, que funcionó muy bien, llegando a su destino final al cabo de dieciocho minutos.
Sólo he anotado el tiempo de duración del viaje, no el empleado en el translado de los suministros de un vehículo a otro.
Creo que en eso debieron invertir cosa de un cuarto de hora si bien ninguno de ellos lo cronometró con exactitud.
El primer cometido que decidieron abordar al llegar a Más a Tierra fue la reparación de la avería de la planta eléctrica portátil.
Tras fracasar varias veces, el Mecánico consiguió al final reparar la avería de la caja principal de los interruptores.
Después llenaron parcialmente el depósito de combustible con la gasolina que habían traído consigo en bidones.
Gracias a ello, pudo utilizarse todo lo que funcionaba por medio de electricidad.
Funcionaron las luces, la nevera, la pequeña cocina, la lavadora y la secadora.
Sin embargo, el Mecánico nos dijo que tendríamos que mostrarnos cautos en la utilización de la electricidad.
Si utilizáramos de golpe todos los aparatos, necesitaríamos 11.
110 watios y el generador portátil sólo puede producir 8.
110 watios.
Por consiguiente, no deberemos utilizar más que la mitad de las lámparas de pared o sobremesa.
Podemos mantener constantemente encendida la nevera.
Pero no podemos utilizar jamás al mismo tiempo la lavadora, la tostadora, la plancha y el aparato de televisión, porque éstos consumirían aproximadamente 3.
110 watios.
Nos hará falta mucha más gasolina de la que habíamos pensado para el generador subterráneo, sin contar el cacharro, que no tenemos intención de utilizar gran cosa una vez nos encontremos en el refugio.
Dado que estamos preparando unas largas vacaciones en una zona alejada, nos hemos alegrado mucho de saber que los Vaughn se dejaran el aparato de televisión conectado con una antena montada sobre un poste de aluminio clavado en lo alto de una colina situada detrás del refugio a una altura de unos quince metros por encima de la casa.
El Mecánico se mostraba partidario de que quitáramos la antena aunque ello nos costara privarnos del uso del aparato de televisión.
Le preocupaba que pudiera verse desde el aire.
Además, consideraba que el Objeto ya constituiría para nosotros motivo de suficiente distracción sin que a nadie le hiciera falta mirar la televisión.
El Agente de Seguros dijo que la antena la ocultaban parcialmente dos frondosos árboles y que a algunos de nosotros nos gustaría poder disfrutar de la televisión por lo menos de vez en cuando.
Es más, el Agente de Seguros se mostró partidario de traer otro aparato.
Al final se resolvió la cuestión de la conservación de la antena por un voto a favor.
El Perito Mercantil ofreció prestarnos un pequeño aparato portátil que tenía en el despacho.
En el transcurso de este segundo viaje se trasladaron a Más a Tierra los suministros más imprescindibles.
En el congelador de la nevera se guardaron algunos alimentos congelados.
En los estantes de un armario de la cocina se guardó el contenido de toda una caja de alimentos en conserva que yo "pedí prestada" del almacén de mi supermercado.
En la tercera habitación se dejaron dos sacos de dormir.
Como es natural, serán necesarias otras muchas cosas para cinco personas.
El Agente de Seguros y el Mecánico decidieron realizar un nuevo viaje al refugio la semana que viene.
En el transcurso de este viaje irán en vehículos separados y el Mecánico dijo que le pediría prestado un remolque a un amigo y que lo engancharía a su automóvil.
Hicimos una lista de todo lo que pudiera hacernos falta, desde bidones de gasolina a distintos artículos alimenticios, y acordamos quién pediría prestado o robada los distintos artículos, decidiendo guardar de momento las provisiones en la habitación del Mecánico en Santa Mónica.
El Agente de Seguros nos refirió los detalles de su enfrentamiento con su esposa a propósito de sus vacaciones de junio.
Se inventó una tremenda historia acerca de unos posibles clientes muy adinerados que le habían invitado a una excursión de pesca de dos semanas al río Colorado, afirmando que no podía negarse so pena de ofenderles.
Le dijo a su mujer que, mientras él estuviera ausente, reservaría habitación para ella y los niños en un motel de la playa de Balboa.
Nos confesó con toda sinceridad que se había producido una violentísima escena.
Su mujer protestó por el hecho de que la dejara sola con aquellos pequeños salvajes mientras él se iba a cazar mujeres con sus amigotes.
Pero él se mantuvo en sus trece, nos dijo, y no cedió ni siquiera al rogarle ella que redujera las vacaciones a una sola semana.
Le dijo que lo hacía por ella, porque la venta de aquellos programas de seguros podría permitirles saldar las deudas.
Se mantuvo en sus trece y, gracias a Dios, su mujer se dio al final por vencida.
Siempre que pienso en el matrimonio, el temor de poderme ver metido en tales conflictos -inevitables cuando se juntan dos personalidades distintas, de ambientes distintos y con distintos genes en la esperanza de que formen una unión de por vida-me acobardo sin poderlo remediar.