– Un momento, a ver si lo entiendo -dijo Yost intentando tragarse el último bocado de comida-. ¿Dices que nuestra chica se va dentro de tres días en lugar de dentro de una semana, contando a partir de mañana?
– Exactamente -repuso Malone asintiendo-. Lo cual significa que, de repente, tenemos que cambiarlo todo y modificar el programa si no queremos que nuestro proyecto quede en agua de borrajas. Por lo que a mí respecta, soy flexible.
Lo podré arreglar. Estoy dispuesto a hacerlo con cinco días de adelanto. Pero estaba preocupado por vosotros. Por eso teníamos que reunirnos inmediatamente, porque, si decidimos seguir adelante, no tendremos tiempo que perder.
Yost empezó a hablar entrecortadamente, como si pensara en voz alta.
– Si se va dentro de tres días. Eso significa… significa… que tendremos que llevárnosla pasado mañana.
– Exacto. El miércoles por la mañana -dijo Malone.
Yost apartó lentamente a un lado el plato de papel vacío.
– Mira, siempre hemos sido sinceros los unos con los otros. No es el momento de que dejemos de serlo. Por consiguiente, os diré que por lo que a mí respecta no veo la forma de arreglarlo. Tengo una serie de visitas concertadas para esta semana. Tengo previsto salir con mi mujer y los niños este fin de semana.
¿Ahora tendría que dejarlo todo para marcharme pasado mañana? Bastante trabajo me ha costado conseguir que mi señora me concediera el permiso para dentro de una semana. ¿Pasado mañana, así por las buenas? Se pondría hecha una furia.
– ¡Tonterías! -exclamó Shively-. Sabes muy bien que son tonterías, Howie.
– ¿Qué quieres decir?
– Eres lo suficientemente listo como para inventarte cualquier excusa que te permita tomarte las dos semanas de vacaciones esta semana en lugar de la próxima.
Te sacaste de la manga la inverosímil historia de irte a pescar con dos clientes ricos dentro de una semana contando a partir de mañana.
Pues ahora vas y dices que esos ricachos hijos de puta han decidido marcharse pasado mañana. Podrás conseguir que se lo trague. Yo estoy con Adam.
Puedo apañármelas. Soy partidario de que nos llevemos a Sharon el miércoles por la mañana y sanseacabó.
– No, Shiv, espera, sé razonable -le suplicó Yost-. Tal vez para ti sea fácil dejar plantado a tu jefe, porque no tienes esposa e hijos que te lo impidan. Pero Leo y yo tenemos que hacer frente a otras personas aparte del trabajo. -Vaciló y después prosiguió-: Mira, no propongo que abandonemos el proyecto. Lo único que digo es que lo aplacemos por breve tiempo. Tú sabes, y yo sé, que volverá muy pronto. No hay motivo para que no podamos esperar y resucitar lo que…
Malone le interrumpió: -Dudo que podamos resucitarlo. Estoy seguro de que se quedaría en agua de borrajas.
En estos momentos ya estamos lanzados.
– Dentro de uno o dos meses conseguiríamos reemprenderlo con el mismo entusiasmo -insistió Yost-.
Es más fácil aplazar el plan que lanzarnos de repente a un proyecto arriesgado para el que no estamos plenamente preparados.
– Pero es que "estamos" preparados, tan preparados como podamos llegar a estar -dijo Malone-.
No tenemos que planear ni organizar nada. Todo está listo y a punto. Estamos tan en condiciones de hacerlo pasado mañana como dentro de una semana.
– Quiero decir desde el punto de vista psicológico, Adam -dijo Yost sin dar el brazo a torcer-, no estamos preparados desde el punto de vista psicológico. -Buscó un aliado-. ¿No te parece lógico lo que digo, Leo? El aliado respondió favorablemente.
– Estoy totalmente de acuerdo contigo, Howard -dijo Brunner con vehemencia-.
No me gusta intervenir en un juego cuyas reglas hayan cambiado de la noche a la mañana. Sería un error. Sí, psicológicamente sería un error.
Shively se puso en pie perdiendo los estribos. -Iros a la mierda con vuestro "error psicológico".
Aquí lo único que ha cambiado es que estáis sufriendo un ataque de "mieditis". Ambos os habéis acobardado a última hora. ¡Confesadlo!
Todas las cabezas se volvieron inexplicablemente hacia Brunner. El perito mercantil permanecía sentado muy erguido, con la nariz arrugada, mientras las gafas se le movían imperceptiblemente sobre el caballete de la nariz y su calva mostraba el primer brillo de sudor.
– Bueno, Leo -dijo Shively-, ¿lo confiesas? Brunner se removió inquieto.
– Sería… sería un necio si no me mostrara sincero con vosotros en una crisis como ésta. Hemos permanecido demasiado unidos en estas últimas semanas para que ahora nos andemos con evasivas.
Sí, este último fin de semana, al irme percatando de que se estaba acercando el momento, empecé a reflexionar acerca de mi intervención en este proyecto. Sí, lo reconozco. Mirad, durante todas estas semanas he procurado reprimir mis dudas, he procurado seguiros la corriente porque -¿cómo lo diría?-, porque supongo que se me antojaba algo irreal, una especie de maravilloso sueño, una fantasía sobre la que resultaba agradable hacer conjeturas pero que jamás podría hacerse realidad.
Sin embargo, al irnos acercando a la puesta en práctica de la fantasía, he empezado a comprender que os lo habíais tomado muy en serio, que estabais convencidos de ello.
– Tienes razón al decir que estábamos convencidos -dijo Malone serenamente-. Debieras haberlo comprendido porque estaba muy claro. Accediste a colaborar. Viste lo que estábamos haciendo.
El escondite del refugio. Las provisiones. La camioneta. Los disfraces. ¿Acaso no era eso real para ti?
– Sí, lo sé, Adam -repuso Brunner suspirando-. Y, sin embargo, jamás lo consideré un hecho real. Era como un juguete y todo eso era un juego, una distracción, una especie de medio de relajación que nada tenía que ver con la vida propia de unos adultos. Hasta ahora, todas nuestras conversaciones acerca del proyecto, todos los planes, todos nuestros sueños se me habían antojado una escapada a una historia detectivesca y sexual de mentirijillas. ¿Lo comprendéis?
Nadie le contestó. Brunner procuró sonreír para ganarse su simpatía, para hacerles comprender su punto de vista de tal forma que pudiera seguir conservando su amistad.
– Lo que quiero decir es que me he dejado atrapar en todo ello y he llegado tan lejos porque me resultaba divertido y agradable y apreciaba la fraternidad que se ha producido a raíz de nuestros encuentros.
Pero en cierto modo, en mi fuero interno, sabía que jamás iba a suceder. No podía suceder. Jamás olvidaba el hecho de que éramos personas adultas. Somos hombres respetables. Siempre nos hemos comportado como personas normales. Respetamos las leyes, pagamos impuestos, nos ganamos honradamente la vida, vivimos serena y honradamente. No somos de los que van y secuestran a una famosa actriz y la retienen por la fuerza intentando seducirla… no, la gente como nosotros no hace estas cosas. Eso sería una locura, Iba… iba a decíroslo en nuestra próxima reunión. Me alegro de haber podido hacerlo hoy. -Parpadeó de nuevo buscando la comprensión de los demás-.
No me cabe duda de que lo entendéis. Hablar de un proyecto de este tipo es una cosa, pero intentar efectivamente ponerlo en práctica es una locura.
Con las manos apretadas en puño, Shively se acercó a Brunner en actitud amenazadora. Se quedó de pie al lado del perito mercantil sin poder contener su furia.
– Maldita sea, nosotros no estamos locos. ¡El loco eres tú! Estás completamente chiflado. Estás tan acostumbrado a no ser nada que no puedes creer en los hombres que quieren ser algo.
Contemplando la escena con arrobamiento, Adam Malone experimentó una sensación de "dejá vu", como si ya hubiera presenciado antes una escena semejante interpretada también por Shively y Brunner, hasta tal punto que lo que estaba aconteciendo llegó a parecerle menos violento e inquietante de lo que era, gracias a que se trataba de algo ya conocido.
No obstante, prestaba atención porque del resultado de lo que estaba ocurriendo dependería el éxito o el fracaso del proyecto.