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Leo Brunner había conseguido finalmente sintonizar con su programa de concursos preferidos y se había acercado al aparato para subir el volumen cuando, de repente, se produjo una insólita interrupción en la pantalla.

Estaba escuchando las voces roncas y las graciosas payasadas de los participantes cuando súbitamente, tanto los presentadores como los concursantes, fueron sustituidos por un letrero colgado de la pared de otro estudio.

En el letrero podía leerse: “Noticiario local”. Después se escuchó la incorpórea voz de un locutor.

"Interrumpimos nuestro programa habitual para facilitarles una noticia en exclusiva de nuestro célebre comentarista. Sky Hubbard".

Sin experimentar la menor curiosidad y enojado por aquella interrupción, Leo Brunner fue a apagar el aparato. Pero, antes de que pudiera hacerlo, apareció en la pantalla un primer plano de Sky Hubbard sobre el trasfondo de una maravillosa fotografía de Sharon Fields, ataviada con uno de los trajes que había lucido en su más reciente película.

Brunner retrocedió con aire ausente y se sentó aturdido esperando la noticia.

El conocido comentarista empezó a hablar casi en voz baja y con una sombría expresión en el rostro.

"Les facilitamos ahora en exclusiva una noticia de interés nacional que estremecerá y helará la sangre de todos los norteamericanos.

A través de una fuente autorizada del Departamento de Policía de Los Angeles, acabamos de saber que la mundialmente famosa actriz cinematográfica Sharon Fields ha sido víctima de un secuestro.

Se nos dice que en estos momentos la policía de Los Angeles está utilizando todos los recursos de que dispone y el contingente de todas sus fuerzas con vistas a la resolución de este caso. No se conocen más detalles de este terrible delito. El día y la hora en que Sharon Fields fue secuestrada, los medios a través de los cuales se ha establecido contacto, con las personas más allegadas a Sharon Fields, las exigencias del rescate, todos estos detalles aparecen envueltos en el máximo secreto.

Repetimos, lo único que se sabe con toda seguridad es que Sharon Fields ha sido secuestrada, y que los oficiales encargados del mantenimiento de la ley y el orden en el sur de California están organizando la más grande operación de búsqueda de los últimos tiempos".

Brunner contemplaba la pantalla con una mezcla de incredulidad y horror. Después, como galvanizado de repente, se puso en pie de un salto y llamó a gritos a sus compañeros.

Corrió al comedor y al pequeño dormitorio, y aquí encontró a Malone que ya se había levantado al escuchar sus gritos.

– ¡Lo han averiguado, lo han averiguado! -chilló Brunner-.

Sharon Fields ¡saben que ha sido secuestrada! Segundos más tarde, tras haber arrastrado al salón al desconcertado Malone, Brunner vio a Shively cruzando el porche.

Quiso correr a la puerta para llamarle pero, alertado por el barullo, Shively ya estaba entrando en la estancia. Con las gafas medio caídas y sin poder hablar, Brunner empezó a brincar ante el tejano y, al final, logró encontrar las palabras.

– Se ha anunciado, lo han dicho por las ondas, en el noticiario, lo acabo de oír, acaban de decirlo.

– Maldita sea, ¿quieres calmarte y hablar como es debido?

– En el noticiario -dijo Brunner jadeando-. ¡Acaban de anunciar que Sharon Fields ha sido secuestrada! ¡La policía ha empezado a buscarla!

– ¿De qué demonios está hablando el viejo? -le preguntó Shively a Malone-. ¿Tú has oído algo?

– No, acabo de entrar, espera, van a repetir un importante comunicado, ahí está Sky Hubbard, tal vez podamos averiguarlo.

Los tres hombres se apiñaron alrededor del aparato de televisión. Sobre el trasfondo de una fotografía de Sharon Fields, Sky Hubbard había vuelto a tomar la palabra.

"Para los espectadores que acaban de sintonizar con nosotros, comunicamos en exclusiva la noticia que hemos obtenido a través de una fuente autorizada del Departamento de Policía.

Hemos sabido que la bellísima y mundialmente famosa estrella cinematográfica e ídolo de millones de personas, la inimitable Sharon Fields, ha sido secuestrada.

Se la mantiene prisionera a cambio de un rescate, y ha sido presentada una denuncia a la policía de Los Angeles, que en estos momentos ha tomado cartas en el asunto.

Si bien las circunstancias que rodearon el delito se hallan todavía envueltas en el misterio, se sabe que se ha efectuado un despliegue de todos los medios disponibles al objeto de organizar una de las mayores cazas al hombre de la época moderna.

Desde el secuestro del hijo de los Linbergh en Hopewell, Nueva Jersey, en 1932, jamás se había producido un secuestro de una persona tan querida y admirada."

Brunner corrió hacia el aparato y lo apagó.

– ¡No quiero oír más! -gimió y se volvió hacia los demás chillando histéricamente-. ¡Nos van a encontrar! ¡Tenemos que marcharnos de aquí en seguida, librarnos de ella, soltarla, tenemos que marcharnos de aquí, largarnos, desaparecer!

Shively extendió ambas manos y agarró a Brunner por la pechera de la camisa, zarandeándole y levantándole casi en vilo.

– ¡Cállate, estúpido, calla la maldita boca!

Al verse amenazado, Brunner enmudeció.

– Así está mejor -dijo Shively soltándole-. No sé cómo se habrá averiguado esta historia pero no basta para perjudicarnos. Si hubiera habido algo más, nos hubiéramos enterado. Por consiguiente, tranquilizaos y escuchadme.

Que alguien le haya hablado del secuestro a este tío de la televisión no significa que se sepa quién lo ha hecho ni dónde estamos. ¿Cómo podrían saberlo? No pueden.

Estamos tan a salvo como antes. Nos quedaremos aquí hasta que Howie regrese con el dinero. Cuando tengamos la pasta en nuestro poder, podremos largarnos.

– ¿C-cuándo? -preguntó Brunner.

– Te digo que te calmes. Esta noche. Nos repartimos el dinero y nos largamos esta misma noche. ¿Estás ya más tranquilo?

– S-sí.

– Y será mejor que no apaguemos el aparato -le dijo Shively a Malone.

– Será mejor -repitió Malone dirigiéndose al aparato.

Shively miró a su alrededor y vio que Brunner estaba retrocediendo y se disponía a abandonar la estancia.

– Pero, ¿a dónde vas? -le preguntó con aspereza.

Brunner empezó a temblar y le señaló el comedor con el dedo.

– A la cocina, a la cocina, será mejor que me prepare un trago fuerte.

– Muy bien, hazlo y, cuando hayas terminado, vuelves aquí en seguida para que podamos vigilarte.

– Sí, sí -dijo Brunner-, vuelvo en seguida.

Shively contempló a Brunner mientras éste salía de la estancia y sacudió la cabeza.

– Será tonto.

Malone había acercado una silla al televisor.

– Eso no me gusta nada, Kyle.

– A mí tampoco -dijo Shively acercándose también una silla-. Pero, si procuras no perder la cabeza, comprenderás que nada ha cambiado. Se ha divulgado la noticia.

La han secuestrado, ¿y qué? Es lo único que saben. Estamos a salvo hasta esta noche. Podremos marcharnos de aquí sin dificultades y con los bolsillos llenos, pero sólo si no perdemos la cabeza.

– Vuelve Sky Hubbard -dijo Malone señalando la pantalla-. Vamos a ver qué dice.

Sky Hubbard repitió una vez más la noticia.

Shively soltó un gruñido.

– Las mismas tonterías de siempre. No tienen ni la menor idea. No hay motivo para que nos preocupemos.

– Creo que tienes razón -dijo Malone.

Shively miró a su alrededor.

– Oye, ¿dónde demonios se ha metido este atontado? ¿Dónde está Brunner?

– Probablemente llenándose el depósito.

– Le he dicho que volviera en seguida -dijo Shively levantándose-. Voy a encargarme de que cumpla la orden.

Shively se dirigió a la cocina. No había trazas de Brunner. Le buscó en el cuarto de los trastos y después en el cuarto de baño Sin trazas de Brunner. Se dirigió después al dormitorio más pequeño. Vacío. Cruzó a toda prisa el salón y avanzó por el corredor.