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Y, según dicen, aquí lo que importa es ganar tiempo si es que queremos volver a ver alguna otra película de Sharon Fields. ¡Date prisa, tenemos que comunicar que sabemos dónde se encuentra!

Con los pies doloridos, asustado, rezando para que el regreso de Yost le permitiera disponer de un aliado, Adam Malone subió los peldaños de Más a Tierra esperando, contra toda esperanza, que no tuviera que enfrentarse con Kyle Shively.

Pero, al entrar en el vestíbulo, vio a Shively y vio que Shively le había visto.

Shively le dirigió inesperadamente una mirada enfurecida, se levantó y apagó el televisor.

Sin poder escapar a Shively, Malone se dirigió a regañadientes hacia el salón.

Shively se volvió inmediatamente con las facciones alteradas por la rabia y las manos cerradas tan fuertemente en puño que parecían exangues.

Malone ya había visto a Shively enojado en otras ocasiones pero nunca le había visto en aquel estado. Presintiendo lo peor, Malone no esperó a que hablara su compañero.

– ¿Qué sucede, Shiv? ¿Te ocurre algo?

– Howie Yost -repuso Shively con voz enronquecida-. No volverá.

– ¿Qué estás diciendo?

– Lo acaban de decir en la televisión. Estos hijos de puta que trabajan para ella nos han traicionado con todas las de la ley. Nos han delatado a la policía. Han hablado. Le han tendido a Howie una emboscada y le han pillado en el momento en que recogía el botín.

Le han atrapado cuando se disponía a regresar a la camioneta. Los policías llegaron hasta allí en helicóptero. Le rodearon y acorralaron para apresarle vivo.

La habitación empezó a dar vueltas. Malone se agarró al respaldo de una silla.

– No, no es posible.

– Sí lo es -dijo Shively enfurecido mostrando la dentadura-. Pero no lo han conseguido. Hay que reconocerle a Howie este mérito; se ha pegado un tiro menos mal, se ha pegado un tiro para que no le apresaran. Eso nos salva. Hemos perdido el botín pero podremos salvar el pellejo.

El aturdido Malone no podía dar crédito a sus oídos.

– ¿Howie “muerto”? ¿Estás seguro? No es posible.

Los amigos de Sharon no hubieran.

– Lo han hecho, maldita sea, ya te dije que lo harían. Acabo de verlo. En la televisión han mostrado imágenes aéreas de los policías que actuaban en Topanga.

Después han mostrado cómo sacaban las dos maletas marrones y el cuerpo de Howie en una camilla cubierta por una manta para su traslado a una ambulancia. Han entrevistado a un hijo de puta de uniforme que no ha querido revelar el nombre del muerto hasta que la noticia se comunicara a su familia, pero ha reconocido que era uno de los secuestradores implicados en el secuestro de Sharon Fields.

Y después ha salido otro y ha anunciado que el muerto era un agente de seguros de Encino llamado Howard Yost, y han dicho que la policía esperaba poder descubrir a sus cómplices, a los demás componentes de la banda de secuestradores.

Malone procuró sobreponerse, pero la habitación seguía dando vueltas a su alrededor.

– ¿Qué nos ocurrirá?

– Nada, ni la menor cosa -contestó Shively secamente-. Saldremos con bien siempre y cuando Brunner o la chica no nos señalen con el dedo.

Malone se esforzó por centrar los ojos en la amargada y tensa figura del tejano y tragó saliva.

– Brunner -dijo-. Sabes muy bien que Brunner no va a señalar a nadie con el dedo. He… -Malone no pudo contenerse por más tiempo-. Acabo de tropezarme con su cuerpo.

Si esperaba que Shively reaccionara, éste no lo hizo. Sin dar muestras de la menor emoción Shively le dijo:

– A veces hay que hacer ciertas cosas para protegerse. Si tú no miras por ti, ¿quién va a mirar?

Hubiera querido decirle a Shively muchas cosas pero ahora le parecía que todo carecía de importancia y la mayoría de ellas se le habían olvidado a causa del temor. Miró a Shively, y éste se le antojó un niño cruel y perverso que no podía evitar ser como era, y con el que no era posible razonar.

Malone se limitó a decirle débil e inútilmente:

– No debieras haberlo hecho, Shiv. No debieras haberle matado. Era inofensivo. No hubiera hecho daño ni a una mosca.

Pareció como si Shively no le hubiera escuchado, éste se dirigió a la silla que había frente al televisor y sacó algo que guardaba en el bolsillo de la chaqueta.

– En nuestras circunstancias -oyó que le decía-, no se pueden correr riesgos ni dejar en libertad a nadie que pueda señalarte con el dedo. Se volvió y Malone pudo ver entonces qué es lo que había sacado.

Sostenía en una mano una fea y pesada pistola, y con la otra estaba comprobando el cilindro.

Era el Colt Magnum 44, con las empuñaduras de nogal que Malone ya había visto en otra ocasión. La contemplación del arma indujo a Malone a adelantarse como hipnotizado hasta encontrarse casi cara a cara frente a Shively.

Malone apartó la mirada del arma y la posó en las endurecidas facciones del rostro de Shively.

– ¿Qué estás haciendo, Shiv?

– Preparándome para asegurarme de que tú y yo estamos a salvo. Howie Yost se ha ido. A Brunner ya le hemos quitado de en medio. Ya no tenemos que preocuparnos por ellos. Entre nosotros y la libertad sólo se interpone la chica.

Malone le miró aterrado y sin poderlo creer. Sus más íntimos temores se estaban haciendo realidad.

– No, Shiv -dijo con voz temblorosa-. No, eso no. Es inocente. No ha hecho nada contra nosotros. No puedes, Shiv.

– Puedo y voy a hacerlo -repuso Shively perversamente-porque ella y su gente pueden hacer muchas cosas contra nosotros. Pueden crucificarnos.

Este hijo de puta de Zigman nos ha traicionado. Nos ha metido en un buen lío. Es el único responsable, él es quien ha antepuesto el dinero a su vida.

Ha quebrantado su promesa y ha sido el responsable de la muerte de Howie. Nos ha delatado. Pues, bueno, si él no ha cumplido su promesa, no tenemos nosotros por qué cumplir la nuestra. Le advertimos que, si nos delataba, la perdería.

– Tal vez no haya sido así -dijo Malone con voz suplicante.

– No me importa cómo haya sido. Yo sólo sé lo que ha ocurrido.

Y sé otra cosa.

Si su gente la encuentra con vida, los que van a morir seremos nosotros, no ella. Les conducirá directamente hasta la mujer de Brunner, que tal vez le oyera mencionar a Leo nuestros nombres en alguna ocasión. O tal vez conduzca a la policía directamente hasta nosotros.

Esta tía es probable que sepa más de lo que pensamos. No quiero correr ningún riesgo. Yo no quiero dejar mi vida en sus manos.

Apretó firmemente el arma y miró a Malone.

– No hay alternativa, muchacho, ¿acaso no lo comprendes? Lo hago también por ti.

Cuando haya muerto, todo eso será como si jamás hubiera ocurrido porque no habrá nadie que pueda decir que ocurrió.

Jamás tendremos que volver a preocuparnos. Podremos seguir viviendo. Todavía nos queda mucha vida por delante. Pero no podremos vivirla mientras esta perra esté viva y pueda señalarnos con el dedo.

Fue a adelantarse pero Malone extendió el brazo en un esfuerzo desesperado por impedirle el paso.

– No permitiré que la mates, Shiv. No puedes ejecutarla. No tenemos ningún derecho a quitarle la vida a nadie. Bastantes muertes ha habido ya.

– Apártate de mi camino.

– Shiv, sé razonable. Escúchame. Yo soy el responsable de toda esta situación. Yo me la inventé. Es mía.

Tú te uniste a mí por casualidad. Ya has conseguido bastante. No tienes derecho a hacer más. Yo soy responsable de la seguridad de Sharon Fields.

No puedes destruir lo que es mío. No te lo permitiré.

Mientras forcejeaba en un intento de impedir que Shively abandonara la estancia, notó súbitamente un objeto duro, comprimido contra sus costillas. Hizo una mueca y bajó la mirada.

Shively le estaba encañonando con la pistola y mantenía el índice apoyado sobre el gatillo.

– Muchacho, o estás de su lado o estás del mío. Dispongo de suficientes municiones como para despanzurrar a un oso.