Выбрать главу

Él se sumergió rápidamente en el agua, para refrescarse y para esconderse al mismo tiempo. Entonces, una pareja pasó al borde de la piscina, de la mano, aunque ninguno de los dos los miró.

– Hemos estado muy cerca.

– Nosotros lo estuvimos más -replicó él.

– ¿Y eso te molesta? -preguntó Juliette. Doug se pasó una mano por el cabello húmedo, lleno de frustración, pero no contestó-. Que haya intimidad entre nosotros y tu fantasía… ¿Tienen que excluirse mutuamente?

– No estoy seguro.

– Yo sí. Dijiste que necesitabas ver que podías anteponer las necesidades de una mujer a las tuyas. Eso es lo que has hecho conmigo. Físicamente, te alejaste de mí cuando estaba claro que tu cuerpo prefería quedarse. Emocionalmente también lo has hecho. Has escuchado todas mis historias y medias respuestas sobre mi antiguo prometido y mi familia sin pedirme nada más.

– Tampoco es que te conozca completamente.

– Te he hablado de mi miedo por las tormentas y sobre la casa que mi padre construyó en el árbol. Tú has admitido que te adoptaron y me has dicho que pasaste mucha hambre en las calles. No creo que se pueda comparar.

– Tal vez no, pero tú escuchaste todo lo que te dije y lo comprendiste sin emitir juicio alguno.

– Eso no me resultó nada difícil porque me interesas -dijo Juliette, mientras se dirigía al borde de la piscina.

– ¿Adonde vas?

Con mucho trabajo, Juliette consiguió salir del agua. Al sentir la brisa sobre su piel, se echó a temblar.

– Vuelvo a mi bungaló para darme una larga y cálida ducha.

– Eso me parece una idea estupenda…

Al ver el modo en que se le habían dilatado las pupilas, Juliette comprendió que tenía los mismos anhelos de ella. La joven deseó desesperadamente que ocurriera, que los dos compartieran aquella ducha juntos. Sin embargo, también sabía que debía esperar al momento adecuado y estaba segura de que aquél no lo era. Doug evidentemente la deseaba, pero su fantasía los estaba separando. Miró a su alrededor para buscar sus sandalias y las vio flotando en la piscina. Se encogió de hombros, sabiendo que eran una causa perdida.

– Sé que en estos momentos necesitas espacio. Tiempo para pensar, pero cuando nos reunamos más tarde, deberías saber algo.

– ¿El qué?

– Que nuestras fantasías pueden coexistir y que sé cómo puedo convencerte de ello. Para cuando haya terminado, ya no te sentirás tan inseguro. ¿Doug?

– ¿Sí?

– Tampoco te sentirás insatisfecho.

Antes de que pudiera sonrojarse o exhibir cualquier signo que pudiera traicionarla, se dio la vuelta y se marchó, dejándolo solo en la piscina, insatisfecho y deseándola con todo su corazón. Sin embargo, si ella se salía con la suya, no estarían separados mucho más tiempo.

Doug observó cómo Juliette se marchaba. Se preguntó si sabría que aquel desafío no había conseguido engañarlo en absoluto. Cuanto más se unían, más segura de sí misma se sentía ella. Se alegraba de saber que había podido crear algo bueno en su vida.

Tomó las sandalias que Juliette había dejado en el agua y, sin poder dejar de recordar lo que habían compartido en el agua, salió de la piscina y regresó hacía su bungaló. Se pasó el día leyendo el periódico en la terraza mientras trataba de analizar su situación. Su vida. Sus sentimientos.

Los sentimientos que tenía por Juliette. Era inútil negar el impacto que había tenido en él. Como un cometa, había entrado en su vida y la había cambiado para siempre. Sin duda alguna, lo había redimido. Antes, nunca había pensado en los sentimientos de los demás en lo que se refería a su trabajo, a excepción de los de su padre. Había sido Juliette la que le había hecho darse cuenta de que quería parecerse a Ted Houston en muchas más maneras que en simplemente ser un periodista.

Juliette… Ella le había ayudado a olvidarse de todos los problemas de su vida, aunque hubiera sido por unos breves momentos. Le había permitido tener sentimientos nuevos y, evidentemente, estaba decidida a seducirlo. Creía que si se acostaban juntos, él lo haría para darle placer.

El corazón empezó a latirle al triple de la velocidad normal. Era tan persuasiva como hermosa. En la piscina, no había podido resistirse a ella, a pesar de sus promesas. Por primera vez desde que había puesto los ojos en Juliette Stanton, no le importaba. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Podría ser porque se estaba enamorando de su Novia a la fuga?

Aquel pensamiento lo dejó atónito. Sus relaciones pasadas habían tenido que ver tan poco con el amor, que seguramente no habría reconocido aquel sentimiento aunque se le pusiera delante y, sin embargo, en esos momentos, estaba contemplando la posibilidad. Una complicación que no había anticipado nunca.

No podía decidir con exactitud cuál había sido el momento en el que ella se había convertido en parte de su vida. Cuando estaba con Stuart Barnes, la había admirado. El día que la vio en el vestíbulo de Fantasía secreta, se había quedado atónito… ¿Se estaría enamorando? No lo sabía, pero no podía negar que sus sentimientos eran muy fuertes, aunque no sabía cómo manejarlos ni lo que podrían significar para su futuro personal o profesional.

De repente, alguien llamó a la puerta de su terraza. Era Juliette, como si él la hubiera invocado con aquellos pensamientos. Estaba de pie al lado de la hoja de la puerta, con un aspecto fresco, y vestida con una falda de color amarillo limón, camisola y blusa a juego. Evidentemente, estaba nerviosa, porque no dejaba de retorcerse las manos. Juliette no podía ocultar sus sentimientos y la a… adoraba por ello.

– Hola -dijo ella, tras abrir la puerta corredera y entrar al interior.

– Hola…

– ¿Doug? ¿Qué te pasa? Me estás mirando como si no me hubieras visto nunca antes.

Aquélla era una descripción muy exacta. Juliette podía leerle muy bien los pensamientos. Tenía que dejarlos a un lado y concentrarse en lo que Doug, el reportero, tenía que hacer.

Se dio cuenta de que ya no podía mantener la promesa que había hecho de mantener las distancias. Le parecía que aquella promesa había sido realizada hacía una vida, antes de aquella revelación tan sorprendente. Además, a cada segundo, aquella certeza se afianzaba cada vez más. Se había enamorado de Juliette Stanton.

No le resultaba difícil hacer una lista de las razones que lo habían empujado a ello. Ella era todo lo que nunca había experimentado en una mujer y todo lo que deseaba. Fresca, inocente, abierta, sincera…

Recordó el tiempo en que su padre había tratado de definir su relación con su madre. «Tu madre tiene los tornillos que llenan los agujeros que yo tengo en la cabeza». Aquéllas habían sido las palabras exactas de Ted Houston. Doug recordaba haber mirado a su padre sin entender.

– Ella me escucha, hijo -le había dicho-, y eso es muy raro en una mujer. Así que, si encuentras una que te escuche y te comprenda, ya tienes la mitad de la batalla ganada. El resto de las mujeres no merece la pena. Tus hormonas te dirán que sí, pero tu corazón y tu cabeza te llevarán en la dirección adecuada.

Su padre tenía razón. Desde el momento en que había puesto los ojos encima de Juliette, había estado siguiendo a su corazón. Por eso había respondido a sus preguntas y había podido anteponer las necesidades de ella a las propias. La noche anterior, la cabeza había tomado las riendas y lo había obligado a salir del bungaló antes de que pudiera hacer algo que los dos pudieran lamentar.

Las palabras de su padre encajaban perfectamente con Juliette. A pesar de que seguía necesitando su información, quería limpiar su nombre, ya sabía con toda seguridad que Juliette estaría siempre primero, porque la amaba.

– Bienvenida -le dijo-. No es tan grande como tu bungaló, pero servirá.