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Tal y como había prometido, Doug besó ligeramente uno de los pezones, para después humedecerlo repetidamente con la lengua. Entonces, empezó a estimularlo más rápidamente, lo que le provocó a Juliette una intensa sensación de placer entre las piernas e hizo que se retorciera bajo él. Doug le estaba dando todo lo que había prometido.

Juliette no se había dado cuenta de que había cerrado los ojos hasta que sintió que le levantaba la camisola y que se la quitaba por la cabeza La sensación de la tela deslizándose sobre su piel fue exquisita.

– Eres tan hermosa… -musitó él. Avergonzada, Juliette desvió la mirada, pero Doug le agarró la barbilla y la obligó a mirarlo-. Yo no soy tu ex. No deseo ni el escaño de tu padre ni ninguna otra cosa. Sólo te deseo a ti. Cada vez que te miro, veo a la mujer que… admiro -añadió mientras comenzaba a acariciarle ambos pechos con las manos-… la mujer por la que siento algo muy especial.

¿Sería la mujer que amaba? A Juliette se le ocurrió aquella pregunta sin previo aviso, sin haberlo pensado antes. En realidad, tenía la sensación de que era en sus propios sentimientos en los que estaba pensando, a pesar de que las sensaciones físicas impedían todo proceso mental. Su cuerpo pedía tanto…

Extendió una mano y se agarró la cinturilla de la falda. Doug comprendió enseguida lo que le quería decir y se levantó. Entonces, se quitó los vaqueros que llevaba y ella hizo lo mismo con la falda.

– Tampoco llevas braguitas… -susurró él.

– Ya he dicho que quería facilitarte el trabajo. Además, tú tampoco llevas ropa interior.

Doug estaba gloriosamente desnudo frente a ella. Era todo músculo y acero. Juliette no pudo evitar tragar saliva.

– La diferencia es que yo sí la llevaba.

– Ahora no…

En un abrir y cerrar de ojos, Juliette sintió que él la cubría con su cuerpo desnudo. Su propio cuerpo se moldeó para adaptarse a los contornos de su masculinidad. Doug le agarró la cabeza entre las manos y sus labios se fundieron con los de ella en un apasionado beso. La lengua descubrió como si fuera por primera vez los contornos de la boca de Juliette, haciendo que aquello fuera el preludio de lo que estaba por venir.

Lentamente, él fue bajando las manos e introdujo un dedo en su resbaladiza feminidad. El gruñido de placer que emitió resonó en toda la habitación.

– Te prometí que sería duro, rápido y profundo…

Juliette levantó las caderas, haciéndole saber que estaba lista. Como respuesta, Doug le dedicó una atractiva sonrisa.

– Y yo siempre mantengo mi palabra.

Entonces, sin decir nada más, le separó las piernas y la penetró de un solo empujón. Juliette cerró los ojos y se rindió a las intensas sensaciones. Lo sentía dentro de ella, deteniéndose lo suficiente para permitir que su cuerpo se adaptara a él.

Ella estuvo a punto de alcanzar el placer en aquel momento y, si servían de indicación los guturales sonidos que salían de la garganta de Doug, a él le había ocurrido lo mismo.

Sin embargo, la reacción emocional de Juliette era mucho más potente que las sensaciones físicas que sacudían su cuerpo.

No era virgen, pero casi se sentía como si lo fuera. Sensaciones y sentimientos eran completamente nuevos para ella. Amor…

No tuvo tiempo de procesar lo que significaba aquello, dado que él se incorporó lentamente, dejando que ella gozara con los movimientos de su miembro entrando y saliendo de su cuerpo, para darle así tiempo a que ella pudiera acomodarse a su tamaño, longitud e intenciones.

Instintivamente, Juliette flexionó las piernas para mantenerlo dentro de ella.

– Doug… -susurró, mientras él se movía duro, profundo y rápido, tal y como le había prometido.

– ¿Es esto lo que tenías en mente? -preguntó, mientras salía de ella, sólo para penetrarla con más fuerza que antes.

– Sí.

Había estado esperando tanto tiempo aquel momento, a aquel hombre, que sentía que el orgasmo no estaba muy lejos. Las sensaciones iban creciendo, más y más rápido, adueñándose de todo su ser hasta que se encontró más allá de la capacidad de poder razonar.

Doug había encontrado el ritmo perfecto. Aquella vez, se alzó sobre ella, sujetando el peso de su cuerpo sobre las manos para hacer que lo único que ella sintiera fuera a él entrando y saliendo de su cuerpo, duro y caliente, grueso y firme…

Las caderas de Juliette se alzaron para acoger todos y cada uno de sus movimientos. Entonces, abrió los ojos. La emoción que vio en los de él, la tensa expresión de su rostro, igualaba todo lo que ella estuviera sintiendo.

– Doug, por favor -susurró. Ni siquiera estaba segura de qué más podía desear.

– ¿Más profundo?

– Oh, sí…

– En ese caso, ayúdame, cielo.

Juliette le rodeó la cintura con las piernas, empujando su feminidad hacia él, tanto que cada uno de los movimientos hacía que Doug se hundiera más dentro de ella.

– Más rápido… -gimió, con el último aliento que le quedaba.

Él le dio lo que pedía y se movió más rápidamente dentro de ella, hasta que provocó un estallido de luz y un interminable placer en su cuerpo. Doug dejó escapar un gemido. El orgasmo de Juliette provocó el suyo. Tal vez la había estado, esperando, pero lo importante fue que alcanzaron el clímax al unísono…

Minutos después, entre los brazos de Doug, fue cuando por fin los latidos de su corazón volvieron a la normalidad. Sin embargo, Juliette estuvo completamente segura de que todo lo demás había cambiado.

Después de la traición de Stuart, el amor había sido la última cosa que había creído que volvería a desear o a encontrar. Su fantasía era sólo para superar el dolor y saber que era deseable, no sólo por su familia o por sus contactos políticos, sino sólo por ella misma. Sin embargo, a pesar de todo, se había enamorado.

Al comprender aquello, decidió que se negaría a tomar una actitud pasiva ante su vida y su futuro. Tal vez la recién encontrada determinación tenía algo que ver con el hecho de que Stuart le hubiera exigido que guardara silencio y la total seguridad que él había tenido de que haría lo que le pedía. Tal vez tenía más que ver con amar a un hombre muy especial, al que se negaba a perder después de aquellas vacaciones. Al menos, si así ocurría, no sería porque ella no lo hubiera intentado.

Aunque, por el momento, guardaría silencio con relación a Stuart, tenía la intención de decirle a Doug que lo amaba. Con un poco de suerte, él sentiría lo mismo y ella, Juliette Stanton, hija del senador Stanton, tendría su final feliz.

Doug permaneció despierto durante mucho tiempo después de que Juliette se hubiera quedado dormida. Respiró profundamente, aspirando la fragancia de su cabello. Habían decidido no salir a cenar y habían llamado al servicio de habitaciones. Entonces, habían hecho el amor una vez más. Aunque Doug sentía que su cuerpo estaba temporalmente saciado, no podía decir lo mismo de su corazón.

¿Cómo podía estarlo cuando los rodeaba tanta incertidumbre?

Necesitaba saber que tenían un futuro y, para eso, él tenía que sincerarse y esperar que Juliette lo perdonara y comprendiera. Considerando que últimamente se había visto herida por un hombre que la había utilizado, tenía sus dudas de que así fuera. Sin embargo, se negaba a que se le etiquetara en la misma categoría de Stuart Barnes, porque él amaba a Juliette y nunca había tenido la intención de herirla.

Al tener aquellos pensamientos, tuvo que ahogar una risotada. Era un maestro para utilizar a las personas para sus fines profesionales.

Si no lograba su mayor deseo, probablemente era porque se lo merecía, porque, inicialmente, sí que había tenido la intención de utilizarla, tal y como había hecho su prometido.

Juliette suspiró y se estiró en sueños. Doug le acarició el cabello y se lo apartó de la cara. Entonces, permitió que ella se acurrucara más contra él. Tal vez no la conociera mucho, pero no le cabía la menor duda de que podrían tener una relación duradera. Estaba seguro de que lo que quería vivir con Juliette no era sólo una aventura, sino un compromiso eterno, como el que sus padres compartían.