– Bueno, ya estamos aquí -dijo ella, apoyándose contra la puerta del bungaló.
Por el brillo que vio en sus ojos, Doug comprendió que ella no escaparía rápidamente tras darle atropelladamente las buenas noches, aunque, por la respuesta que estaba experimentando su cuerpo, no era eso lo que deseaba.
La fantasía de Juliette. Se había esforzado tanto por descubrirla, aunque sólo hubiera sido por sus egoístas propósitos… Sin embargo, poco a poco, estaba dándose cuenta de que aquélla no era la única razón de que quisiera hacer realidad sus sueños. Disfrutaba dándole la atención que ella deseaba y gozaba con el brillo que veía en sus ojos.
Dio un paso al frente y le acarició suavemente la mejilla. Juliette suspiró y, sin poder evitar el impulso, Doug enredó un dedo en uno de los rizos de su cabello. Era tan sedoso como había imaginado, pero su piel lo era aún más.
Suavemente, la tomó entre sus brazos. Los labios de la joven estaban tan cerca que casi estaban besando los de él. ¿Serían tan deliciosos como su piel? ¿Se escaparía a su control el breve beso de buenas noches que iba a darle, convirtiéndose en un fuego imposible de apagar? Se prometió guardar las distancias y se juró una vez más que el sexo no pasaría jamás a formar parte de la ecuación.
Cuando la besó, supo que aquello no tenía nada que ver con sus propósitos y todo con el deseo que ella le hacía sentir. Entonces, lo descubrió. Los labios de Juliette eran suaves, pero decididos. Sabían a la dulzura de la piña colada y recibieron sus caricias con un ansia que no debió tomarlo por sorpresa, pero así fue.
A pesar de que aquel beso iba destinado a dejarla deseando más, era él el que anhelaba un contacto más íntimo. Como si Juliette le hubiera leído los pensamientos, separó los labios y dejó que su lengua se deslizara al interior de la boca y la hiciera suspirar de placer. Sin pensarlo, la aprisionó entre su cuerpo y la puerta del bungaló. Juliette le rodeó la cintura con las manos.
Durante un momento, Doug dejó que su cuerpo se moldeara al de ella, le permitió que sintiera lo que le hacía. Entonces, en lo que debió de ser el movimiento más difícil de su vida, dio un paso atrás y rompió el beso. Sin embargo, no interrumpió el contacto entre sus cuerpos. Apoyó la frente sobre la de ella y escuchó la atribulada respiración de Juliette, que armonizaba perfectamente con los rápidos latidos de su corazón.
– Eres muy hábil -murmuró ella.
– Tú tampoco lo haces mal -replicó Doug, riendo. Entonces, levantó el rostro.
– Me lo tomaré como un cumplido -dijo Juliette mientras llevaba un dedo a los labios de él, lo que volvió a despertar su deseo.
– Esa era mi intención. Ahora, deberías dormir.
Le quitó la llave de la mano y abrió la puerta del bungaló. Sin embargo, no hizo ademán por entrar tras ella cuando Juliette cruzó el umbral y le deseó buenas noches.
Cuando la puerta se cerró, Doug se echó a temblar.
– Maldita sea…
Necesitaba una estrategia, y la necesitaba muy pronto. Si no, corría el peligro de perderse en Juliette Stanton sin cumplir el propósito que lo había llevado allí. Un propósito que ella le hacía olvidar demasiado fácilmente.
Capítulo 3
Juliette se desperezó en la cama. Al ver que ya había amanecido, se sorprendió. Había dormido estupendamente.
La cama, que era muy cómoda, ofrecía espacio más que suficiente para dos personas. La noche anterior, se había desvelado deseando no estar sola. Deseando haber tenido el valor de invitar a Doug a pasar.
Sin embargo, no lo había hecho y él no lo había sugerido. Era un caballero, algo que le gustaba mucho de él. Se estaba tomando las cosas muy lentamente, algo que producía en ella sentimientos encontrados.
Se obligó a levantarse y se dirigió al cuarto de baño. Sabía que había sido la traición de Stuart la que la había hecho dudar de que fuera deseable para los hombres, pero no podía negar la necesidad que tenía de que Doug demostrara que estaba tan interesado por ella como ella por él.
En lo que se refería a aquel hombre, sus deseos estaban lejos de sentirse satisfechos, y no estaba hablando sólo de la parte física. Deseaba también conocerlo mejor. Quería saber cuál era su fantasía y si ella era una parte integral para su realización. Dado que las aventuras de una noche no eran su estilo, apreciaba la oportunidad de poder conocerlo antes de pasar a una intimidad para la que, emocionalmente, no estaba preparada.
Terminaba de lavarse la cara y de cepillarse los dientes cuando alguien llamó a la puerta. El sonido de unos nudillos sobre la madera la sobresaltó. Entonces, recordó que la noche anterior había colgado en su puerta la tarjeta por la que se requería servicio de habitaciones.
– ¡Ya voy! -exclamó. Con un estómago lleno y su dosis de cafeína se sentiría mucho mejor para enfrentarse con la playa, con los biquinis y con Doug, aunque no necesariamente en ese orden.
Rápidamente, se dirigió al armario para encontrar algo con lo que cubrir el ligero camisón que llevaba puesto. El albornoz de algodón que había metido en la maleta había sido sustituido por una bata corta de seda, cortesía de Gillian. Aquella prenda no resultaba muy adecuada para abrir la puerta. Juliette revolvió entre su ropa, esperando encontrar algo más adecuado, pero su hermana se había asegurado de que lo cómodo se viera sustituido por lo sensual.
La persona que esperaba al otro lado de la puerta volvió a llamar.
– ¡He dicho que ya voy!
Suspiró y tomó la bata de seda. Era aquello o el camisón. Rápidamente se envolvió en la prenda y se anudó el cinturón mientras caminaba hacia la puerta.
Abrió la puerta para que el camarero pudiera entrar con la comida. Sin embargo, el hombre que esperaba, no era un camarero. Era Doug. Al verlo, el corazón le dio un vuelco. Llevaba puestas las gafas que tenía la primera vez que lo vio. Con una ligera barba y una sensual sonrisa en los labios, daba un nuevo significado a la palabra sexy. Al recordar que ella misma había besado aquellos mismos labios, se echó a temblar y, sin pensar, se cerró un poco más la bata, como si aquello pudiera protegerla de él.
«Como si quisiera protección», pensó, sin poder evitarlo. Por el modo en que Doug inclinó la cabeza, supo que había notado su intento por cubrirse. Al notar la calidez de su mirada sobre la piel, sintió como si fuera a abrasarse.
– ¿Pediste servicio de habitaciones?
Había estado tan absorta, mirándole el rostro, que no se había dado cuenta de que llevaba una bandeja de desayuno en las manos y un ramo de flores bajo el brazo. Entonces, le entregó las flores.
– Gracias -susurró ella, tras inhalar su delicado aroma.
– De nada. Puedo poner la bandeja en la terraza para que podamos comer allí o podemos comer dentro. O la puedo dejar sobre la mesa y dejarte en paz, pero te ruego que te apiades de mí porque esta cosa es bastante pesada.
Juliette dudaba que supiera exactamente la naturaleza de su fantasía, pero no podía negar que la estaba cumpliendo hasta el último detalle. Sabía cómo ocuparse de ella y hacer que se sintiera especial. Estaba segura de que no le preocupaba lo más mínimo que ella le pidiera que se marchara. ¿Por qué iba a hacerlo? Ella quería que se quedara tanto como, aparentemente, él deseaba hacerlo.
– Si voy a desayunar bajo este cálido sol, admirando un hermoso jardín de plantas tropicales, no me gustaría hacerlo sola. La puerta de la terraza está abierta. ¿Por qué no colocas la bandeja allí? -le sugirió.
Sin darse cuenta, dejó caer la mano. La bata se le entreabrió, dejando a la vista parte del encaje del camisón. No obstante, aunque los ojos de Doug se oscurecieron, ella supo que no había revelado mucho.