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– Jock, no puedo.

Jock volvió a agarrar la mano de ella y eso hizo que Tina se callara.

– Sí que puedes, Tina.

– Jock… -Tina lo miró a los ojos indefensa.

Una hora antes, odiaba a ese hombre. Pero en ese instante… En ese instante él estaba agarrando la mano de ella y su cuerpo estaba reaccionando de un modo extraño.

En ese momento entraron Ally y Tim, que debían haber acabado la inspección del coche. Se quedaron mirando asombrados cómo su tía Tina estaba dando la mano a aquel hombre tan interesante, que tenía un coche maravilloso.

– Os estáis dando la mano -dijo Ally-. ¿Quiere eso decir que os habéis hecho amigos?

Tim trató de apartar su mano, pero Jock no hizo caso.

– Así es, Ally -dijo Jock, en un tono solemne. Y apretó la mano de ella aún más fuerte, como si estuviera haciendo un juramento-. De ahora en adelante, la tía Tina y yo seremos amigos. Por lo menos hasta que vosotros volváis a ser una familia de nuevo.

¿O quizá más tiempo?

“Una familia”.

Después de comer una estupenda tortilla y de dar una vuelta en el coche con los niños, Jock abandonó la ruinosa casa de Tina y, ya en el coche, esas palabras seguían resonando en su cabeza.

“Una familia”.

Sonaba bien. Pero luego negó con la cabeza. No, la familia era algo claustrofóbico, como una cárcel. Era atarse a una persona y luego esa persona podía largarse, como en el caso de Christie, o morir, como en el caso de los padres de Jock.

Recordó la última vez que vio a su padre, quince años atrás. Sam Blaxton era un hombre que después de morir su mujer se encerró en un caparazón, incapaz de amar a nadie.

Y convirtió la vida de su hijo en un infierno.

Jock se mordió los labios. El no quería nada de eso. Ni casarse ni tener hijos.

Él sólo amaba la libertad. Y en el momento que Tina y su familia pudieran valerse de nuevo por sí mismos, él recobraría su libertad. Pensó en lo atada que estaba Tina. Tenía una hermana que dependía de ella y tres niños.

Quizá habría sido mejor que Christie abortara. Sería una preocupación menos para Tina. Pero luego se acordó de la carita de Rose. De su pelo rojo. Igual que el de sus hermanos. Igual que el de Tina.

Pero ¿en qué estaba pensando? Tenía que concentrarse en volver al trabajo. Nada de implicarse emocionalmente. Sabía que ese camino llevaba inevitablemente hacia el desastre.

Tina regresó al trabajo una semana más tarde. Jock había pasado dos noches despierto, así que estaba profundamente dormido cuando Tina le telefoneó por la mañana. Le pareció estar soñando al oír esa voz tan suave y melódica.

– ¿Jock?

Jock tuvo que hacer un gran esfuerzo para convencerse de que la voz era real.

– ¿Jock?

Eso lo despertó por completo. Había cierta urgencia en el modo que había pronunciado su nombre por segunda vez.

– Soy yo, Tina.

– Jock, lo siento, pero la señora Blythe acaba de ingresar y necesitamos tu ayuda.

La señora Blythe…

Julie Blythe iba a ser madre por primera vez. Jock frunció el ceño. Seguramente debía de haber algún problema.

– ¿Qué sucede?

– Parece que va a haber que hacerle una cesárea…

– Llama a Lloyd entonces -dijo Jock, ya completamente consciente y dándose cuenta de que para hacer una cesárea se necesitaban tres médicos.

Él se ocuparía del parto y Tina se encargaría de la anestesia, pero necesitaban a alguien que se ocupara del niño.

– En cualquier caso, no sé si la cesárea funcionará. La mujer ha tardado mucho en venir y puede ser tarde. Date prisa, Jock.

Jock llegó al hospital poco después. Después de reconocer a la señora Blythe, admitió que la urgencia con la que Tina lo había llamado estaba más que justificada.

Tina ya había dispuesto todo para realizar la cesárea. Jock entró en sala de partos, empujando violentamente las puertas abatibles.

– ¿Qué diablos?

– Doctor Blaxton, la señora Blythe lleva veinticuatro horas de parto. Su marido estaba fuera y ella pensó que las contracciones no eran demasiado fuertes como para preocuparse. Luego, su marido llegó a casa y los acontecimientos se precipitaron.

– De acuerdo -Jock se acercó a la señora Blythe y le agarró la mano-. Ahora vamos a ver qué pasa con su pequeño, señora.

Julie Blythe no pudo responderle. Tenía el rostro contraído por el dolor y parecía exhausta. Dos minutos después el rostro de Jock estaba tan tenso como el de Tina.

El bebé estaba atascado en el canal de parto debido a que se había atravesado lateralmente. Las contracciones además estaban provocando que la cabeza del niño se hinchase, de modo que el niño difícilmente podría salir de un modo natural, y lo peor era que estaba demasiado abajo para practicar una cesárea.

– El niño está demasiado fuera -dijo Tina.

Jock miró al monitor para ver las constantes vitales del niño y se dio cuenta de que había que actuar rápido. Tina casi había esperado que Jock decidiera sacrificar la vida del bebé para salvar la de la madre, pero por las órdenes que empezó a dar él, se dio cuenta de que iba a intentar salvar a ambos.

Vio como él se lubricaba las manos para inspeccionar. Luego le pidió el fórceps. Tina pensó que sería imposible, pero Jock comenzó a hacer fuerza para echar al niño hacia atrás. Tina nunca había visto nada parecido. Pero la cosa estaba funcionando. Poco a poco el niño iba subiendo por el canal del parto, alejándose del mundo exterior.

– Está bien, Julie -murmuró él, aunque nadie pudiera saber por lo que estaba pasando esa mujer-. Vamos a hacer que este jovencito salga para ver a su madre. Tú, aguanta.

Luego, se volvió hacia Tina.

– ¿Dónde está el padre?

– Está en la sala de espera. Pensé…

Jock asintió. Sabía lo que Tina había pensado. La mayoría de los obstetras echan fuera a los espectadores si se presentan complicaciones. La tensión de ese tipo de operaciones ya era suficiente como para tener a los parientes atemorizados alrededor. Pero Julie Blythe estaba desvaneciéndose, con la respiración cada vez más agitada.

– Enfermera, dígale al señor Blythe que venga -dijo Jock-. Julie necesita su apoyo.

Un momento después un joven muy pálido entró en la sala. Se acercó a su mujer y la agarró la mano, derrumbándose sobre la silla que una enfermera le acercó. A Tina le pareció que ese hombre estaba peor que su mujer. Jock esperó hasta que él estuvo sentado para hablarles a los dos.

– Vamos a realizar una cesárea -les dijo.

Luego se volvió hacia Tina y los demás miembros del equipo. Las enfermeras comenzaron el proceso de anestesia de la paciente. Tina seguía las órdenes de Jock de un modo automático. ¿Había movido al bebé lo suficiente como para practicar una cesárea? Ella no lo creía.

– Señor Blythe, quiero que ayude a su mujer. Julie, ¿puedes oírme? Présteme atención, señora Blythe. Está usted bien y pronto habremos acabado. El niño estará bien, pero tenemos que hacerle una cesárea. Ya sabe lo que es. Le abriremos la barriga y sacaremos al bebé. La cabeza del bebé está demasiado hinchada para un parto natural. Sacaré al niño ahora, pero no quiero aplicarle anestesia general. Quiero que esté despierta para recibir al niño.

Lo que Jock no dijo era que temía que ella o el niño no aguantaran los efectos de la anestesia general. Tina adivinó lo que él estaba pensando, pero se concentró en su trabajo, sin querer fijarse en la ansiedad del hombre joven y su mujer.

– Creo que me estoy poniendo malo. Yo… no sé si voy a aguantar -dijo el joven.

– Julie le necesita a su lado. Así que aguante y concéntrese en ayudar a Julie. Háblele, señor Blythe. Usted es todo lo que ella tiene y le necesita.

Se volvió para comprobar los monitores de nuevo.

– Lloyd no está aquí todavía -dijo Tina-. Estaba atendiendo una visita cuando lo llamé. Sally dijo que él estaría aquí en diez minutos.

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