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Quizá el pájaro tuviera razón. Quizá Tina tuviera razón. ¡Maldita sea! Jock se sintió horriblemente culpable. Puede que no fuera tan responsable como Tina creía, pero era suficientemente responsable. Él necesitaba unas vacaciones y había contratado a Henry Roddick sin conocer bien su profesionalidad.

– Tina, yo no atendí a tu hermana en el parto -dijo con suavidad-. Yo estaba fuera. ¿De verdad te dijo ella que fui yo quien la atendió?

Tina abrió los ojos de par en par.

– Eso es una locura. Sí, me habló del doctor Blaxton…

– ¿Estás segura de que no sabía que el médico que le correspondía era yo y me tomó por tanto por el doctor Roddick? Si estaba tan mal, puede que no escuchara bien el nombre del doctor que la estaba atendiendo.

– No… -Tina estaba pálida-. Creo…

– Tina, fue el doctor Roddick quien atendió a tu hermana. Después de que Ellen me contara que Rose era la hija de tu hermana, busqué el historial de tu hermana. Yo nunca vi a Christie. No vino a verme ni siquiera una vez durante el embarazo. De acuerdo a las notas de Henry, no había ninguna ficha de ella. El parto fue una sorpresa para Henry. Fue un parto normal y le dio el alta veinticuatro horas después. El no encontró ningún motivo para que no se marchara.

Tina estaba con la boca abierta y los ojos le ocupaban prácticamente toda la cara.

– Quiere decir… que no fue usted.

– Así es.

– ¡Oh, no!

– Creo… que los dos hemos cometido una injusticia -dijo Jock-. Deberíamos empezar de nuevo y aclarar lo que pasó.

Los ojos de Tina se cerraron momentáneamente. Luego los abrió despacio.

– Pero… le hice estar toda la noche trabajando. Tenía una mujer de parto y el resto de los pacientes. Tiene que estar agotado…

– He sobrevivido.

– Le he hecho daño.

– Lo merecía.

– No, no lo merecía -admitió sinceramente Tina. No tenía derecho a llevarme a Rose al hospital. Ellen fue quién me dijo que podía hacerlo. Pero…

– Y yo tenía que haber sabido toda la historia antes de hablarle.

– ¡Perdóneme!

La pequeña Ally, que había estado mirando a uno y a otro con visible impaciente tiró de la mano de su tía.

– Tía Tina, ¿te has hecho amiga del doctor Blaxton?

– No lo sé -dijo Tina, con una sonrisa débil-. Lo estoy pensando.

– Yo creía que el doctor Blaxton era…

– No digas nada, Ally. Creo que me he equivocado con el doctor.

– ¿Eso quiere decir que podemos dar una vuelta en su coche?

Tina abrió la boca y luego la cerró. De repente, una sonrisa iluminó su rostro. La sonrisa que Jock había visto ofrecer a todos menos a él. La sonrisa que hechizó a Jock desde el primer momento y que hizo más doloroso su desprecio. Y ahora esa sonrisa era para él.

– ¡Oh, Ally…! -Tina movió la cabeza y sus ojos se humedecieron-. ¡Maldita sea!

Dejó a su sobrino en el suelo y luego extendió la mano hacia Jock.

– Doctor Blaxton, no sabe lo agradable que es saber que no tengo que odiarlo -declaró.

“Lo mismo pienso yo”.

Esa sonrisa estaba provocando sensaciones extrañas en el interior de Jock. Tomó la mano firme de Tina y las sensaciones se hicieron más fuertes. Esa muchacha era diferente a todas las que había conocido anteriormente. Tina no llevaba maquillaje. Sus ojos eran claros y brillantes. Sinceros. Tenía manchas de leche en la camiseta y el bebé estaba pegado a sus senos como si fueran suyos. ¡Esa era la típica escena que a él le habría hecho correr!

– ¿Cómo… cómo está Rose? -consiguió decir. Y su voz sonó ronca.

– Como ve. Nos permite hacer todo, siempre que la llevemos a ella. Es muy sociable. Pero en este momento tiene sueño.

– ¿Por qué…? -su voz no le salía con firmeza-. ¿Por qué no está en el hospital con su madre? -preguntó, pensando que en los casos de depresión posparto separar a la madre del hijo empeora la situación-. No entiendo.

Había muchas cosas que no entendía. Una de ellas era por qué sus piernas le temblaban delante de aquella muchacha. Aquellos ojos… Pero el rostro de Tina volvió a ponerse triste…

– No creo… -la muchacha suspiró y la luz de sus ojos se apagó-. Puede que no entienda lo mal que estaba mi hermana cuando yo llegué -Tina acarició a la niña-. Ally, ¿por qué no vas con Tim a recoger algunos huevos? Si hacemos una tortilla al doctor Blaxton y lo tratamos bien, puede que os lleve a dar una vuelta en su coche.

– ¿De verdad? -preguntaron ambos niños a la vez, mirando fijamente a Jock.

Jock extendió las manos y sonrió agradecido. Ese pequeño grupo era como una red de seda que lo estaba atrapando suavemente. Debería irse a casa y acostarse, pero esos ojos verdes…

– De verdad -contestó Jock-. Una vuelta en coche es muy poco pago a cambio de una tortilla.

Ally tomó a su hermano de la mano y ambos salieron corriendo hacia el gallinero.

Jock se quedó con Tina… y con el bebé.

Capítulo 3

PERMANECIERON en pie, con la puesta de sol al fondo, sin saber por dónde empezar. Los pies descalzos de Tina se movían inquietos, mientras Rose se estiraba y movía las manitas. Tina parpadeó. Le encantaba sentir a Rose, pero Jock le ponía nerviosa… Le hacía sentirse muy joven, muy torpe.

– Entre. Le daré un poco de limonada -dijo finalmente-. Bueno, parece que le he secuestrado para que cene con nosotros. ¿Podrá soportarlo?

– ¿Disfrutar de una tortilla hecha en casa y llevar a dos niños en mi coche? -dijo Jock, forzando una sonrisa-. Puedo aguantarlo. Por cierto, ahora que somos amigos, puedes tutearme. Llámame Jock.

– Muy bien, Jock, nos tutearemos.

La siguió dentro de la casa observando el cuerpo de Tina. Estaba muy guapa en vaqueros y descalza. Allí en la casa, con o sin bebé, estaba maravillosa.

El interior de la casa era como el exterior. La pobreza era visible en cada ángulo. Jock se detuvo en la puerta de la cocina y miró a su alrededor. Se notaba que Tina debía intentar mantenerla ordenada. La casa estaba limpia, pero era lo único que se podía decir de ella. Los muebles eran escasos. Había una mesa o algo parecido, pero sin sillas a su alrededor. El suelo hacía tiempo que había perdido el linóleo que lo había cubierto en algún momento y era de madera desnuda.

El único toque de color lo daba una jarra de cristal que había sobre la mesa. Era un color rojo fuerte que hacía juego con el cabello de Tina. Ésta se fijó en que Jock miraba la jarra.

– Cambiamos las rosas cada mañana -dijo, acariciando a Rose sin darse cuenta-. Me hace sentirme bien.

– ¿Por qué…? ¿Por qué está viviendo tu hermana en un sitio como éste? Es espantoso. No creo que tenga necesidad de ello. Hay asistentes sociales que podrían ayudarla. Le darían por lo menos algunos muebles.

– Lo harán. Ahora sí, antes no pudieron.

– ¿Puedo preguntar por qué?

Tina se encogió de hombros. Llenó un cazo con agua y lo puso al fuego. Luego colocó un plato con fruta sobre la mesa y se sentó frente a Blaxton.

– Por el orgullo de mi hermana. Siempre ha sido testaruda y muy fuerte, además de orgullosa. Sólo que ahora… el marido de Christie tuvo una aventura con otra mujer -declaró Tina, mirando a Jock a los ojos-. Con una adolescente. Christie lo descubrió cuando estaba embarazada de dos meses. Ray, el marido, quiso que abortara, a pesar de que antes sí que había querido tener otro niño.

– ¿Y ella se negó?

– Por supuesto que se negó -Tina miró a la niña, como si el pensamiento fuera horrible.

Y lo era. Tina sonrió a la pequeña y se inclinó para darle un beso en la cabeza.

– Christie quería esta niña. Ama a sus hijos. Ama… a Ray.

– ¿Entonces?

– Entonces Christie se marchó unos días con los niños, para pensar a solas. Pero fue una estupidez. Mí hermana debió de creer que Ray iba a asustarse e ir detrás de ella, pero no lo hizo. Cuando finalmente volvió, Ray se había llevado todas las cosas. Vendió todo lo que tenía valor, hasta las alfombras del suelo. Se llevó todo el dinero del banco y las tarjetas de crédito. Se llevó hasta las bombillas.