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– Oh, no…

– Y Christie, en vez de pedir ayuda, simplemente se quedó asustada -continuó Tina con tristeza-. Nuestros padres murieron hace unos años. Yo estaba en Brisbane trabajando y ella no me dijo nada.

– Pero debiste enterarte.

– ¿Cómo podía enterarme? Yo estaba ocupada con mi propia vida, con la carrera y pensaba que… Christie ni siquiera me contó que esperaba un hijo. No la había visto desde navidades. La llamé y ella me habló con total normalidad de Ray y de los niños, como si nada hubiera pasado.

– ¿Y qué hizo para conseguir dinero?

– No lo sé. Creo que ni siquiera se puso en contacto con los asistentes sociales para pedir una ayuda. Tiene las gallinas y la vaca, así que los niños podían tener, por lo menos, huevos y leche. No acudió a los vecinos y los pocos amigos que tiene tampoco se enteraron. Ella estaba muy avergonzada…

Jock cerró los ojos, pensativo. Una mujer sola embarazada luchando contra una vida que se había roto en pedazos. Christie habría necesitado un doctor, pero ni siquiera él pudo atenderla en el parto.

– Y luego tuvo a Rose.

– Entonces sí se vio obligada a pedir ayuda -la voz de Tina era triste y Jock imaginó que se estaba culpando por no haber estado a su lado. Por no haber imaginado que pasaba algo-. No tenía coche, lo habían comprado y no tenían dinero para pagar las letras. Así que cuando se puso de parto, tuvo que caminar hasta el próximo pueblo para pedir ayuda. Las gentes del pueblo no son particularmente amables, pero cuando vieron el estado en que estaba Christie… Después, cuando Rose tenía dos semanas, me llamó por fin diciéndome que me necesitaba.

– Y viniste.

Jock miraba fascinado el rostro de Tina.

– Sí, y me encontré a Christie al borde de la muerte -continuó. Y Jock supo que estaba viendo a su hermana en ese momento-. Christie daba de comer a los niños, pero era lo único que podía hacer. Apenas hablaba y no comía. Intenté llevarla al hospital de aquí, pero ella se negó. Así que la llevé a Sydney.

– ¿Sin el bebé?

– No había problema en que ingresara en el hospital con Rose, pero ella necesitaba estar sola. Necesitaba tiempo para recuperarse y comenzar a pensar en su futuro. Tiempo para descubrir que es posible vivir después de lo que tuvo que sufrir.

– Tiempo para descubrir que se puede vivir con orgullo -añadió Jock.

Tina lo miró.

– Veo que lo entiendes -dijo sorprendida.

Lo observó y sintió una necesidad terrible de cariño. Había estado sola con todo aquello durante tanto tiempo y ahora… Ahora el consuelo le llegaba desde donde menos lo esperaba.

Mucho más que consuelo. Un sentimiento de… Un sentimiento que no entendía. Como si ese hombre fuera parte de sí misma.

– Es solo que… es una locura -dijo, tratando de calmarse-. Pero Christie ha sido siempre tan fuerte… Siempre ha sido una persona dinámica y activa. Pero esto la ha destrozado, la ha derrumbado. Está tan enferma…

– ¿Cuánto tiempo estará en el hospital?

– Quizá la pueda traer a casa la semana que viene. Los niños y yo iremos a verla el domingo -Tina dudó un momento-. Aunque creo que podremos ir antes, ahora que no tengo trabajo.

– Sí que tienes trabajo -Jock agarró la mano de ella entre las suyas, estremeciéndose al darse cuenta de lo delicada que era su piel-. Diablos, Tina, ¿por qué no se lo dijiste a nadie?

– Sí que lo hice -replicó ella, mirando sus manos entrelazadas. Luego apartó la suya lentamente, al darse cuenta de que llevaban juntas demasiado tiempo-. Se lo dije a Ellen, a Struan y a Gina. Sabía que a Christie no le iba a gustar, pero esa gente tenía que conocer la verdad.

– Podrías habérmelo dicho a mí también.

– No, debido a…

– Debido a que pensabas que era yo quien habría tratado a Christie así. La disculpaste a ella sin antes…

– Lo siento, Jock -dijo con voz temblorosa-, pero pensé que habías sido tú quien había asistido el parto. Y además, quien quiera que fuese, debería ser castigado…

Tina lo miró, buscando que él la comprendiese.

– Jock, Christie era anoréxica. Es imposible que no se dieran cuenta cuando la pesaron en Sydney. Y tú fuiste quien contrató a ese hombre -dijo, con la mirada encendida.

– Lo sé y acepto mi parte de culpa. Sé que no lo hice bien. Pero dime qué puedo hacer ahora para arreglarlo.

La respuesta de Tina fue inmediata.

– Devolverme mí puesto de trabajo.

– Por supuesto. Pero ¿estás segura de que deberías trabajar en el hospital? ¿No estás ya demasiado ocupada?

– Sí, pero estoy tan arruinada como Christie.

– No lo entiendo. ¿No estabas recibiendo un sueldo?

– ¿Me creerías si te dijera que tengo deudas?

– No, no te creería -lijo Jock, con una sonrisa débil-. Así que dime la verdad.

Tina dudó sólo un momento. A Jock no le incumbía el estado de sus finanzas, ni lo que le sucediera a su familia, pero viendo la calidez de su mirada no pudo resistirse a confesarle la verdad.

Afuera, se oyeron las risas de los niños que regresaban con los huevos.

– Tenemos siete -se oyó gritar a Ally-. ¡Siete!

– ¡Vaya coche! -dijo Tim.

– Podemos dejar aquí los huevos y mirar el coche -dijo Ally-. Pero sólo un momento, Tim, que la tía Tina nos está esperando.

Y también Jock estaba esperando a que Tina le contara todo.

– Nuestros padres murieron cuando yo tenía dieciséis años y Christie, diecinueve -dijo Tina despacio-. Trabajé para pagarme los estudios, pero no cobraba suficiente para costear todos los gastos, así que Christie me ayudó. Y ése es uno de los motivos por los que yo ahora me siento tan mal, viendo que ella está arruinada. Pero aún así tuve que pedir un préstamo y todavía estoy pagando las letras. Así que no puedo permitirme pasar los próximos seis meses con Christie y los chicos, aunque me gustaría mucho.

– Deja que te ayude.

Tina lo miró extrañada.

– ¿Otro préstamo? No, gracias, doctor Blaxton, pero no.

– ¿Qué te gustaría hacer ahora si no fuera por el dinero?

– Eso es absurdo. No puedo…

– Dímelo.

Ese hombre tenía una especie de magia que hacía que todo pareciera mejor. Como si la situación se pudiera arreglar…

– Me gustaría llevarme a los chicos a Sydney hasta que Christie estuviera suficientemente bien para volver a casa. Y luego continuaría trabajando aquí igual que estaba.

– ¿Con Rose en el trabajo y pagando a alguien para que estuviera aquí?

– Exacto.

– No funcionará.

– Lo sé, pero…

– Mira, Henry es el responsable de todo esto y tú podrías demandarlo. Y yo me vería involucrado puesto que lo contraté.

– Lo sé, pero ya te dije que no… -intentó defenderse Tina.

– En cualquier caso, estoy en deuda con tu hermana. Además, si tú no tienes dinero, yo sí que lo tengo. Soy soltero y mi único vicio hasta ahora han sido los coches. Así que haré que venga una estudiante de enfermería que estuvo el otro día en el hospital buscando trabajo. Allí no había ninguna vacante, pero aquí sí que la hay.

– Jock, yo…

– Cállate, no hago esto por ti, sino por tu hermana. Así que no tienes derecho a negarte. Haré que Marie venga aquí. Se instalará en la casa y cuidará de los niños, que estarán encantados con ella.

– Pero…

– Te llevarás a los pequeños a Sydney, traerás a Christie a casa y tú podrás volver al trabajo una vez te cerciores de que Marie es de tu agrado.

– ¿Y quién cubrirá mi puesto?

– Nos repartiremos tu jornada entre todos -Jock se animó al ver una señal de esperanza en los ojos de Tina-. Ya lo hemos hecho antes. Así que no hay nada más que discutir, doctora Rafter.