– Han sancionado la acción de Craso y mía del año pasado -replicó Pompeyo, incapaz de distinguir entre una y otra ley.
– Porque habéis sido muy amables con ellos, Magnus. Y quieren que sigáis siéndolo. En el caso de una ley que les hiciese culpables de aceptar sobornos sería muy distinto.
– Ah, bueno, tal vez, como dices, Lucio Cotta no se incline por el jurado de caballeros. Era una simple idea.
– Gracias de nuevo, Magnus -dijo Cicerón, levantándose para marcharse.
– Tenme informado.
Un mes más tarde, Cicerón notificaba al pretor urbano, Lucio Cotta, que iba a acusar a Cayo Verres ante el tribunal de extorsiones por cuenta de las ciudades de Sicilia, demandándole la suma de cuarenta y dos millones y medio de sestercios por daños y perjuicios, así como la devolución de todas las obras de arte y objetos valiosos robados a templos y ciudadanos de la isla.
Aunque había regresado de Sicilia en actitud jactanciosa, seguro de que su condición de cuñado de Metelo Caprario el joven bastaría como protección contra una posible acusación, cuando Cayo Verres supo que Cicerón -¡Cicerón nunca actuaba de abogado acusador!- había presentado solicitud de proceso contra él, sintió pánico. Inmediatamente envió un mensaje a su cuñado Lucio Metelo, gobernador de Sicilia, para que ocultara las pruebas que él hubiese podido dejar en la precipitación por llevarse el botín de la isla. Era significativo que ni Siracusa ni Messana se habían unido a las otras ciudades para pedir el procesamiento, en razón a que ambas ciudades habían ayudado e instigado a Verres, participando en sus nefandas actividades. ¡Menos mal que el nuevo gobernador era hermano de su esposa!
Los dos hermanos que quedaban en Roma, Quinto, llamado Caprario el joven (que con toda seguridad iba a ser cónsul al año siguiente), y el menor de los tres hijos de Metelo Caprario, Marco, se reunieron apresuradamente con Verres para ver qué podía hacerse para impedir aquel proceso desastroso, y acordaron encargar la defensa a Quinto Hortensio, quien aceptó la dirección de la defensa si el caso llegaba ante los tribunales, pero antes que nada lo que había que hacer era todo lo posible por evitar el juicio, y más siendo Cicerón el acusador.
En marzo, Hortensio presentó una querella ante el pretor urbano, alegando que Cicerón no estaba cualificado para actuar de acusador contra Cayo Verres, y solicitando que lo hiciese Quinto Cecilio Negro, pariente de Caprario el joven, que había sido cuestor de Verres en Sicilia durante el segundo año de los tres en que había ocupado el cargo. La única manera de determinar la capacidad de Cicerón para actuar de acusador era celebrar una vista especial denominada divinatio (porque los jueces en ella llegaban a una conclusión sin disponer de pruebas concretas); sesión en la que el pretendido acusador debía exponer ante los jueces por qué se consideraba cualificado para ser el principal acusador. Tras escuchar a Cecilio Negro -que habló con poco arte- y a Cicerón, los jueces dictaminaron en favor de éste y determinaron que el proceso se llevara a cabo pronto.
Verres, los dos Metelos y Hortensio tuvieron que pensar otra cosa.
– Tú serás pretor el año que viene, Marco -dijo el gran abogado al hermano más joven-, y tenemos que asegurarnos de que sacas a suerte el cargo de presidente del tribunal de extorsiones. El presidente actual, Glabrio, detesta a Cayo Verres, y, aunque no sea más que por el simple hecho de que te detesta a ti también, no consentirá que en su tribunal se produzca el menor escándalo… Sí, lo que quiero decir es que si el proceso se lleva a cabo este año y Glabrio es presidente, no podremos sobornar al jurado. Y no olvidéis que este año Lucio Cotta estará vigilando a todos los jurados importantes como un gato a un ratón. Como este caso llamará mucho la atención, creo que Cotta lo utilizará para formarse en gran medida la opinión sobre la idoneidad de un jurado compuesto sólo por senadores. Por otra parte, Pompeyo y Craso no pueden vernos.
– Es decir -dijo Cayo Verres, cuyo saludable rostro bronceado había perdido aquellos días bastante atractivo- que tenemos que retrasar el juicio hasta el año que viene, cuando Marco sea presidente del tribunal.
– Exacto -contestó Hortensio-. Quinto Metelo y yo seremos cónsules el año que viene y nos vendrá de perlas, pues no nos será difícil falsificar los resultados del sorteo para dar a Marco la presidencia del tribunal de extorsiones, sin que importe que el año que viene los jurados sean senatoriales o de caballeros: los sobornaremos.
– Pero estamos en abril -comentó Verres cariacontecido-. No sé cómo vamos a poder retrasar tanto el proceso.
– Ah, sí que se puede -replicó Hortensio muy seguro-. En estos casos en que hay que recabar pruebas en localidades muy alejadas de Roma y revolver arriba y abajo un país como Sicilia… cualquier acusador tarda seis u ocho meses en preparar el caso. Sé que Cicerón aún no ha empezado a hacerlo porque sigue en Roma y ni siquiera ha enviado agentes a la isla. Naturalmente, contará con hallar pruebas y testigos en seguida, y ahí interviene Lucio Metelo que, como gobernador, obstaculizará todo lo posible la labor de los agentes de Cicerón.
Hortensio sonrió encantado.
– En ese caso, seguro que Cicerón no lo tiene preparado antes de octubre. Y daría tiempo al juicio, claro, pero lo impediremos. Porque solicitaremos otro proceso en el tribunal de Glabrio antes del tuyo, Cayo Verres. La víctima habrá de ser alguien que haya dejado un rastro de pruebas que se puedan recoger rápido. Algún desgraciado que haya robado, pero no un personaje importante como el gobernador de una provincia. Elegiremos el prefecto de un distrito administrativo en… Grecia, por ejemplo. Ya tengo pensado alguien… tendremos pruebas de sobra para satisfacer al pretor ur bano e iniciar el proceso a finales de quintilis. Cicerón no estará listo para entonces, pero nosotros si.
– ¿Y en quién has pensado? -inquirió Metelo Caprario el joven, con cierto regocijo; él y su hermano habían compartido las ganancias de Verres, pero eso no quería decir que estuviese dispuesto a que su cuñado fuese desterrado y arruinado por extorsión.
– En ese Quinto Curtio que fue legado de Lúculo y fue prefecto de Aquea cuando Varrón Lúculo era gobernador de Macedonia. Si Varrón Lúculo no hubiese estado tan ocupado en Tracia aplastando a los bessi y haciendo incursiones en barco por el Danubio hasta el mar, él mismo habría formado proceso a Curtio. Pero cuando regresó y se enteró de las modestas especulaciones de Curtio, consideró que era demasiado tarde y de poca monta para preocuparse y no le instruyó proceso. Pero hay pruebas que podemos recabar y a Varrón Lúculo le encantará echarnos una mano. Presentaré una solicitud al pretor urbano para procesar a Quinto Curtio este año en el tribunal de extorsiones -dijo Hortensio.
– Lo que quiere decir -añadió Verres -que Lucio Cotta instará a Glabrio a iniciar el proceso del caso que antes esté preparado, y, como tú dices, será el de Curtio. Luego, una vez iniciado, tú prolongas el procedimiento hasta fin de año, y Cicerón y mi proceso tendrán que esperar. ¡Magnífico, Quinto Hortensio, muy logrado!
– Sí, creo que es una buena treta -dijo Hortensio con aire de suficiencia.
– Cicerón se pondrá furioso -dijo Metelo Caprario el joven.
– ¡Ah, qué divertido! -añadió Hortensio.
Pero no sabían que Cicerón estaba trabajando a toda velocidad; cuando se enteró de que Hortensio había solicitado juzgar a un ex prefecto de Aquea ante el tribunal de extorsiones, comprendió perfectamente los propósitos de Hortensio y sintió desánimo y desesperación.
Su querido primo Lucio Cicerón había llegado de Arpino y vio nada más entrar en su despacho lo alterado que estaba.
– ¿Qué sucede? -inquirió Lucio Cicerón.
– ¡Ese Hortensio, que va a tener otro caso preparado para un juicio ante el tribunal de extorsiones antes de que yo haya recogido las pruebas contra Cayo Verres! -contestó Cicerón, dejándose caer en la silla desalentado-. No se celebrará hasta el año que viene, y me apostaría toda mi fortuna a que los Metelos Caprarios ya están en connivencia con Hortensio para que Marco Caprario el joven sea el año que viene el pretor encargado del tribunal de extorsiones.