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flamen, flamines. Sacerdote perteneciente a una clase particular. Había quince flamines, tres mayores y doce menores. Los tres mayores eran el flamen dialis (sacerdote de Júpiter Optimus Maximus), el flamen martialis (sacerdote de Marte) y el flamen quirinalis (sacerdote de Quirino). Excepto el flamen dialis -de cuyo cometido se habla en el texto-, ninguno de ellos debía tener obligaciones muy onerosas; al menos en el caso de los tres mayores, el Estado se encargaba de darles vivienda y manutención y eran miembros del Senado. La esposa del flamen era la flaminica; ambos habían de ser de condición patricia, aunque no he podido averigúar si era requisito también en los otros flamines.

Fortuna. La diosa romana de la fortuna y una de las deidades más adoradas del panteón romano. Había diversos templos dedicados a esta diosa en sus diversas advocaciones, pero la modalidad de fortuna que más interesaba a políticos y generales era la Fortuna Huiusque Diei -«La fortuna del día presente»-. Había otras encarnaciones de la deidad, como la Fortuna Primigenia, primogénita de Júpiter; la Fors Fortuna, muy popular entre los humildes; la Fortuna Virilis, que ayudaba a las mujeres a ocultar a los hombres sus imperfecciones físicas; la Fortuna Virgo, patrona de las novias; la Fortuna Equestris, veladora de los caballeros. Los romanos creían por naturaleza en la suerte, aunque no lo consideraban con arreglo a nuestros parámetros: un hombre labraba su propia suerte, pero tenía sumo cuidado -aun en el caso de hombres de valía y preclara inteligencia, que no eran supersticiosos, como Sila y César- en no ofender a la Fortuna.

foro. El lugar público de reunión en el mundo romano; solía estar rodeado de edificios, en su mayoría públicos.

Foro Romano. Era el centro de la vida pública romana y estaba formado por un amplio espacio abierto dedicado a la política, las leyes, los negocios y la religión. Creo que en tiempos de Sila y César no había tenderetes y puestos anexos en las basílicas. Es muy probable que la profusión de actividades políticas -y no digamos jurídicas- habría sido entorpecida con la presencia de estructuras provisionales. En las cercanías de dos grandes mercados -el general, Macellum, junto a la basílica Emilia, y el Macellum Cuppedenis, detrás del Clivus Orbius- debía sin duda haber espacio para instalar puestos y tenderetes. Estaba situado en una depresión del terreno y era frío y húmedo y le daba poco el sol, pero bullía siempre en actividad.

forum Boarium. Mercados para la venta de carne; estaban situados del lado del poste de salida del circo Máximo, por debajo del Germalus palatino. En el forum Boarium estaba el gran altar de Hércules y distintos templos de este dios que lo tenía bajo su protección.

forum Holitorium. Mercados de verduras; estaban situados en la orilla del Tíber, frente a las murallas servianas al pie del Capitolio. Había tres puertas que daban al forum Holitorium: la Triumphalis (por la que únicamente entraban desfiles triunfales), la Carmentalis y la Flumentana. Se suele aceptar que las murallas servianas del forum Holitorium estaban reducidas a ruinas a finales de la época republicana, pero yo no lo creo. Sólo la amenaza germana fue incentivo para efectuar diversas reparaciones en las mismas.

galería. Tiendas a ambos lados de un pasadizo. Es muy posible que el bazar de Estambul sea lo más parecido, aunque mucho mayor en tamaño.

Galia, galos. Los romanos rara vez utilizaban el término celta, para ellos todos eran galos. Las zonas del orbe en que vivían galos las consideraban una determinada Galia, aun en el caso (como el de Galacia) en que la región estaba en Anatolia. Antes de las conquistas de César, la Galia Transalpina, o Galia al oeste de los Alpes italianos, se dividía en dos partes: la Galia Comata o Cabelluda, que no estaba helenizada ni romanizada, y una franja costera que en el valle del Ródano se prolongaba hacia el interior, denominada la Provincia, helenizada y romanizada. El nombre de Galia narbonense que utilizo en la obra no fue oficial hasta la época de Augusto, si bien, probablemente, la Galia en torno al puerto de Narbo sí que debía conocerse por ese nombre. He optado por denominar Galia itálica a la Cisalpina o situada en el lado italiano de los Alpes, que a su vez estaba dividida en dos partes por el río Padus (el actual Po), y las he denominado Galia al otro lado del Padus y Galia a este lado del Padus. Tampoco existe duda de que los galos eran racialmente muy afines a los romanos, ya que su lengua era parecida y lo mismo sucedía con muchas de sus tecnologías. Lo que diferenciaba a los romanos en detrimento de los galos era su secular contacto con otras culturas mediterráneas.

gens, gentes. Familia o clan romano con el mismo apellido; Julius, Domitius, Cornelius, Aemilius, Servilius, Livius, Porcius, Junius y Licinius, por ejemplo, son gentilicios. Era palabra del género femenino, por lo que en latín se decía la gens Julia, la gens Cornelia, la gens Servilia.

gladiador. El término queda suficientemente explícito en la obra. Baste con decir que, en la época republicana, había únicamente dos clases de gladiadores -tracios y galos- y que el combate entre ellos no solía ser «a muerte». El «alzar o bajar el pulgar» de la época imperial no existía, tal vez porque el Estado no poseía ni mantenía gladiadores en dicha época y muy pocos de ellos eran esclavos. Los gladiadores eran de propiedad privada, y costosos de adquirir y mantener. Durante la república, casi todos los gladiadores eran romanos, generalmente desertores o amotinados de las legiones. Era una profesión fundamentalmente voluntaria.

gobernador. Palabra adecuada para referirse al cónsul, pretor, procónsul o propretor que, generalmente durante un año, mandaba en una provincia romana en nombre del Senado y del pueblo de Roma. A veces se prorrogaba su mandato varios años, como el caso de Metelo Pío en la Hispania Ulterior.

Gracos. Los hermanos Gracos, Tiberio Sempronio y su hermano menor, Cayo Sempronio. Eran hijos de Cornelia, hija de Escipión el Africano y Emilia Paula, y de Tiberio Sempronio Graco, cónsul en 177 a. JC. y 163 a. JC., censor en 169 a. JC. por derecho de cuna. Ninguno de los dos hermanos superó el cargo de tribuno de la plebe debido a una curiosa mezcla de idealismo, heterodoxia y hondo sentido de servicio a Roma. Tiberio Graco fue tribuno de la plebe en 133 a. JC., centró sus esfuerzos en corregir el modo en que Roma administraba su ager publicus, con el propósito de entregarlo a los ciudadanos pobres para incentivarlos al darles tierras que pudieran trabajar y heredar sus hijos; como al término del año de su mandato no hubo logrado la reforma, desafió la costumbre ancestral y quiso presentarse por segunda vez candidato al cargo. Fue apaleado hasta morir en el Capitolio.

Cayo Graco, diez años más joven, fue elegido tribuno de la plebe en 123 a. JC.; era más capaz que su hermano y supo aprender la lección, prometiéndose cambiar la dirección de la política de Roma por los ultraconservadores de la época. Sus reformas fueron mucho más amplias que las de Tiberio y comprendieron no sólo el ager publicus, sino el reparto de trigo barato al pueblo, la regulación del servicio en el ejército, la fundación de colonias romanas en el extranjero, numerosas obras públicas en Italia, la separación de los tribunales del Senado, un nuevo sistema de recaudación de impuestos en la provincia de Asia y el acceso a la ciudadanía romana de latinos e itálicos. Finalizado su año de tribuno de la plebe, Cayo Graco emuló a su hermano y se presentó por segunda vez al cargo, y, en lugar de morir por su pretensión, fue de nuevo elegido. Al término de este segundo mandato volvió a presentarse candidato, pero fue derrotado en la elección. Privado de todo poder, hubo de ver cómo se iban desmoronando sus leyes y reformas, y, al no disponer de medios pacíficos para oponerse, recurrió a la violencia. Muchos de sus partidarios fueron ejecutados por efecto del primer decreto «inapelable», pero él prefirió suicidarse antes que ser aprehendido.

En el glosario de La corona de hierba figura este mismo término mucho más ampliado.