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»La única forma en que las extrañas interrelaciones de los distintos aspectos de lo que significa ser un monoteísta pueden reconciliarse con los preceptos de la religión, es aceptando que las reglas para la deidad en esos asuntos no son las mismas reglas que para los vulgares mortales. Por supuesto, la mayoría de la gente no piensa en ello; lo compartimentan en su mente y lo etiquetan: Sagrado — No molestar.

»Pero es preciso concederle a Mike la misma dispensa concedida a todos los demás dioses. Hay reglas para este juego: un dios único se divide al menos en dos partes: masculina y femenina, y procrea. No únicamente Jehová; todos lo hacen. Por el contrario, un grupo de dioses procrearán como conejos, sin que les importen mucho las formalidades humanas. Una vez ingresado Mike en el negocio de la divinidad, esas orgías de su grupo eran algo tan lógico y seguro como que el domingo sigue al sábado. Así que deje de utilizar los estándares de Podunk y juzgúelos solamente por la moral olímpica; creo que entonces descubrirá que han estado mostrando una sorprendente moderación. Además, Ben, este «acercamiento» a través de la unión sexual, esta unidad en la pluralidad y pluralidad de vuelta a la unidad, no puede tolerar la monogamia dentro del grupo divino. Cualquier emparejamiento que excluyera a los demás sería inmoral y obsceno, bajo el credo postulado. Y si ese congreso sexual compartido por todos es esencial para su credo, como asimilo que tiene que serlo, entonces, ¿por qué espera que escondan esta sagrada unión detrás de una puerta? Su insistencia de que deberían esconderse convertiría un rito sagrado, cosa que era, en algo obsceno, cosa que no era. Usted simplemente no comprendió lo que estaba sucediendo.

—Tal vez no —admitió Ben, hosco.

—Voy a ofrecerle un premio de tapa de cereal, como incentivo. Se preguntaba cómo consiguió Mike desembarazarse tan rápidamente de sus ropas. Se lo diré.

—¿Cómo?

—Fue un milagro.

—Oh, por el amor de Dios…

—Pudo serlo. Le apuesto mil dólares a que fue un milagro según las reglas usuales de los milagros…, y usted mismo decide el resultado. Vuelva y pregúntele a Mike cómo lo hizo. Pídale que le haga una demostración. Luego me envía el dinero.

—Demonios, Jubal… No quiero ganarle de esa forma.

—No lo hará. Poseo información de índole interna. ¿Apuesta o no?

—No, maldita sea. Jubal, vaya usted allí y vea de qué se trata. Yo no puedo volver…, no ahora.

—Le recibirán con los brazos abiertos, y ni siquiera le preguntarán por qué se marchó tan bruscamente. Van otros mil a esto también. Ben, estuvo usted allí menos de un día, unas quince horas…, y pasó más de la mitad del tiempo durmiendo y jugando a la pata coja con Dawn. ¿Les echó acaso una buena mirada? ¿Usó la meticulosa investigación que le dedica a alguien de la vida pública que huele mal, antes de crucificarlo en su columna?

—Pero…

—¿Lo hizo o no lo hizo?

—No, pero…

—¡Oh, por el amor de Dios, Ben! Afirma usted que está enamorado de Jill…, y, sin embargo, no le concede siquiera la misma consideración que le concede a un político deshonesto. Ni una décima parte del esfuerzo que ella hizo por ayudarle a usted cuando estaba secuestrado. ¿Dónde se hallaría usted ahora si esa muchacha no se hubiese preocupado por usted como lo hizo? ¡Criando malvas! La emprende con esos chicos por culpa de un poco de fornicación amistosa, pero…, ¿sabe lo que realmente me preocupa a mí?

— ¿Qué?

—Jesucristo fue crucificado por predicar sin permiso de la policía. Piense bien en eso.

Caxton se puso en pie.

—Me voy.

—Hágalo después del almuerzo.

—No. Ahora.

Veinticuatro horas más tarde, Ben envió a Jubal un giro telegráfico de dos mil dólares. Cuando, al cabo de una semana, Jubal no recibió ningún otro mensaje, remitió una comunicación a la oficina de Ben: «¿Qué diablos está haciendo?».

La respuesta tardó un poco en llegar: «Estudio marciano y las reglas de la pata coja. Fraternalmente suyo, Ben».

QUINTA PARTE

Su bienaventurado destino

34

Foster alzó la cabeza del trabajo que tenía entre manos.

—¡Hijo!

—¿Señor?

—Ese joven por el que te interesabas está disponible ya. Los marcianos lo han soltado.

Digby pareció desconcertado.

—Lo siento. ¿Hay alguna joven criatura hacia la cual tengo alguna Obligación?

Foster sonrió angélicamente. Los milagros nunca eran necesarios…, en Verdad, el pseudoconcepto «milagro» era en sí mismo una contradicción. Pero esos jóvenes tenían que aprenderlo siempre por su cuenta.

—No importa —dijo en tono amable—. Es un trabajo menor, me encargaré yo mismo de él. Y… por favor, hijo…

—¿Señor?

—Llámame «Fos», por favor…, las ceremonias están muy bien ahí fuera, pero no son necesarias en el estudio. Y recuérdame que no te llame «hijo» después de esto; tu hoja de servicios durante el período de prueba provisional es estupenda. ¿Por qué nombre deseas que se te llame?

Su ayudante parpadeó.

—¿Tengo otro nombre?

—Miles de ellos. ¿Alguna preferencia?

—Oh, la verdad es que no recuerdo en este preciso eón.

—Bien…, ¿no te gustaría que te llamasen «Digby»?

—Oh, sí. Es un nombre bonito. Gracias.

—No tienes por qué agradecérmelo. Te lo has ganado.

El Arcángel Foster volvió a su tarea, sin olvidar la misión secundaria que había asumido. Consideró brevemente cómo podría retirar aquel cáliz de la pequeña Patricia…, luego se reprendió a sí mismo por aquel pensamiento tan poco profesional, casi humano. La misericordia no era posible en un ángel; la compasión angélica no dejaba sitio para ella.

Los Ancianos de Marte habían llegado a una elegante solución experimental de su problema estético más importante, y lo habían dejado a un lado durante unos cuantos «treses llenos» a fin de dejar que generase nuevos problemas. Entonces, sin prisas pero de inmediato y casi distraídamente, recogieron los informes de lo que había aprendido acerca de su propio pueblo el extraño polluelo al que habían enviado de regreso a su mundo, tras haberlo cuidado y hecho crecer, puesto que ya no era de interés para sus propósitos.

Tomaron colectivamente los datos que había acumulado y, con un vistazo de prueba a aquella solución experimental, empezaron a pensar en la conveniencia de promover una encuesta que condujese a una investigación de los parámetros estéticos implicados en la posible necesidad artística de destruir la Tierra. Pero haría falta necesariamente mucha espera antes de que la plenitud permitiera asimilar una decisión.

El Daibutsu de Kamakura volvió a verse inundado por una ola gigantesca, como consecuencia de una alteración sísmica a unos 280 kilómetros de Honshu. La ola mató a más de trece mil personas, y alojó a un niño pequeño en lo alto del interior de una imagen del Buda, donde fue finalmente hallado y socorrido por los monjes supervivientes. Aquel niño vivió noventa y siete años terrestres después del desastre que barrió a toda su familia, y no dejó descendencia alguna ni hizo nada notable, excepto ganarse una reputación que llegó hasta Yokohama por su continuo hipo.

Cynthia Duchess ingresó en un convento con todos los beneficios de la moderna publicidad, y salió de él sin la menor fanfarria al cabo de tres días. El ex secretario general Douglas sufrió una apoplejía menor que le dejó casi inútil la mano izquierda, pero eso no redujo su habilidad para conservar los fondos que le habían sido confiados. La Lunar Enterprises, Ltd. publicó un folleto sobre una emisión de acciones de su empresa subsidiaria, la Ares Chandler Corporation. La nave exploradora Mary Jane Smith, dotada con el impulsor Lyle, se posó en Plutón. Fraser, Colorado, informó que estaba padeciendo el mes de febrero más frío de sus anales históricos.