Выбрать главу

»La corrección no es suficiente —continuó, ahora inquieto—, la corrección nunca es suficiente. Ése fue uno de mis primeros errores, porque entre los marcianos corrección y sabiduría son la misma cosa, idéntica. Pero no sucede así entre nosotros. Tome a Jill. Su corrección era perfecta cuando la conocí; pero pese a todo, estaba confusa interiormente, y casi la destruí, y me destruí a mí mismo también, porque yo estaba tan confuso como ella…, hasta que pusimos las cosas en claro. Su infinita paciencia (un rasgo nada común en este planeta) fue lo que nos salvó, mientras yo aprendía a ser humano y ella aprendía lo que yo sabía.

»Pero la corrección sola nunca es suficiente. Se requiere también una dura y fría sabiduría para que la corrección alcance la corrección —sonrió, y su rostro se iluminó—. Y es por eso por lo que le necesito, padre, tanto como le amo. Necesito confesarme con usted.

Jubal se agitó.

—¡Oh, por el amor de Dios! Mike, no convierta esto en una producción. Simplemente dígame qué le corroe por dentro. Encontraremos una salida.

—Sí, padre.

Pero Mike no prosiguió. Por último, Jubal dijo:

—¿Se siente derrotado a causa de la destrucción del Templo? No se lo reprocharía. Pero no está vencido, puede construir uno de nuevo.

—Oh, no, eso no tiene la menor importancia.

—¿Eh?

—Ese templo era un diario con todas las páginas ya escritas. Había sonado la hora de empezar uno nuevo, antes que escribir encima y estropear las páginas ya llenas. El fuego no puede destruir las experiencias vividas en él, y desde el punto de vista estrictamente publicitario y de la política práctica de la Iglesia, ser arrojados de una forma tan espectacular puede ayudar, a la larga. No, Jubal, el último par de días han sido simplemente una pausa agradable en una ajetreada rutina. No ha representado daño alguno —su expresión cambió—. Pero… Padre, últimamente he averiguado que soy un espía.

—¿Qué quiere decir, hijo? Explíquese.

—De los Ancianos. Me enviaron aquí para espiar a nuestro pueblo.

Jubal meditó aquello. Finalmente dijo:

—Mike, sé que es usted inteligente. Posee a todas luces poderes de los que yo carezco, y que no había visto nunca. Pero un hombre puede ser un genio y pese a todo sufrir ilusiones.

—Lo sé. Déjeme que se lo explique, y luego decidirá si estoy loco o no. Ya sabe cómo funcionan los satélites de vigilancia que utilizan las Fuerzas de Seguridad.

—No.

—No me refiero a los detalles técnicos que interesarían a Duque; me refiero al esquema general. Circulan en órbita en torno del globo, recogiendo datos y almacenándolos. En un momento determinado se acciona el «Ojo en el Cielo», y el mecanismo emite todo lo que ha captado. Eso es lo que han hecho conmigo. Le supongo enterado de que en el Nido utilizamos lo que se llama telepatía.

—Me he visto obligado a creerlo.

—Lo hacemos. Pero esta conversación es privada, y, además, nadie de nosotros intentaría nunca leerle; no estoy seguro de que pudiéramos tampoco. Incluso anoche el enlace se efectuó a través de la mente de Dawn, no de la suya.

—Bueno, no deja de ser un consuelo.

—Hum, quiero volver sobre ello más tarde. Soy tan sólo un huevo en este arte; los Ancianos son los maestros. Se mantuvieron en contacto conmigo, pero me dejaron a mis propios medios; me ignoraron totalmente. Luego me activaron, y todo lo que yo había visto y oído, hecho, sentido y asimilado brotó de mí y se convirtió en parte de sus registros permanentes. No quiero decir que borrasen las experiencias de mi mente; simplemente pasaron la cinta, por decirlo así, y sacaron una copia. Pero me di cuenta de la activación…, y todo hubo terminado antes de que tuviese tiempo de hacer nada por impedirlo. Luego me soltaron, y eliminaron la conexión; ni siquiera pude protestar.

—Bueno…, me parece que te utilizaron de un modo más bien despreciable.

—No según sus estándares. Ni yo habría puesto objeción alguna, me habría ofrecido alegremente voluntario…, si lo hubiera sabido antes de abandonar Marte. Pero no quisieron que lo supiese; deseaban que viera y asimilara sin interferencias.

—Iba a añadir —indicó Jubal— que, si ahora está libre de esa condenable invasión de su intimidad, ¿qué daño se ha producido? Opino que, si hubieras llevado un marciano auténtico junto a tu codo durante esos dos últimos años y medio, no se habría producido más daño que el de atraer todas las miradas.

Mike estaba profundamente serio.

—Jubal, escuche una historia. Escúchela hasta el final —y le explicó la destrucción del desaparecido Quinto Planeta del sistema solar, cuyas ruinas eran los asteroides—. ¿Y bien, Jubal?

—Eso me recuerda un poco los mitos acerca del Diluvio.

—No, Jubal. Nadie en la Tierra está completamente seguro acerca del Diluvio. En cambio, están seguros de la destrucción de Pompeya y Herculano.

—Oh, sí. Ésos son hechos históricos establecidos.

—Jubal, la destrucción del Quinto Planeta por los Ancianos es tan históricamente segura como la erupción del Vesubio…, y está registrada con muchos más detalles. Nada de mitos. Hechos.

—Oh, de acuerdo. ¿Debo entender que temes que los Ancianos de Marte decidan darle a este planeta el mismo tratamiento? Me perdonarás si confieso que me resulta un poco difícil tragármelo.

—Pero, Jubal, no les costaría nada a los Ancianos hacerlo. Lo único que se necesita es un cierto conocimiento fundamental de la física, saber cómo está unida la materia…, y el mismo tipo de control que me ha visto usar una y otra vez. Tan sólo se necesita asimilar primero lo que se desea manipular. Yo puedo hacerlo ahora, sin ninguna ayuda. Se elige un fragmento cerca del núcleo del planeta de digamos unos ciento cincuenta kilómetros de diámetro. Es mucho mayor de lo necesario, pero deseamos hacerlo de una manera rápida y sin dolor, aunque sólo sea para complacer a Jill. Se calcula el tamaño y el lugar, luego se asimila cuidadosamente cómo unir las partículas… —su rostro perdió toda expresión y sus globos oculares giraron hacia arriba.

—¡Hey! —intervino Harshaw—. ¡Ya basta! Ignoro si puede hacerlo o no, ¡pero no quiero que lo intente!

El rostro del Hombre de Marte recobró la normalidad.

—Oh, no lo haría nunca. Para mí sería una gran incorrección; soy humano.

—¿Pero no para ellos?

—No. Los Ancianos pueden asimilarlo como una plétora de belleza. No sé. Oh, poseo la disciplina para hacerlo, pero no la voluntad. Jill podría hacerlo también…, es decir, podría contemplar el método exacto. Pero nunca desearía hacerlo; también es humana, y éste es su planeta. La esencia de la disciplina es primero la autoconsciencia, luego el autocontrol. Para cuando un humano estuviese físicamente en condiciones de destruir este planeta mediante este método, en vez de cosas tan torpes como las bombas de cobalto…, no le sería posible albergar la volición necesaria, lo asimilo plenamente. Se descorporizaría. Y eso pondría fin a cualquier amenaza. Nuestros Ancianos no vagan por aquí del mismo modo que lo hacen en Marte.

—Hum…, hijo, ya que estamos buscando murciélagos en su campanario, acláreme otra cosa. Siempre habla usted de esos «Ancianos» con la misma naturalidad con que yo hablaría del perro del vecino…, pero a mí los espíritus me resultan difíciles de engullir. ¿Qué aspecto tiene un «Anciano»?

—Bueno, exactamente el mismo que cualquier otro marciano…, excepto que hay mucha más variedad en la apariencia de los marcianos adultos que la que hay entre nosotros.