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»Y todas y cada una de esas cosas incorrectas son corolario de los celos. Jubal, no podía creerlo. Aún sigo sin asimilar los celos en toda su plenitud; me parecen una demencia, una terrible incorrección. Cuando aprendí por primera vez lo que era el éxtasis, mi primer pensamiento fue que deseaba compartirlo, compartirlo de inmediato con todos mis hermanos de agua…, directamente con mis hermanos femeninos e indirectamente mediante la invitación a compartir con mis hermanos masculinos. Si se me hubiera ocurrido la idea de intentar mantener para mí solo las delicias de esta fuente inagotable, me habría horrorizado. Pero era incapaz de pensar en eso. Y en perfecto corolario, no sentí el más leve deseo de gozar de ese milagro con nadie a quien no amara ya, y en quien confiara. Jubal, soy físicamente incapaz de intentar el amor con una mujer que no haya compartido el agua conmigo. Y esto reza para todo el Nido. Es una impotencia psíquica, a menos que el espíritu se fusione como se fusiona la carne.

Jubal estaba escuchando y pensando tristemente que aquél era un espléndido sistema —para los ángeles—, cuando un aerocoche aterrizó en la plataforma privada, diagonalmente frente a ellos. Volvió un poco la cabeza para ver y, cuando los patines de aterrizaje rozaron el suelo, el vehículo se desvaneció: dejó de estar allí.

—¿Dificultades? —preguntó.

—Ninguna —negó Mike—. Empiezan a sospechar que estamos aquí…, que estoy aquí, más bien; creen que todos los demás están muertos. Los del Templo Íntimo, quiero decir. No molestan especialmente a los de los otros círculos…, y muchos de ellos han abandonado la ciudad hasta que se calmen las cosas… —sonrió—. Podríamos obtener un buen precio por estas habitaciones de hotel; la ciudad rebosa de visitantes más allá de su capacidad con las tropas de choque del obispo Short.

—Y bien, ¿no es el momento de enviar la familia a algún otro lado?

—Jubal, no se preocupe por ello. Ese coche no ha tenido la menor posibilidad de enviar un informe, ni siquiera por radio. Estoy manteniendo una firme vigilancia. No existe ningún problema, ahora que Jill ha superado sus conceptos erróneos acerca de la «incorrección» de descorporizar personas que tienen la incorrección en ellas. Solía verme obligado a utilizar todo tipo de recursos complicados para protegernos. Pero Jill sabe ya que sólo actúo cuando he asimilado hasta la plenitud —el Hombre de Marte esbozó una sonrisa juvenil—. Anoche me ayudó en una tarea de poda…, y no era la primera vez que lo hacía.

—¿Qué clase de tarea?

—Oh, sólo una secuela de la fuga de la cárcel. Unos cuantos individuos de los que estaban también encerrados y a los que no podía dejarse sueltos por ahí; eran perversos. Así que tuve que desembarazarme de ellos antes de eliminar los barrotes y las puertas. Pero, durante meses, he estado asimilando lentamente toda esta ciudad, y algunos de los peores no estaban en la cárcel. Así que me mantuve a la espera, redactando una lista, asegurándome hasta la plenitud en cada caso.

»Y ahora que nos marchamos de esta ciudad…, ellos dejarán de vivir aquí también. Eliminados. Necesitaban ser descorporizados y enviados de vuelta al pie de la línea, para que vuelvan a intentarlo. Incidentalmente, ésa fue la asimilación que cambió la actitud de Jill, de los escrúpulos a la aprobación entusiasta: cuando asimiló por fin que es absolutamente imposible matar a un hombre…, que todo lo que estábamos haciendo se parecía mucho a la decisión de un arbitro que expulsa del campo a un jugador por «dureza innecesaria» en el juego.

—¿No teme atribuirse el papel de Dios, muchacho?

Mike sonrió con desvergonzada jovialidad.

Soy Dios. Usted es Dios…, y cualquier necio al que extirpo, es Dios también. Jubal, se dice que Dios observa a cada gorrión que cae. Y así es. Pero la forma más aproximada en que puede expresarse esta idea en nuestro idioma, es decir que Dios no puede evitar darse cuenta de la caída del gorrión porque el gorrión es Dios. Y cuando un gato atrapa a un gorrión, ambos son Dios, y realizan los pensamientos de Dios.

Otro aerocoche fue a aterrizar, y se desvaneció antes de tocar el suelo.

—¿A cuántos jugadores expulsó anoche del campo?

—Oh, a unos cuantos. Alrededor de cuatrocientos cincuenta, supongo; no los conté. Ésta es una ciudad grande, ¿sabe? Pero por un tiempo va a ser también una ciudad inusualmente decente. No es una cura definitiva, por supuesto…, no hay ninguna cura, excepto adquirir una férrea disciplina —Mike pareció desdichado—. Y ése es un tema sobre el que debo interrogarle, padre. Temo haberme confundido con la gente que me ha seguido. Con todos nuestros hermanos.

—¿En qué sentido, Mike?

—Son demasiado optimistas. Han visto lo bien que ha ido todo para nosotros; todos han comprobado lo felices que son, lo fuertes y sanos que se sienten, lo profundamente que se aman unos a otros. Y ahora creen asimilar que sólo es cuestión de tiempo el que toda la raza humana alcance idéntica beatitud. Oh, no mañana; algunos de ellos asimilan que tendrán que transcurrir dos mil años antes de que empiece a cristalizar un experimento así. Pero consideran que finalmente ocurrirá. Y al principio yo opinaba así también. Incluso les incité a creerlo.

»Pero, Jubal, había pasado por alto un punto clave: los humanos no son marcianos. Cometí este error una y otra vez…, me corregí…, y aún sigo cometiéndolo. Lo que funciona perfectamente para los marcianos no funciona necesariamente con los humanos. Oh, la lógica conceptual que sólo puede expresarse en marciano sirve para ambas razas. La lógica es invariable…, pero los datos difieren. Así que los resultados son diferentes.

»No consigo comprender por qué, si la gente tenía hambre, algunas personas no se ofrecieron voluntarias para ser sacrificadas y que el resto pudiera comer. En Marte esto es algo obvio…, y es un honor. Tampoco logro entender por qué los bebés son tan mimados. En Marte, nuestras dos pequeñas serían simplemente arrojadas a la intemperie para que muriesen o sobrevivieran…, y en Marte nueve de cada diez ninfas mueren en su primera temporada. Mi lógica era correcta, pero me había equivocado en los datos: aquí los bebés no compiten pero los adultos sí; en Marte los adultos no compiten en absoluto, la competencia está reservada a la primera niñez. Pero, de una forma u otra, la competencia y la eliminación tienen que producirse…, ya que de otro modo la raza iniciaría su decadencia.

»Pero, tanto si me equivocaba como si no al tratar de eliminar la competencia en ambos extremos, últimamente he empezado a asimilar que la raza Humana no va a permitirme hacerlo, sea lo que fuere.

Duque asomó la cabeza en la habitación.

—Mike, ¿has echado un vistazo fuera? Hay una muchedumbre concentrándose alrededor del hotel.

—Lo sé —asintió Mike—. Diles a los demás que la espera aún no se ha llenado.

Se dirigió a Jubal.

— La frase «tú eres Dios» no es un mensaje de alegría y esperanza, Jubal. Es un desafío…, y una suposición atrevida y desvergonzada de responsabilidad personal… —su expresión se hizo triste—. Pero rara vez exijo que se acepte. Unos cuantos, muy pocos…, sólo los que están aquí con nosotros hoy, nuestros hermanos…, me han comprendido y han aceptado lo amargo y lo dulce, se han puesto en pie y lo han bebido…, lo han asimilado. Los demás, los centenares y miles de otros, insisten en considerarlo como un premio sin competición, una «conversión», o lo ignoran enteramente. No importa lo que les haya dicho; han insistido en pensar en Dios como algo fuera de ellos mismos. Algo que anhela tomar en brazos a todo imbécil indolente, llevárselo al pecho y consolarlo. La idea de que el esfuerzo tiene que ser suyo…, y de que todos los problemas que tienen son obra suya…, es algo que no quieren o no pueden albergar.