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Habría que esperar hasta 1986 para que un editor de libros de grandes tiradas, Ediciones Orbis, sacara a la calle los cien títulos de su «Biblioteca de Ciencia-ficción» en una edición masiva, y como es lógico incluyera en ella al Forastero… Tras todas las vicisitudes anteriores, cabría decir que ésta fue la primera edición que llegó realmente al gran público de habla española: no sólo a un público «del género», sino también a uno mucho más general. Sin embargo, la edición de Orbis estaba encuadrada dentro de una colección de quiosco: se lanzó, se distribuyó, se vendió, se agotó, y nunca volvió a reeditarse.

En 1988, la muerte de Robert Heinlein dio un nuevo giro a la historia del libro. Como explica Virginia Heinlein en su prefacio, el editor original de la novela en lengua inglesa, asustado ante su extensión, hizo que Heinlein redujera el texto en casi una cuarta parte, y así se mantuvieron todas las ediciones hasta después de su muerte, momento en que, visto lo ocurrido, se decidió restablecer su formato original. En Estados Unidos, la aparición a principios de 1991 de la edición original uncut del libro despertó un enorme interés entre el público lector… y un aluvión de ventas, puesto que era la primera vez que el libro aparecía tal como lo había concebido su autor.

La ocasión parecía ideal para efectuar también en España una edición definitiva, y el mejor lugar donde podía figurar ésta era quizá la colección «Cronos», de Ediciones Destino, dirigida por mí. Sin embargo, como si el libro estuviera sometido a algún tipo de maldición, también esta edición tuvo un paso breve y ocasional en el mercado. En primer lugar, el editor no indicó en ninguna parte del libro que se trataba de la edición definitiva, tal como había sido escrita originalmente por su autor, lo cual hizo que aquellos que tenían ya alguna edición anterior no la compraran creyendo que era la misma que ya poseían, sobre todo teniendo en cuenta su elevado precio. En segundo lugar, su publicación coincidió con la venta de Ediciones Destino al grupo Planeta; el cambio de política editorial hizo que la colección no tardara en ser suspendida por no cumplir los nuevos requisitos fijados de rentabilidad, y todos los números publicados fueran sumariamente saldados cuando la obra de Heinlein apenas había iniciado su vida comercial. Pese a todo, el interés intrínseco de la obra quedó demostrado en el momento mismo en que fue saldada: Forastero… duró menos de una semana en los mostradores de saldo de unos grandes almacenes.

Esto pareció marcar el fin —al menos por el momento— de la edición del libro en lengua española. Y era una auténtica lástima el que, tratándose de una obra importante, ninguna de sus ediciones españolas hubiera tenido continuidad. Porque Forastero… no ha sido nunca en España, en toda su vida literaria, un libro de fondo editorial. Sus distintas ediciones, más o menos limitadas, han aparecido, se han vendido —muy bien, por cierto—, pero no se han reeditado. Con lo que se ha convertido en nuestro país en una especie de libro «maldito», del que se ha hablado mucho pero que muchas personas no han tenido todavía ocasión de leer.

Pese a lo cual, Forastero… ha sido siempre, sin lugar a dudas, un libro de culto. Lo fue ya en los propios Estados Unidos con ocasión de su publicación original, aunque también pasó ciertas vicisitudes, ya que en un principio algunos editores lo rechazaron por su extensión. Por aquel entonces muy pocos editores se atrevían a correr el riesgo de asumir los grandes costes que representaban las novelas demasiado extensas —baste recordar el caso de Dune—, cosa que choca curiosamente con la actitud actual, en la que son precisamente los editores quienes exigen a sus autores conocidos una extensión mínima a sus obras. Ganador tras su aparición del prestigioso premio Hugo —el más importante del género—, Forastero… siguió una firme trayectoria ascendente que culminó a finales de los años sesenta, cuando se convirtió en el libro de culto de los estudiantes universitarios norteamericanos y en la Biblia de cabecera de buena parte del movimiento hippy. Esto acaeció sin duda por sus iconoclastas ideas hacia los poderes establecidos y su planteamiento y defensa de la vida comunitaria, el amor libre y en grupo y un misticismo muy siglo XX. Desde entonces, el libro ha sido uno de los clásicos indiscutidos del género en lengua inglesa, y nunca ha dejado de hallarse presente, en alguna de sus muchas ediciones, en los estantes de las librerías.

La edición uncut promovida por la viuda de Heinlein tras la muerte del autor despertó un nuevo interés y revitalizó la obra: casi una cuarta parte del texto suprimido originalmente, ahora recuperado. La pregunta fue desde el principio unánime: ¿significa esto mucha diferencia?

La realidad es que no. Russell Letson, en su crítica del libro para la revista Locus, dice textualmente al respecto, después de indicar que no había hallado diferencias apreciables con la edición que había leído hacía quince años:

«… así que rebusqué mi edición de bolsillo de Avon de 1962 para ver cómo estaba la cosa, y recomiendo el ejercicio a cualquiera que alguna vez haya gruñido que Heinlein no sabía cómo recortarse a sí mismo. Si alguna vez deseó hacerlo, o si tuvo que hacerlo, son dos preguntas completamente distintas. Las supresiones de la primera página del capítulo primero parecen típicas: una frase de cinco palabras del primer párrafo; todo el segundo párrafo —quince palabras—; dos palabras del tercero; y del cuarto largo párrafo siete palabras individuales, una frase de tres palabras, y la sustitución de una frase de cuatro palabras por otra de quince. Oh, y una letra».

Un examen exhaustivo de las dos versiones (me he tomado la molestia de hacerlo), confirma ese juicio a lo largo de todo el libro: nada crucial de la obra fue eliminado en las ediciones anteriores. Los rumores que surgieron entre los aficionados estadounidenses al conocerse la noticia —cuando el libro se hallaba aún en prensa— de que Heinlein se había visto obligado a suprimir páginas enteras a causa de lo atrevido de sus ideas, carecen de fundamento. Ciertamente, fueron suprimidos párrafos enteros, pero todos ellos se incluyen en lo que podríamos llamar «relleno», la ambientación del libro. Contra lo que se dijo también al principio, el editor no cortó ni mutiló nada por su cuenta: fue el propio Heinlein quien efectuó la tarea, y hay que reconocer que lo hizo condenadamente bien, puesto que logró suprimir casi una cuarta parte del texto sin menoscabo alguno de la obra general. Hay frases que evidentemente quedan más redondas tal como las concibió el autor que como fueron finalmente publicadas; otras no. Pero hay que dejar bien sentado que Heinlein, en su obligada poda, consiguió que ningún episodio, detalle, lance o acontecer de sus personajes quedara desvirtuado con las supresiones. Lo cual es una auténtica hazaña.

De todos modos, la libertad del escritor para con la integridad de su propia obra es un derecho sagrado, y ningún editor debería imponerle podas o rectificaciones: el libro será bueno o malo, se publicará o no, pero tiene derecho a hacerlo tal como surgió de la mente de su autor.

Por ello me sentí orgulloso y feliz hace cinco años, después de casi veinticinco de aquella primera y desgraciada edición de Géminis, de poder ofrecer al fin en lengua española, en Ediciones Destino, una edición completa y definitiva de la obra más importante de Robert Anson Heinlein y uno de los pilares de la ciencia-ficción mundial, tal como surgió de su pluma. En cierto modo, lo consideré un deber y una retribución: durante muchos años me he sentido, a nivel personal, un poco en deuda con este libro. Y por eso también sentí una gran decepción cuando la edición de Destino se malogró de una forma tan repentina y absurda, un poco al estilo de todas las anteriores.