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Malone se dirigió al cuarto en busca de su ropa. Una vez vestido, se aseó rápidamente y regresó a la cocina. Anna ya estaba vestida con un pantalón caqui y un jersey blanco de cuello de cisne.

En ese preciso momento se oyeron unos golpecitos en la puerta, seguidos de la voz de Dalton.

– Te llamaré cuando se sepa algo más -dijo Malone mientras acudía a abrir.

Dalton y Bill se quedaron boquiabiertos al ver a Quentin.

– Buenos días, amigos -murmuró el inspector. A continuación, girándose hacia Anna, añadió-: Te llamaré -se inclinó para besarla. Mientras los labios de ambos se tocaban, el busca sonó de nuevo-. Ten mucho cuidado. Si necesitas algo…

– Vete ya -dijo Anna retirándose de él. Le temblaban los labios, así que los apretó-. Encuentra a ese tipo. Detenlo. Hazlo por mí.

Quentin llegó al escenario del crimen el último. Saludó a los demás agentes inclinando la cabeza mientras se acercaba a la víctima. Se detuvo a su lado para examinarla, con el corazón en la garganta.

– Sí que has tardado en llegar -dijo Johnson con sorna conforme se aproximaba.

– ¿Qué es lo que tenemos?

– Se llamaba Jessica Jackson. Veintiún años, guapa y lista. Cursaba el último año de carrera en Tulane.

– Demasiado joven -musitó Malone-. Demasiado joven para morir, mierda.

– Y que lo digas. Ese tipo está empezando a tocarme los cojones -Johnson se pasó una mano por la cara-. Walden está investigando la zona e interrogando a los vecinos. Puede que alguien haya visto u oído algo.

Quentin miró al normalmente lacónico inspector. Parecía cansado. Frustrado.

– ¿Has oído lo de la agresión de anoche?

– ¿A Anna North? Sí, lo he oído -Johnson miró a Quentin-. Pero el modus operandi no coincide. A North la agredieron en su casa. No había salido a divertirse.

– También es pelirroja. Hace una semana estuvo en Tipitina’s y alguien la siguió hasta su casa. Pero algo ahuyentó al tipo.

– Vale la pena investigarlo. Quizá se…

– Hay más, Johnson. Creo que nuestro hombre ha cambiado su modus operandi por ella, precisamente.

– ¿Qué te hace suponerlo?

– A Anna North le falta el dedo meñique de la mano derecha.

Johnson emitió un leve silbido.

– Y a este cadáver también. Se lo cortaron.

Quentin se agachó junto a la víctima. Luego inspeccionó el cadáver y notó algunas diferencias con respecto a los dos asesinatos anteriores.

La más evidente era la mano derecha ensangrentada.

– A juzgar por la herida, y por la cantidad y el color de la sangre, parece que se lo cortó después de haberla matado -explicó Johnson acuclillándose a su lado.

Quentin asintió. Luego estudió el rostro de la víctima. Había sido guapa. Muy guapa. Pelirroja, de ojos azules y facciones atractivas.

– No fue tan pulcro como con las otras -murmuró-. Fíjate en los cardenales de la cara y el cuello -señaló el enmarañado cabello y la sangre reseca en la sien-. No vimos nada parecido en las otras víctimas.

– ¿Crees que estamos ante el mismo tipo que se cargó a Kent y a Parker?

– Yo diría que sí -afirmó Quentin-. Pero es sólo eso, una conjetura.

– Parece que la violó.

– Si fue el mismo tipo, creo que estaba disgustado por algo. Furioso. No pudo proceder con el mismo cuidado. Tuvo que cambiar de planes en el último momento.

– Crees que pretendía matar a Anna North. Al serle imposible, buscó rápidamente una sustituta.

– Y le cortó el dedo para que simbolizase a Anna North.

Quizá todas simbolizaban a Anna.

– Sí.

– ¿Y cómo lograría encontrar a otra pelirroja tan deprisa?

Quentin frunció el ceño, ponderando la pregunta.

– Quizá frecuenta con asiduidad los bares. Se fija en las mujeres que salen mucho. Confecciona una lista. Estudia sus hábitos. Cuándo suelen salir, qué lugares frecuentan, dónde aparcan el coche, qué recorridos siguen para volver a casa.

– Al fallarle North, buscó a otra de las mujeres de la lista.

Anna. Volvería a por Anna.

Quentin se sintió enfermo.

– Irá tras Anna North. Seguro que no está contento de haberla dejado escapar.

– Pues asignémosle protección. Cuando vaya a por ella, lo atraparemos.

Quentin hizo una señal de asentimiento. Después miró a Johnson y musitó:

– Esta vez, no quiero correr riesgos.

Capítulo 14

Ben volvió en sí lentamente. La cabeza le dolía. Sentía molestias en todo el cuerpo. Incómodo, se puso de lado y sintió una punzada de dolor en el pecho. Emitió un jadeo ahogado y abrió los ojos.

¿Dónde estaba? Paseó la mirada por la habitación, reparando en las asépticas paredes blancas, en la cama de metal y la cómoda cercana.

Estaba en el hospital.

Ben se llevó una mano a la cabeza, desorientado. ¿Qué…? ¿Cómo había acabado allí…?

– Buenos días, doctor Walker -lo saludó una enfermera mientras entraba en el cuarto con el carrito de los medicamentos. Le dirigió una amplia sonrisa-. Bienvenido al mundo de los vivos.

La enfermera se acercó a la cama y colocó una funda desechable al termómetro que llevaba en la mano. Ben abrió la boca y ella se lo introdujo debajo de la lengua.

– Soy la enfermera Abrams. ¿Cómo se siente esta mañana?

Ben no podía contestar a causa del termómetro, pero ella no pareció advertirlo. La enfermera le tomó la tensión y seguidamente le comprobó el pulso. Después le retiró el termómetro de la boca.

– Temperatura normal -anunció-. Todo está perfecto. El doctor vendrá enseguida.

– ¿Por qué estoy aquí?

Ella lo miró perpleja.

– ¿No recuerda nada de lo sucedido?

– Es evidente que no. Si lo recordara… -de repente, la cabeza de Ben se llenó de recuerdos. De sus últimos recuerdos.

«Te estás enamorando de ella. «Va a morir esta noche».

Dios santo, Anna. Con el corazón martilleándole el pecho, Ben retiró la colcha y se incorporó. Todo empezó a darle vueltas.

– ¡Qué está haciendo! -la enfermera corrió junto a él y lo sujetó cuidadosamente-. No puede…

– Tengo que salir de aquí. Una amiga mía… un accidente…

– Sí -dijo ella con firmeza, recostándolo en la almohada-. Ha sufrido usted un accidente. Tiene varias costillas rotas y una conmoción. No saldrá de aquí hasta que lo diga el doctor Wells.

Ben cerró los ojos, demasiado débil para protestar.

– ¿Qué sucedió? -inquirió-. No recuerdo nada.

– Se salió de la carretera. Tuvieron que sacarle del coche. Por lo que he oído, tuvo usted suerte. Pudo haber sido mucho peor.

– Necesito el periódico de hoy -murmuró Ben con voz estropajosa-. El Times-Picayune.

– Veré lo que puedo hacer.

– No -Ben le agarró la mano, apretándole los dedos-. Por favor, dígame, ¿le ha ocurrido algo a mi amiga Anna North? ¿Se encuentra bien?

La enfermera arrugó la frente.

– Que yo sepa, iba usted sólo en el coche. Puedo comprobarlo…

– No, anoche estaba sola en su casa… Yo iba a verla, y…

– Será mejor que avise al doctor.

– Por favor, sólo quiero saber si anoche ocurrió algo en la ciudad. Mientras yo estaba inconsciente.

Ella meneó la cabeza.

– No sé a qué se refiere… Bueno, encontraron a otra mujer muerta en el Barrio Francés. ¿Es esa la noticia que…?

Con un gemido, Ben le soltó la mano.

– ¿Cómo se llamaba esa mujer? -preguntó ligeramente mareado-. ¿Era Anna?

– No lo sé -la enfermera se encaminó hacia la puerta-. Han dado la noticia en todas las cadenas de televisión. Pero no recuerdo su nombre.

En todas las cadenas. Claro.

Ben recogió el mando a distancia que descansaba en la mesita y, tras encender el televisor, buscó la cadena local de noticias.

«…Como les comentábamos, se ha hallado a otra mujer asesinada en el Barrio Francés. Jessica Jackson, de River Ridge, es aparentemente la tercera víctima de una cadena de asesinatos que ha estremecido a Nueva Orleans en lo que va de mes…»