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En el fondo comprendía que no podía esperar nada de él. No después de lo que había hecho años atrás. Y se sentía completamente idiota por haber alimentado sueños vanos.

– No has contestado a mi pregunta, Glory. ¿Qué tiene que ver Lily con ayudarme? ¿Es que crees que limpiando los platos estarás más cerca de ella? ¿Es que crees que te ayudará a mitigar tu sentimiento de culpa?

– Muy bien. Si quieres fregar todo tú solo, adelante.

Glory cerró el grifo, se secó las manos y salió de la cocina. Santos la siguió y la agarró del brazo.

– Quiero una respuesta.

– No, no es cierto. Quieres una pelea. Y no pienso deshonrar la memoria de Lily con una pelea. Déjame pasar.

– Ya no puedes hacer nada, Glory. No puedes hacer nada para mitigar el dolor de Lily, para eliminar todos los años que estuvo sola. Es demasiado tarde.

En cierto modo, Santos había leído sus pensamientos. Pero no necesitaba que le dijera que no podía hacer nada.

Se apartó de él.

– No tengo ninguna razón para sentirme culpable. Es culpa de mi madre, no mía. Yo nunca le habría hecho a Lily lo que ella…

– ¿Estás segura? ¿Estás segura de que no eres como ella?

– ¡Maldito canalla! -estalló al fin-. ¡No sabía que tuviera una abuela! Me mintió, me engañó. ¡Y no puedes imaginar lo que eso duele! ¡No puedes imaginar lo que se siente cuando has perdido…!

Glory no terminó la frase. Sus ojos se llenaron de lágrimas. No podía seguir peleándose con Santos. Si lo hacían terminarían arrepintiéndose de ello. Y a Lily no le habría gustado.

– No podemos seguir así, Santos -continuó-. Sé lo que has sufrido. Sé que la amabas y que la echarás de menos. Yo también la quería. Y tanto que…

– No tienes ni idea de lo que siento! No dejas de repetirlo, pero no tienes ni idea. Tienes una madre, una familia. Lily era como mi madre, y ahora ya no tengo a nadie. Así que vuelve con tu mamá y déjame solo.

Santos quería destrozarla. La habría desintegrado en el aire de haber podido, y Glory lo notó. Sin embargo, no estaba dispuesta a permitírselo.

– Lily era mi abuela. Y me quería. No permitiré que lo olvides. Y no permitiré que me digas que pertenecí a…

– No lo hiciste. Era nuestra vida. No puedes comparar diecisiete días, que es el tiempo que ha pasado desde que la viste por primera vez, con diecisiete años.

– Maldito cerdo… No lo entiendes porque no quieres comprenderlo. No quieres creer que la quería porque ni siquiera quieres compartir conmigo el amor por ella.

– ¿Tan segura estás, princesa? -la tomó de ambas manos-. Te conozco bien, y sé que eres toda frialdad. Eres una manipuladora y una mentirosa como tu madre. Eres incapaz de amar.

– ¡Basta! ¡Eso no es cierto! -gritó histérica.

– Supongo que sólo estás aquí para ver si te caen algunas migajas, pero puedes ahorrarte el tiempo, porque no hay mucho.

Glory lo empujó con fuerza y empezó a golpearlo.

– ¡Eso no es cierto! ¡Yo la quería! Pero estás tan enfadado conmigo que no te das cuenta. La quería, maldito canalla.

– Nunca has amado a nadie, salvo a ti misma.

– Eso no es cierto. ¡Yo te amaba!

Santos no la soltó en ningún momento. Glory intentó librarse de nuevo, pero sólo consiguió que los dos acabaran en el suelo. Su antiguo amor se colocó de inmediato sobre ella para inmovilizarla.

– Admítelo. No me amaste nunca. Sólo fui una diversión para ti. Pobre niña rica, siempre tan aburrida, tan incomprendida por todos.

– ¿Qué esperabas que hiciera?

Glory lo golpeó entre las piernas y Santos la soltó al sentir el dolor. Pero volvió a apresarla antes de que tuviera tiempo de huir.

– Esperaba que creyeras en mí. Esperaba que permanecieras a mi lado.

Glory empezó a llorar.

– Tenía dieciséis años. Había perdido a mi padre aquella noche. Lo había perdido todo. Y estaba sola. Tan sola…

– Me tenías a mí, pero eso no era suficiente, ¿verdad? No podía serlo para una niña rica.

Glory negó con la cabeza, llorando.

– No te tuve nunca. No confiaste nunca en mí. Nunca me quisiste. Sólo deseaba que me amaras para…

Santos se inclinó sobre ella y la besó con fuerza, frotándose contra su cuerpo mientras tanto, como si quisiera hacer que pagase de alguna forma por el pasado. Por el dolor que le había causado.

Unos segundos más tarde se apartó de ella y la soltó. Pero Glory no salió corriendo, como cabía esperar. Se agarró a su pelo y cerró las piernas alrededor de la cintura de Santos.

Lo deseaba. Y se trataba de un sentimiento que no tenía nada que ver con hacer el amor. Necesitaba sentirlo en su interior. Necesitaba algo mucho más duro, mucho más básico.

– Glory, maldita sea, yo…

Glory lo besó apasionadamente, con hambre acumulada en diez largos años.

Empezó a quitarle la ropa, y él hizo lo mismo con ella. Aunque no fue fácil. Glory se había puesto un vestido y él llevaba un traje. Pero al final lo consiguieron.

Una vez desnudos, Santos la penetró. Glory gritó, pero no de dolor.

Fue algo muy animal. No hubo caricias, ni besos, ni palabras cariñosas, ni sonidos de placer o de afecto. Era como el acto culminante después de diez años de odio, de deseo y de desesperación. Sin palabras estaban diciéndose todas las cosas que siempre habían querido decirse. Y muchas dolían demasiado, tanto que apenas podían soportarlo.

Cuando terminaron, Glory se apartó sin querer mirarlo a la cara. Lo que había comenzado como una expresión de ira había terminado siendo pura pasión. Y se arrepentía amargamente. Se había comportado como un animal en celo, y no sabía cómo iba a ser capaz de mirarlo a los ojos, o de mirarse en un espejo.

– Lo siento -dijo él.

– No lo sientas. No te disculpes.

– ¿Por qué no? No me había comportado nunca de este modo.

– Tú intentaste detenerlo, pero yo fui quien empezó. Me siento profundamente avergonzada.

Santos no dijo nada. Pasó un buen rato antes de que volviera a hablar.

– Lo siento, Glory -repitió-. Lo siento de verdad.

– Es igual, olvídalo.

Glory intentó levantarse, pero él se lo impidió.

– No me has entendido. Me he disculpado dos veces. La primera, por lo que acaba de suceder. Pero la segunda era por las cosas que dije.

– Olvídalo.

– No. Antes dijiste que no te comprendía porque no quería comprenderte, porque estaba enfadado contigo. Pues bien, dímelo ahora. Dime por qué amabas a Lily. Quiero saberlo, de verdad.

Glory se emocionó, y tardó en contestar.

– Porque me amaba, porque me necesitaba. Cuando me diste a Lily fue como si me devolvieras parte de mí. Una parte que ni siquiera sabía perdida. Pero pertenecía ella, y a su casa, en cuanto las vi.

– Tal vez porque querías sentirte de ese modo.

– No lo creo. Fue una sensación muy intensa, e inmediata. Lily consiguió que me sintiera completa, aunque no sepa cómo.

Santos empezó a acariciar uno de sus muslos con un dedo, de forma inconsciente. Glory no dijo nada porque quería que lo hiciera.

– Estuviste con ella hasta el final, y eso la hizo feliz -declaró él.

Glory tocó su mejilla y lo acarició con delicadeza. El recuerdo del pasado era muy fuerte. Recordaba perfectamente su olor, el sonido de su respiración.

Pero era consciente de lo mucho que había cambiado. Era más duro que entonces, mucho más hombre. Le habría gustado poder explorar su cuerpo, le habría gustado explorarlo muchos años atrás y contemplar su transformación con los años.

Al cabo de unos segundos apartó la mano, aunque su deseo fuera otro.

– Tenías razón. Diecisiete años no pueden compararse con diecisiete días. Tú la hiciste feliz durante mucho tiempo.

– No debí decir tal cosa. Estaba enfadado.

– Lo sé.

Santos empezó a acariciarla de forma muy distinta. Glory se humedeció. Lo deseaba con locura. Pero esta vez no era una simple cuestión de sexo, esta vez deseaba calor. Deseaba amor.

Sin embargo, no se dejó llevar. Se sentó e intentó recoger el vestido.

– ¿Qué pasa? -preguntó, sorprendido.

– Nada. Me gustaría que… Nada.

– Después de lo que ha pasado entre nosotros no puede preocuparte de verdad lo que pueda pensar.

– ¿Puedo preguntarte algo?

– Hazlo, aunque no sé si te contestaré.

– ¿Podríamos hacerlo otra vez?

– ¿Hacer qué?

– Ya sabes… Bueno, no importa. Es ridículo -declaró, mientras se pasaba las manos por el pelo-. Supongo que será mejor que me marche. El hotel…

Santos la tomó en sus brazos y la atrajo hacia él, divertido.

– Ah, te referías a… esto.

Entonces la besó apasionadamente. Cuando se apartó de ella, Glory tuvo que hacer un esfuerzo para hablar.

– Sí, me refería a esto.

La sonrisa de Víctor se hizo agridulce.

– No podemos volver atrás, Glory, aunque me gustaría. Y en cuanto al futuro… bueno, no creo que tengamos ningún futuro.

– Lo sé, pero no me gustaría dejar las cosas como estaban antes. Además, necesito que me abraces ahora. No quiero estar sola. Y pensé que, tal vez, tú tampoco querías.

Santos la abrazó con fuerza y la acarició con cariño. Le quitó el vestido que apresuradamente se había puesto otra vez y comenzó a explorar cada centímetro de su cuerpo. Para Glory dejó de existir el resto del mundo. No existía nada salvo él. Se entregó en cuerpo y alma. La excitación se convirtió en pasión, y la pasión en pasión desenfrenada. Una vez más alcanzaron las cotas más altas del placer; pero en esta ocasión Santos no dejó de besarla.

Glory se apartó, respirando aceleradamente. Miró el techo, asombrada. Era demasiado consciente del calor de su cuerpo, de su olor, de su sexo.

Había sido una experiencia maravillosa, capaz de rivalizar con la primera vez.

Por desgracia, ya no había amor entre ellos, ni magia. En comparación con el pasado resultaba vacío y triste.