Liz se volvió y salió corriendo.
Capítulo 59
Cuarenta y ocho horas después de que lo arrestaran, Glory sacó a Santos en libertad bajo fianza. Se lo llevó directamente al hotel, donde esperaba Jackson.
Santos no perdió el tiempo intercambiando cortesías. Entró corriendo en la habitación y se colocó frente a su compañero.
– ¿Se puede saber qué está pasando?
Jackson se cruzó de brazos con calma.
– Parece que Robichaux acudió al fiscal del distrito para decirle que lo estabas arruinando. Dijo que lo amenazabas con atacarlos a él y a su familia si no pagaba.
– ¿Qué?
– Tranquilo, socio, que hay más. Chop asegura que hace seis años eras uno de los policías a los que pagaba por hacer la vista gorda.
Santos se dejó caer en un sillón. El pasado volvía para acosarlo. Recordaba las miradas de desconfianza, la hostilidad abierta de sus compañeros de trabajo. Se había sentido profundamente traicionado, primero cuando descubrió lo que estaban haciendo, y después cuando uno de ellos lo acusó de estar implicado.
El hecho de que se cuestionara su honradez había sido lo más insoportable. Y ahora le estaba ocurriendo de nuevo.
Incapaz de estar quieto, se puso en pie y empezó a recorrer la habitación.
– Chop afirma -prosiguió Jackson- que no sólo eras uno de ellos, sino que eras el cabecilla -continuó-. Dice que te enteraste de que Asuntos Internos te seguía la pista y delataste a tus cómplices para librarte. Dice que accedió a cooperar porque amenazaste a su familia. Por supuesto, dice que no tiene nada que perder porque le ofrecieron inmunidad.
– Si pudiera ponerle la mano encima…
– Lo que no entiendo -interrumpió Glory- es por qué los de Asuntos Internos han dado crédito a alguien como él. Por el amor de Dios, todo el mundo sabe a qué se dedica.
Jackson sonrió con tristeza.
– Es ridículo, ¿verdad? Pero no es un buen momento para parecer inocente. Se han dado tantos incidentes y tantos escándalos en el departamento relacionados con la corrupción policial que la gente piensa que todos somos corruptos. Estamos en plena caza de brujas, porque los jefes están obsesionados con limpiar la policía. En la actualidad, cualquier agente es culpable hasta que se demuestre lo contrario. Y no paran de volver al hecho de que aquel policía insistió en que tenías algo que ver.
– Así que Robichaux va al fiscal del distrito con su cuento de hadas, y acuden a Asuntos Internos para llegar a un acuerdo. Robichaux les dice que voy a ir a recibir un pago, le dan los billetes marcados y se encarga de que me los metan en el bolsillo -dejó de pasear y miró a su compañero-. Por supuesto, todo el mundo se ha tragado la historia. No sólo los de Asuntos Internos, sino también los de nuestro departamento. Todos creen a un proxeneta antes que a mí. Estupendo.
– No todo el mundo -dijo Jackson con calma-. Aunque algunos piensan que la cosa tiene mal aspecto, por lo que te ocurrió en el pasado con Robichaux, por la forma que tuviste de hacer las cosas al hablar con él antes de comunicarlo a tus superiores. Y estuviste allí, en su club, aquella noche.
– Robichaux llamó a Santos -dijo Glory rápidamente-. Le dijo que tenía información sobre Blancanieves. Yo estaba con él.
– Pero no oíste la conversación, así que por lo que a Asunto Internos respecta, es como si no estuvieras -se volvió hacia Santos-. Y tú tenías el sobre lleno de dinero. El dinero marcado.
– Me lo metieron en el bolsillo.
– Ya lo sé. Y tú lo sabes…
– Pero tenemos que convencer a los demás -murmuró Glory-. ¿Cómo?
– Para averiguarlo -dijo Jackson- tendremos que saber por qué. Por qué -repitió con calma-. Vamos a ver. Ya no estás en la brigada antivicio. En esta ciudad hay bastantes asesinatos para mantenerte ocupado en tu propio departamento. ¿Por qué podría querer Robichaux arriesgarse para tenderte una trampa?
– Por dinero. Es lo único que le importa a alguien como él. Alguien le ha pagado por hacerlo -Santos entrecerró los ojos-. Pero ¿quién?
– Eso es lo que tenemos que averiguar.
El encargado del hotel llamó. Glory habló con él y se disculpó.
– El deber me llama -murmuró mientras iba hacia la puerta-. Si necesitáis algo, pedidle a mi secretaria que me lo cauce.
Santos caminó hacia ella y se llevó su mano a los labios.
– Gracias -dijo en voz baja, dándose cuenta de que la necesitaba más de lo que debía-. Por todo.
Glory sonrió y apretó su mano.
– De nada.
Unos segundos después se marchó, cerrando la puerta. Jackson se quedó mirándola, admirado.
– Es una mujer excepcional. No ha dudado de ti en ningún momento, y ha llamado a todo el mundo. ¿Tienes idea de lo que estás haciendo con ella?
Santos frunció el ceño y miró la puerta por la que acababa de salir Glory. Era cierto que se había mantenido a su lado, demostrando públicamente que no creía que los cargos que habían presentado contra él fueran ciertos y haciendo todo lo posible por ayudarlo. Cuando lo detuvieron llamó a Jackson, y después contrató a un buen abogado defensor.
Cuando por fin fijaron una fianza, la pagó y arregló aquella reunión con su compañero.
Sin embargo, a pesar de todo, se preguntaba por qué lo hacía. Se preguntaba cuándo caería el hacha. Y en aquel momento se sentía un canalla por ello.
– ¿Que si sé lo que estoy haciendo? -repitió-. En lo que respecta a Glory, no. Nunca lo he sabido.
Jackson asintió.
– Me lo temía. Pues será mejor que lo pienses, o lo echarás todo a perder. Otra vez.
– ¿A qué te refieres?
– A Liz.
Santos apartó la vista.
– No estaba enamorado de ella. ¿Qué quieres que le haga?
– ¿Y de Glory? ¿Estás enamorado de ella?
Se preguntó qué sentía por Glory La había amado, pero había transcurrido mucho tiempo. La amó cuando aún creía que el mundo estaba hecho de tonos de gris.
– ¿Se puede saber a qué viene tanto interés por mi vida sentimental? ¿Es que no tenemos bastantes preocupaciones para que busques más?
Jackson rió.
– Nuestra esquiva testigo ha ido a la comisaría.
– ¿Tina?
– La misma. Dice que la siguen. Cree que el asesino de Blancanieves la ha elegido como siguiente víctima.
Santos miró a su amigo, frunciendo el ceño.
– Pero tú no la crees, ¿verdad?
– No encaja en el perfil. Es demasiado mayor. Su pelo y sus ojos no son del color adecuado -negó con la cabeza-. Pero parecía verdaderamente asustada. Aunque también pienso que tiene la cabeza a pájaros.
– Probablemente la sugestión ha hecho que empiece a ver visiones. De todas formas, ¿has comprobado si sus temores son fundados?
– Claro. También he intentado hacerla hablar, pero es imposible.
– Como de costumbre.
– Hay otro motivo por el que no he dado demasiado crédito a su declaración.
Santos se alarmó ante el tono de su compañero. Tenía la impresión de que sería peor la noticia de un día que ya estaba lleno de malos titulares.
– Suéltalo.
– Hemos encontrado otro cadáver. En Baton Rouge.
– ¡Baton Rouge! -se puso en pie de un salto, furioso e impotente-. Se nos está escapando. ¡Ese tipo se marcha de aquí!
– No estamos seguros. Es posible que…
– No me vengas con cuentos, Jackson. Sabes tan bien como yo que está fuera de aquí. Ese tipo no se dedica a vagar sin rumbo. Elige un sitio que le guste, en el que se sienta a salvo, y se queda hasta que las cosas se empiezan a poner feas. Entonces se va a otro sitio.
Su compañero no protestó porque no podía. Al cabo de un momento, se aclaró la garganta.
– Voy para allá para ver qué tienen y para asegurarme de que es el verdadero asesino y no un imitador.
– Las palmas de las manos…
– Marcadas con una cruz.
– ¡Es él, Jackson! Voy contigo.
– Sí, para que nos echen a los dos del caso -se puso de pie-. Ni lo sueñes, amigo. Si el capitán se enterase siquiera de que estoy hablando contigo tendría serios problemas.
– Esto es insoportable. ¿Qué se supone que puedo hacer? ¿Quedarme cruzado de brazos para que el asesino se me escape entre los dedos?
– Básicamente, sí.
– Vete al infierno.
Jackson rió y le dio una palmada en el hombro.
– Te sacaremos de esto. De alguna forma, conseguiremos las pruebas que necesitamos para sacarte.
Durante un momento, Santos no dijo nada. Después miró a su amigo a los ojos.
– ¿Y si no las encontramos? Olvidemos la cárcel durante un momento. Podría perder la placa, Jackson. ¿Qué haría entonces? Soy policía y no puedo ser otra cosa.
Jackson le apretó el hombro y asintió.
– Ya lo sé. Pero te sacaremos de esto. Sea como sea, averiguaremos quién lo ha hecho y se lo haremos pagar. Por ahora, intenta recordar quién puede tener algo en tu contra y no hagas locuras.
Capítulo 60
Santos no estaba dispuesto a quedarse sentado de brazos para que el asesino se le escapara entre los dedos, o para que otra persona salvara el pellejo. Le apetecía encontrar a Robichaux y sacarle la verdad a puñetazos, pero imaginaba que, por satisfactorio que resultara, no le serviría de gran cosa.
Su otra opción era Tina. Tal vez fuera cierto que el asesino de Blancanieves la acosaba. Era posible que supiera que lo había visto. Tal vez quisiera atar los cabos sueltos antes que nada. Tina estaba cerca de su amiga Billie cuando tuvo la última cita. Había visto claramente al tipo. Era lógico esperar que él también la hubiera visto. Si era el asesino, Tina representaba una amenaza para él.
Esperó al anochecer para dirigirse al barrio francés. Caminó por calles y clubs, buscando los lugares y las prostitutas más frecuentados. No había ni rastro de Tina. Al cabo de un par de horas empezó a preguntarse si estaba tan asustada como para marcharse de la ciudad, o al menos para ponerse fuera de la circulación durante cierto tiempo.