– Digo que sí.
– Dilo de nuevo y lo arreglaremos inmediatamente.
– Eres tan implacable cuando quieres salirte con la tuya.
Sus dientes blancos brillaron y sus ojos dorados se derritieron mientras sus caderas comenzaban a moverse otra vez entre las de ella.
– Siempre -estuvo de acuerdo, impenitente.
Emma se rió y se alzó para encontrarlo.
– Sí, un millón de veces más.
Christine Feehan
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