El vientre de Jake se anudó ante esa palabra. Todos reclamaban amar todo y a todos, pero en realidad todo era acerca de lo que podían conseguir. Por lo menos él era honesto consigo mismo. Deseaba que Emma le mirara del modo en que había mirado a Andrew. Estaba dispuesto a utilizar cualquier arma de su vasto arsenal para conseguir lo que quería. Miró a su hijo, sabiendo que justo en ese momento el niño era su mejor elección, mejor aún que el dinero.
Jake forzó una sonrisa mientras colocaba al niño directamente frente a Emma.
– ¿Quién sabría que cambiar pañales podía ser tan difícil? -Le entregó el pañal-. Le he llamado Kyle -agregó.
– ¿Es un nombre de la familia? -preguntó Emma.
– No -respondió brevemente, respiró e intentó suavizarlo-. No, me gustaba el nombre.
Los parpados de Emma revolotearon.
– Bien, es un hermoso nombre. -Puso el dedo en la mano diminuta del bebé y Kyle cerró instantáneamente la mano alrededor de ella-. Él es hermoso.
– Sí, lo es. -Jake miró realmente a su hijo, una pequeña maravilla. La diminuta y perfecta cara, las piernas pateando con tal fuerza. Antes, había pensado en él como algo meneándose y colorado, pero ahora tomó nota de las características del chico, los ojos felinos, la boca inclinada y el mechón de pelo oscuro. Se encontró sonriendo-. Realmente lo es, ¿verdad? Pero tan pequeño, me asusta. -Había algo de verdad en eso también-. Nunca he sostenido a un bebé, ni he sido dejado solo como responsable de uno. Me siento torpe.
Emma encajó con cuidado el pañal y miró como Jake trataba con torpeza de coger al chico. Otra vez lo sostuvo lejos de su cuerpo.
– Las enfermeras dicen que tengo que aprender a alimentarlo, pero a él no le gusta el modo en que lo hago y no está comiendo mucho -Jake admitió en voz baja, como si le afligiera admitir que no podía hacer algo perfectamente-. Puedo encontrar petróleo en suelos donde nadie sospecha que está allí, pero no puedo alimentar ni cambiarle el pañal a un bebé.
Él se pasó la mano a través de la frente.
Emma extendió los brazos.
– Déjame mostrarte.
Jake contuvo la respiración mientras Emma tomaba a Kyle en sus brazos, sosteniéndolo contra sus senos. Le envolvió, rodeándolo con su calor y la blandura de su cuerpo.
– Tú tienes que sostener a un bebé muy cerca para que se sientan seguro. -Sonrió a la carita levantada-. Dame la botella y te mostraré cómo alimentarlo. -Tendió la mano.
Jake puso una mano bajo el trasero del bebé.
– No le dejes caer. -Recordó las innumerables caídas al suelo, la sensación de un zapato golpeando su cuerpo, la punta de una bota en el estómago. No había pensado en ello durante años. Él no era padre -seguro como el infierno que no sabía lo que hacía- pero ningún niño suyo iba a ser lanzado al duro suelo.
– No voy a dejarlo caer -aseguró ella.
Jake vaciló, estudiándole la cara. Ella parecía tan malditamente genuina, pero nadie era realmente como ella. Nadie. Mirándola de cerca, le entregó el pequeño biberón, inclinando la cabeza para ver cómo tentaba la boca del bebé hasta que éste la abrió. Inmediatamente empezó a mamar. Kyle no giró la cabeza de un lado a otro como había hecho antes cuando la enfermera había intentado mostrarle a Jake que hacer. Jake había estado impaciente y molesto, sintiendo como si estuviera perdiendo el tiempo. Mirar a Emma con Kyle le hizo sentirse diferente.
– ¿Emma, recuerdas que sucedió?
La mirada de ella fue a su cara rápidamente y los brazos se apretaron alrededor del bebé. Asintió.
– No cómo sucedió, sólo a ti manteniéndome abajo y el fuego a nuestro alrededor. -Tragó con dificultad, los ojos brillaban con lágrimas-. Andy…
Él la abrazó como si ella perteneciera allí… con él.
– Lo sé, Emma. Lo siento. No pude sacarle. Era demasiado tarde.
– No te culpes. -Ella alzó la mirada hacia él otra vez y los ojos parecieron dos piscinas profundas. Por un momento él pensó que caía hacia delante-. ¿Sufrió?
Los dedos de Jake fueron a la nuca, masajeando la tensión en un esfuerzo de aliviarla.
– No. Murió inmediatamente. Nunca sintió el fuego.
Ella se mordió con fuerza el labio y miró fijamente a la cara de Kyle.
– ¿Las personas en el otro coche? Las dos murieron, ¿verdad? -Tragó visiblemente, tratando de recordar todo lo que tenía en la cabeza-. ¿Los conocías a ambos?
Jake se estiró y tomó la manita Kyle.
– Su madre murió, así como el conductor. Los médicos me entregaron a mi hijo y salvaron su vida. Tuve suerte de que pudieran sacar al bebé a tiempo.
– Siento mucho lo de tu mujer.
– No estábamos casados -admitió Jake en voz baja.
Otra vez la mirada de ella fue a su cara.
– Lo siento -dijo otra vez. Concentró su atención en Kyle, acunándolo cerca de ella, bajando la cabeza para ocultar la cara.
Jake se dio cuenta de que ella se sentía mal por él, que las lágrimas que brillaban en sus ojos eran por él, por Kyle -no por ella misma. Esta era su ventaja para permitirle pensar que había estado loco por Shaina- que sentía la misma pena por perder un ser amado que ella. Les daba otro vínculo. Consideró dejarla creerlo, pero algo en su interior, algo fuerte, se derramó sobre él, negándose a permitirse mentirle sobre eso. Ni por omisión.
– Emma -dijo Jake suavemente y esperó hasta que ella alzara la mirada-. No amaba a Shaina. No tengo las mismas emociones que tú. -Quizá realmente quería advertirle. Todas las ventajas estaban de su lado. Quizá había un mínimo de honradez en él y creía que ella lo merecía. O, que Dios le ayudara, Drake Donovan, su medio-amigo y consejero ahora a tiempo parcial, con su constante conjunto de reglas y charlas sobre el honor, le estaba llegando. Lo que fuera, Jake sabía que tenía que contarle la verdad.
– La despreciaba. Se quedó deliberadamente embarazada para chantajearme con el matrimonio. Y entonces cuando no funcionó, bebió y tomó drogas mientras estuvo embarazada. Tuve que tener a alguien vigilándola todo el tiempo. Vine aquí para llevarla de vuelta a mi rancho, para mantener al bebé a salvo hasta que naciera. Tú perdiste a alguien a quien amabas. Shaina era… -Como yo. No podía obligarse a decirlo y dejó que las palabras se desvanecieran.
Emma le miró fijamente a la cara, los ojos de par en par e impasibles, concentrados completamente en él, así que él se quedó inmóvil, sintiéndose amenazado, sintiéndose como si ella pudiera ver completamente su alma, al monstruo frío que vivía allí, esperando golpear. Ella sacudió la cabeza lentamente.
– No como tú. -Como si él hubiera dicho las palabras en voz alta y ella las hubiera oído-. Tú no eres quién crees que eres.
Él sabía exactamente quién y qué era. Nunca malgastaba tiempo tratando de blanquear su carácter. Había abrazado al monstruo frío, negándose a caer víctima otra vez. Sería más fuerte, más astuto, más rápido, más despiadado, que cada enemigo que tenía. Y nunca sería vulnerable otra vez -no ante nadie. Ellos se encontrarían ante enemigo implacable que lanzaba puñetazos y no tenía misericordia cuando les golpeaba- a ninguno de ellos. Y esta joven y frágil mujer que miraba el mundo a través de unas gafas de cristal rosa, iba a pertenecerle y él la iba a tomar, tanto si ella quería como si no. No, él era exactamente como sus enemigos, sólo que peor.
Se alejó de la cama, lejos de su atenta mirada. Él era el que tenía el control, no ella. Él no caía presa de su dulzor, ni del modo en que ella le hacía sentirse culpable. Él controlaba a todos en su mundo. No necesitaba a otros. Ellos le necesitaban. Ella no iba a darle la vuelta mirando dentro de su alma y viendo algo que él mantenía oculto del mundo.