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Ella se puso blanca, los ojos se abrieron con horror.

– ¿Qué va a hacer?

Él sabía que parecía un asesino. Se sentía asesino. No por ella, ella era un peón, manipulada por un maestro. Ryan y Cathy utilizaban el sexo para controlar a otros, y la verdad, él no estaba por encima haciendo eso por sí mismo, pero no con ella, no con alguien tan engañoso y bajo el pulgar de su padre. No, había otras maneras.

– Voy a entregarte a la policía -dejó que lo asimilara.

Su sollozar se hizo más fuerte. El tiempo se extendió mientras Alice llegaba a estar más desesperada.

– Por favor, señor Bannaconni, por favor no haga eso. Lo siento. Realmente lo siento. Su padre…

– Ryan, o Bannaconni, pero nunca mi padre -interrumpió, su voz un látigo despiadado.

Ella se estremeció visiblemente.

– No podía decir que no.

Sabía cómo su padre hipnotizaba a la gente, especialmente a las mujeres, utilizando una combinación de sexo y crueldad para mantenerlas hipnotizadas. No, ella probablemente nunca pudo decir no. Ryan era sagaz y astuto, un tiburón con una cara guapa y abundancia de dinero. La pequeña secretaria de Jake habría sido arrollada por sus atenciones. Habría hecho cualquier cosa por él.

– Supongo que no podrías haberlo hecho -murmuró.

Alice se desplomó en una silla.

– Nunca he hecho nada como esto antes en mi vida, señor Bannaconni. Juro que no, y no lo haré nunca más.

Eso olía como verdad.

– Ryan manipula a mujeres -dijo Jake suavemente, levantándole el mentón para que ella le mirara a los ojos. La miró fijamente sin parpadear, centrándose en ella completamente, dejando caer su voz a una nota baja y tranquilizadora-. Caza a jóvenes mujeres vulnerables, muchas, utilizando el sexo para conseguir lo que quiere.

Ella se enjugó las lágrimas que le bajaban por la cara.

– Está casado, me dijo que nunca la podría dejar, pero era tan infeliz.

– Por supuesto que lo hizo. Les dice todo eso. Y entonces consigue que espíen para él.

– ¿A su propio hijo?

– No reivindicamos la relación. -Apoyó la cadera contra el escritorio-. Quizá deberías pasarle información.

– Señor Bannaconni -jadeó Alice, sacudiendo la cabeza-. Lo siento. De verdad.

Golpeó el escritorio con el dedo como si considerara la idea.

– Sé que lo estás. No voy a demandarte, pero quizás podamos encontrar un modo de salvar tu trabajo y también tu reputación. Quizá podamos alimentar a Ryan con unas pocas cosas que no nos dañarán y que lo satisfarán. Aunque -la miró severamente-, quizás quieras dejar de dormir con él y pedir una buena suma de dinero en su lugar.

Permitió que una pequeña sonrisa tocara su boca. Alice nunca advirtió que no alcanzaba los ojos. Ella fue la primera de muchos de tales reclutas.

Veintiocho

Jake hizo su primer viaje a la selva tropical de Borneo para encontrar su herencia. La selva tropical lo abrumó, una amante seductora, atrayéndolo con misterio y promesa. Nunca esperó sentir la paz, ni el consuelo, pero la red de ramas de árbol en el dosel formaban una carretera donde podía correr y perfeccionar sus habilidades como leopardo. Los árboles competían por cada pulgada de espacio. El suelo estaba sorprendentemente abierto, las vides y las flores colgaban de todas las ramas de los árboles y pájaros de brillantes colores estaban en movimiento constante.

Allí en el bosque apenas podía contener la ferocidad que rabiaba dentro de él. El cambio barrió por él antes de tener una oportunidad de pensar, el animal peligroso estalló libre, estirando los músculos y saltando a las ramas sobre la cabeza. Las bandas de luz se vertieron como oro desde el cielo a través de los árboles iluminando el follaje y las jaulas de raíces. No había silencio en la selva como pensó al principio. La selva tropical estaba viva de sonidos, con susurros, gorjeos y llamadas en voz alta. Las otras criaturas sabían que él estaba allí, un extranjero que andaba en su tierra y casi inmediatamente se unió a los guardianes del bosque.

La gente leopardo era reservada y territorial, pero lo reconocieron como uno de los suyos. Uno de ellos, un hombre denominado Drake Donovan, que había sido herido recientemente y andaba con la ayuda de muletas, le vigiló. Jake no se engañaba con que fuera amistad. Drake era un hombre poderosamente formado, como los otros, llevando la mayor parte de su fuerza en el pecho, los hombros y los brazos; tenía ojos penetrantes que podían mirar a través de un hombre y juzgarlo. Jake no quería que viera su alma. Drake no la encontraría como la de los otros en la aldea. Él estaba defectuoso, un niño formado y moldeado en un monstruo.

Tuvo mucho tiempo desde que perfeccionó el arte de la subyugación, y aplastó su personalidad dominante para ganar el conocimiento que necesitaba de los demás. La gente leopardo tenía un código por el que vivían, incluso con sus rasgos animales arraigados tan profundo. A pesar de sí mismo, Jake encontró que los admiraba. Tenían genios rápidos y podían ser muy celosos, hasta tal punto que Jake raramente vio a alguno de sus niños o hembras, pero también eran hombres que arriesgaban sus vidas para rescatar a víctimas secuestradas en las vías navegables y los devolvían a salvo a sus casas.

Jake se encontró que era reacio a marcharse. Quería establecer lazos con la comunidad para al final, ayudar a financiar su causa, vertiendo su dinero en su red de negocios, reforzando sus capacidades para comprar armas modernas y suministros médicos muy necesitados. El dinero era lo único que tenía para ofrecer y estaba más que dispuesto a participar con él para mantener la puerta abierta para su regreso.

Treinta

Él lo tenía todo y él no tenía nada. Nada. Todo lo que quería estaba finalmente en su lugar. Podía derribar las compañías de sus enemigos, venderlas pedazo a pedazo y hacer otra fortuna. Jake se sentó en su jet privado y echó una mirada a los lujos que su dinero había comprado y supo que nada tenía valor. Estaba solo. Siempre estaría solo. Podría tener a casi cualquier mujer que deseara, pero no deseaba a ninguna, no permanentemente. Su vida estaba vacía. Sí. ¿Podría vengar su niñez y podría arruinar a sus enemigos, pero una vez que lograra ese objetivo, qué habría para él? Absolutamente nada. Como lo que tenía ahora.

El tirón de la selva tropical era irresistible y Jake se encontró que incluso corriendo cada noche por su rancho en Texas, se había convertido en insomne. Pasaba la mayor parte de la noche trabajando en su oficina o paseando por los suelos de su casa después de correr libre. Sabía que necesitaba algo más en su vida, pero no sabía que e incluso si lo supiera, no sabía cómo conseguir las cosas de las que había hablado con Drake Donovon, así que aquí estaba, de vuelta en Borneo para hablar con un total extraño acerca de lo que realmente significaba la vida.

Hizo un viaje Amazonas abajo, hacia el interior y en el momento en que dio un paso fuera del barco inhaló profundamente. Ya los animales y pájaros anunciaban su presencia a los otros, pero… había algo malo.

Jake tiró la mochila y echó a correr a lo más profundo del bosque, saltando por encima de troncos caídos, evitando vides y flores que se envolvían en los árboles. Se desnudó mientras corría, como había aprendido con muchos años de práctica. Los músculos se movieron como acero fundido, fluyendo bajo la piel, la fiera ya escapándose. Deseaba los otros sentidos, les dio la bienvenida, abrazando el cambio mientras pateaba los zapatos y se detenía para quitarse los pantalones.

Su cuerpo se dobló, los huesos y los nervios golpearon, alargándose, cambiando hasta que su «otro» explotó libre, yendo a cuatro patas, todavía corriendo, la adrenalina y alegría se vertieron en él. La tentación de permanecer en su forma de leopardo era tremenda. No tenía que preocuparse por la vida o sus decisiones ni por qué clase de monstruo era. Sólo tenía que correr libre y dirigirse a una existencia sencilla y llena rodeada por la belleza del bosque. Podía perderse en el «otro».