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El olor de sangre, humo y la muerte le asaltaron las narices mientras corría, los pelos del bigote eran antenas de radar, rebotándole información para que el cerebro se inundara con estímulos. Drake Donovon. Si había temor, no venía de Drake. Sólo desafío, furia, rabia derramándose de él y llenando la noche a su alrededor. Sonidos de risas burlonas, puños duros golpeando carne, sangre fresca explotando en el aire para que el bosque arrojara más chillidos de alarma.

Jake corrió por la carretera de bosque, arriba en los árboles, ignorando a los monos que chillaban y el grito de los pájaros. Tosió una vez, dos veces, advirtiendo a Drake de su llegada. En su vida, Jake nunca había estado allí para nadie. Luchaba sus propias batallas y nunca pedía ni esperaba ayuda. No había tenido amigos y no confiaba en ningún otro ser. Drake le había dado información, pero no le había ofrecido amistad, ni Jake lo habría aceptado, pero Jake no vaciló en que el leopardo se apresurara hacia los tres hombres armados.

Uno estaba de pie sobre la forma sangrienta de Drake, golpeándolo metódicamente con una caña gruesa.

– ¿Dónde están? ¡Dime donde están!

El hombre pateó le pierna herida de Drake y por primera vez Drake chilló. Algo feo y profundo se liberó en Jake y se lanzó hacia el agresor de Drake, yendo instintivamente a matar, rastrillando con garras agudas a la yugular mientras golpeaba al hombre derribándolo.

El arma se disparó, besando el hombro del leopardo, pero Jake ya estaba en movimiento, tan fluido como el agua, utilizando el cadáver como trampolín para tomar al segundo hombre de lado, hundiendo los dientes profundamente en la garganta. El tercer hombre tropezó hacia atrás mientras otro leopardo se apresuraba por los árboles. Un tercero aterrizó en la espalda, cortando y rompiendo.

Jake cambió a su forma humana y se arrodilló al lado de Drake, pasando la mano sobre su dañado y sangriento cuerpo. Por primera vez supo que alguien además de sí mismo le importaba, pero todavía no comprendía por qué, sólo que estaba agradecido por ser capaz de sentir.

Capítulo 2

JAKE Bannaconni juró enconadamente mientras desviaba al suave y ronroneante Ferrari para evitar al Buick que se le metió justo delante. Renunciando a lo innecesario, rodeó el coche y se fue, su Ferrari era un rayo de plata en el traicionero camino de montaña. Delante de él, en los zigzags, vislumbró al Porsche que estaba siguiendo. El descapotable coche deportivo se desviaba por toda la carretera, viajando loca y rápidamente por el escarpado y estrecho carril. Gracias a su «otro», Jake poseía una asombrosa visión y reflejos, y esa ventaja le permitió empujar su coche al límite en una tentativa por alcanzar a su presa, incluso en la estrecha y retorcida carretera de montaña.

Una rápida mirada en el espejo retrovisor reveló que su cara era una máscara de granito, líneas duras grabadas profundamente, los ojos verde-dorados con astillas gemelas de hielo, brillaban de modo amenazador. No importaba que pudiera asustar a todo el mundo con una mirada, sinceramente se sentía asesino en ese momento. No le importaban los dos ocupantes de ese coche, ambos borrachos, ambos manoseándose obscenamente delante de todos en la fiesta del senador, pero maldición, no iba a permitir que destruyeran a su hijo.

Shaina Trent, la adorada de la sociedad, miembro del jet set, alma de las fiestas y preciosa hace-cualquier-cosa-para-papi, hija de Josiah llevaba a su hijo. ¿Cómo podía haber sido tan malditamente descuidado? Había sabido exactamente lo que era cuando se había acostada con ella. Había sabido que su familia y la de ella habían deseado esa alianza. Cada familia sospechaba que él era la cosa que habían estado buscando todo el tiempo: un cambiaformas. Deseaban que su línea de sangre aumentara sus debilitadas capacidades. Y querían recobrar el control sobre él. Debería haber sospechado algo cuando Shaina se había tirado sobre él, después de todo, nunca lo había mirado antes, siempre actuando como si estuviera muy por encima de él.

Aceleró y captó otro vistazo del Porsche patinando a un lado en una vuelta. El corazón se le fue a la garganta. El conductor estaba tan bebido que permanecían en el carril equivocado. Jake dudaba que alguien se diera cuenta de que estaba persiguiéndolos. Shaina se inclinó coquetamente hacia el conductor para darle masajes en el cuello.

Jake se maldijo por meterse en tal apuro. Desesperados por encontrar un modo de ponerle grilletes, las dos familias habían hecho una alianza, y, como un idiota, había caído en su trampa. Una parte de él aún se sentía culpable y pensaba que merecía exactamente lo que había conseguido.

Había dormido deliberadamente con Shaina para luego devolvérsela a su padre, pero Shaina lo había estado utilizando como él la había utilizado. No había sido lo suficientemente estúpido para creerle cuando le dijo que usaba anticonceptivos, pero había sido lo bastante tonto como para utilizar los condones que ella tenía. Pero lo que ninguno de ellos había calculado aún, era que él gustosamente ardería en el infierno antes que complacerlos.

El embarazo planeado era la trampa más vieja en el libro. Era demasiado tarde ahora; tenía que vivir con las consecuencias… al igual que ellos. Ambas familias y Shaina le habían subestimado gravemente. Él había planeado su venganza durante años. Lo tenía todo en su lugar. No le tomaría mucho arruinar financieramente a cualquiera de las familias, y así no tendría que comprar la libertad para su niño.

Jake golpeó la palma abierta en el volante en agónica recriminación. Lo sabía muy bien, pero no pudo resistir pasar la mano bajo la nariz de Josiah. Pero ellos nunca tendrían a su hijo. No importaba si el chico era cambiaformas o no. Jake encontraría una niñera, una decente, para que viniera y lo educara bien. Seguro que no podría amar al chico, pero finalmente encontraría a alguien que sí pudiera.

Un músculo dio un tirón en la mandíbula. Él siempre había sido un salvaje, arañando y luchando por salir de la jaula en la que habían intentado mantenerle. No tendrían oportunidad de enjaular a su niño. Su hijo nunca sabría de esa vida poco natural y engañosa. Una niñera no era la solución perfecta, pero sería lo mejor que podía hacer por el niño.

No podría fiarse de Shaina para mantener saludable al bebé nonato, así que aquí estaba en California, persiguiéndola. Su jet esperaba para llevarla a su rancho donde sus guardias la mantendrían fuera de problemas, lejos de las drogas y el alcohol hasta que el bebé naciera. Tenía a un equipo de médicos a su disposición, los mejores que su injerencia pudo encontrar en Texas, y se iba a cerciorar de que el niño tuviera el mejor comienzo posible.

Jake juró apasionadamente otra vez. Shaina podría caerse en un precipicio por lo que a él le concernía, pero le aclararía que poseía la compañía de su padre, que había comprado las acciones, y los arruinaría a todos si se atrevían a cruzarse con él. El niño era suyo, comprado y pagado. Shaina no iba a ponerlo en peligro. Había girado las tornas ordenada y despiadadamente, encontrando un placer amargo en todos esos rostros conmocionados.

Shaina, maldita sea, no tenía derecho a emborracharse y a envenenar al bebé nonato aún. No tenía derecho de irse con un tonto borracho cuando estaba tan cerca de dar a luz. Había pensado que estaría a salvo, a miles de kilómetros de su casa, sin soñar que él se preocuparía lo suficiente por el bebé para localizarla.

Con cada kilómetro que pasaban, acortaba la distancia entre el Ferrari y el Porsche, cerrando la brecha constantemente, sin descanso. Podría ver al descapotable zigzagueando por toda la carretera, cruzando la línea central, cambiando de carril, los neumáticos chirriaban en protesta alrededor de cada acentuada curva. Estaba justo encima de ellos mirándolos y vio a Shaina mover la mano para acariciar el regazo del conductor. El Porsche se desvió otra vez directamente al otro lado.