– Soy el Oficial Nate Peterson. -Un joven policía de carretera empujó un café en sus manos sangrientas.
Sangre de ella. Por todas partes sobre él. Los hombros de Jake se hundieron y de repente estuvo inmensamente cansado, pero necesitaba averiguar si ella todavía estaba viva.
– ¿Puede decirme que ha sucedido, señor? -preguntó el oficial. El joven policía estaba temblando tanto que apenas podía sostener su pluma-. Andy y yo éramos buenos amigos -admitió el hombre, estrangulándose con la emoción.
– Dígame algo acerca de él -pidió Jake, curioso acerca del hombre que inspiraba tal lealtad, que hacía que una mujer quisiera correr a través del fuego para salvarle, a pesar de sus propias y terribles heridas. Un hombre que podía hacer que un policía temblara y tuviera verdaderas lágrimas. Jake podía sentir la verdadera emoción que manaba del otro hombre. Echó una mirada alrededor del hospital y encontró a otros viéndose igualmente apenados.
– Su nombre era Andrew Reynolds y tenía veinticinco años, era el mejor mecánico en el pueblo. Podía fijar cualquier cosa en un motor. Fui su padrino en su boda hace sólo cinco meses. Estaba tan feliz de que ella se hubiera casado con él. Ellos estaban tan felices.
Emma. Ese era su nombre.
– ¿Todavía está viva? -contuvo la respiración.
El policía asintió.
– Por lo que sé. Está en cirugía. ¿Vio usted el accidente?
Jake desmenuzó la taza de papel de café y la tiró en el cesto de basura.
– Estaban bebidos. Los seguía desde la fiesta del Senador Hindman. Shaina Trent, la mujer, llevaba a mi hijo. No lo quería y me lo había cedido, pero no paraba de beber y de ir de fiestas con sus amigos. Estaba preocupado porque ambos parecían estar borrachos. Lo siento, no conozco al hombre.
Jake le dio el resto de su declaración tan claramente cómo era posible, sabiendo que las huellas del patinazo lo confirmarían.
Jake oyó por casualidad a una joven enfermera llorando en el vestíbulo y caminó hacia ella con el pretexto de consolarla.
– ¿Está usted bien?
Ella se sorbió varias veces, los ojos brillantes y un poco interesada cuando le vio. Jake levantó la mano y le tocó el hombro.
– Soy Jake Bannaconni. -Sabía que el nombre sería reconocible y cuando los ojos se agrandaron la satisfacción se asentó en el vientre-. ¿Puede decirme algo acerca de la mujer? ¿Está viva?
Miró la etiqueta del nombre de la enfermera. Chelsey Harden.
Chelsey asintió con la cabeza.
– Está en cirugía. Sólo tiene veintiuno. No entiendo cómo ha podido suceder esto. Ella me llamó temprano hoy y me dijo que se había hecho una prueba de embarazo, estaba tan feliz. Dijo que se lo iba a contar a Andy esta noche en la cena. Apuesto a que él ni siquiera tuvo la oportunidad de saberlo. -Se cubrió la cara por un momento y rompió en sollozos.
Jake le tocó el hombro otra vez.
– Por lo que entiendo, las dos son amigas.
Chelsey hipó y se sonó la nariz.
– Muy buenas amigas. Fui a la escuela con Andrew y él nos presentó. Ahora ella no tiene a nadie. Los padres de Andrew murieron el año pasado en un choque de coches y los de Emma murieron cuando era adolescente. Sólo se tenían el uno al otro. Parece alguna clase de maldición o algo, todos esos coches destruidos. -La cara palideció y se cubrió la boca con la mano-. Lo siento. Su mujer ha muerto también. Lo siento mucho.
Jake sacudió la cabeza.
– No estábamos casados, pero teníamos un niño.
– Él va a estar bien. Es un poco pequeño, pero muy sano -se apresuró a asegurarle Chelsey.
– ¿Cuánto tiempo tendrá que permanecer aquí?
Lo que en verdad quería decir era cuánto tiempo tenía para poner las cosas en movimiento. Tenía una idea vaga de lo que quería hacer, pero ningún plan verdadero. Era obvio que el personal sentía compasión por él. Su amiga embarazada se había fugado con otro hombre. Shaina estaba en las noticias todo el tiempo. Los paparazzi la adoraban y por supuesto Jake no era un desconocido, pero las hazañas de Shaina eran siempre carnaza para las revistas de cotilleos y ella adoraba las cámaras.
El mundo creía que había dejado a Jake con el corazón destrozado. En verdad, se habían despreciado el uno al otro. Su padre le había llenado con la convicción de que los Trents estaban muy por encima de los Bannaconnis y de Jake en particular. Ella se sentía como si se hubiera rebajado al dormir con él. No es que no lo hubiera disfrutado y hubiera seguido regresando por más, pero los tabloides sólo sabían lo que Shaina quería. Ahora que estaba muerta y la simpatía le rodeaba, Jake supo que podría utilizarlo para su ventaja.
– Usted tendrá que hablar con el médico, pero para un bebé prematuro, está sano. Quizá una semana, pero honestamente no se lo podría decir. -Chelsey dejó salir un suspiro suave-. Emma deseaba realmente una familia. Era tan importante para ella y Andy, porque no tenían a nadie, así que siguieron diciendo que tendrían una gran familia.
Jake se pasó una mano por el pelo. Debía transportar a su hijo inmediatamente a un hospital en Texas y regresar a casa. Esto no era su lío para limpiarlo. Pero sabía que no lo haría. Había mirado a los ojos verde azulados de Emma Reynolds y algo se había abierto en él, algo sin nombre que no comprendía. Pero a pesar de todo, no podía irse.
Un hombre se acercó y Jake fue instantáneamente consciente de la tensión de Chelsey, que cambió inmediatamente su comportamiento a una cara muy profesional. Así que este debía ser el administrador del hospital. Alguien había reconocido a Jake y enviaba al peso pesado a cerciorarse de que estaba cómodo con el tratamiento de su hijo.
– Está quemado, señor Bannaconni, en las manos y brazos. Necesita curarse.
– Ni lo he notado -dijo Jake sinceramente.
Evaluó al hombre mientras sus quemaduras eran tratadas. Digno. Sincero. Era un hombre que tenía demasiado trabajo, demasiado poco tiempo libre y que creía en lo que hacía. Y estaba fieramente orgulloso de su hospital, Jake lo supo en el momento en que el médico empezó a mostrarle los alrededores, pero aparentemente tenía poco dinero para introducir un instrumental moderno.
Jake aprovechó el instante, golpeando donde sabía que sería lo mejor, murmurando sobre un gran donativo por el cuidado que su hijo había recibido, haciendo preguntas acerca de su niño, cuánto tiempo tendría que permanecer, cuáles eran las repercusiones de un nacimiento prematuro, qué podía hacer para ayudar mejor al hospital por cuidar de él. Por último logró girar la conversación a Emma Reynolds y cuán terriblemente se sentía por su situación. ¿Cuáles eran sus heridas? ¿Necesitaba médicos especiales? Sería más que feliz de traer volando a quién o lo qué necesitara…
El doctor John Grogan, jefe del hospital, trató de convencer a Jake de que Emma Reynolds no era su responsabilidad.
Jake parecía muy grave.
– Estoy bien enterado de que el resto del mundo quizás piense eso, pero fueron mi amiga y su amante los responsables de la muerte del marido de Emma y de sus heridas. Ella no tiene a nadie más. Ocuparme de sus facturas o asegurarme de que tiene todo lo que necesita es lo menos que puedo hacer por ella. -Miró alrededor y bajó la voz otra octava-. Preferiría si ningún periodista supiera que estoy aquí o que mi hijo está todavía aquí.
Grogan asintió.
– Somos un hospital pequeño, señor Bannaconni, pero somos muy discretos con nuestros pacientes.
Jake dejó salir un suspiro de alivio y se desplomó un poco para mostrar cuan cansado y trastornado estaba.
– Por favor, permita que los doctores de Emma sepan que estoy dispuesto a ayudar. Necesito ver a mi hijo ahora, si es posible.
El primer paso para involucrarse en la vida de Emma estaba cumplido. Se dejó guiar a la guardería infantil donde fue obligado a llevar una bata, máscara, y guantes para mirar fijamente al pequeño y arrugado bebé que yacía desnudo en una incubadora con luces por todas partes.