Retuvo al otro macho hasta que el aliento abandonó sus pulmones y el corazón dejó de latir. Y esperó hasta que el peso muerto se desplomó en el suelo, aguantándolo para asegurarse de que no hubiera errores y que el hombre que habría matado o tomado a Emma estuviera realmente muerto. Jake lo soltó y acomodó el cuerpo de leopardo de Emma. Sangraba por la garganta, el cuello, los hombros y los costados. Joshua se agachó a su lado pero se apartó cuando él se aproximó.
Jake cambió de forma, indiferente a la lluvia que caía sobre su cuerpo desnudo. Cargó a Emma en brazos y la llevó de vuelta a casa. El leopardo femenino levantó la mirada hacia él, sacudiendo la cabeza débilmente. Sintió músculos retorciéndose mientras ella cambiaba entre sus brazos. Se asombró de que pudiera hacerlo, herida como estaba. Ella jadeó, sus gemidos se amortiguaron contra su pecho mientras su cuerpo protestaba por el esfuerzo adicional que suponía el cambio.
– ¿Dónde están los niños, dulzura? -Había una nota apremiante en su voz.
– En la habitación segura -dijo ella con la voz quebrada, llevándose la mano a su dolorida garganta.
Él se relajó hasta que puso un pie en el vestíbulo.
– Qué demonios. -Jake se detuvo bruscamente al ver a Drake en el suelo con Conner a su lado, en cuclillas y desnudo-. ¿Cómo es de malo?
– Pierde demasiada sangre. He llamado por radio al helicóptero. El piloto dice que cree que puede volar si amaina un poco el viento. Se encontrará con nosotros en el helipuerto.
– ¿Los hombres? -Refiriéndose a sus obreros completamente humanos.
Conner se encogió de hombros.
– La mayor parte de los caballos se soltaron y unos pocos están muy malheridos. Salieron a buscarlos así como para tratarles las heridas. Un leopardo tuvo mucha diversión con ellos atrapados en el establo.
– Joshua -llamó Jake-. Consigue ropa para todos, incluida Emma. Necesitaré toallas y agua caliente. ¿Quién es el mejor hombre que tenemos para proteger a los niños y a Susan?
– Evan.
– Tráelo aquí. Déjale ver el leopardo muerto. Necesitamos una explicación para todo esto. Conner, mantenlo ahí hasta que consiga situar a Emma. Necesito ver cómo son sus heridas de malas.
– Tengo esto bajo control -aseguró Conner.
– Jodido bastardo -murmuró Jake mientras se agachaba, preparándose para dejar a Emma en el sofá. Ella se agarró a su cuello.
– Estoy sangrando. Lo arruinaremos.
– No seas tonta. ¿A quién le importa una mierda el sofá? Necesito echarte un ojo. Quédate quieta, cariño.
Las manos fueron gentiles mientras revisaba las heridas que estropeaban la suave piel. No había sangre arterial. La mayor parte de los arañazos eran lo suficientemente hondos para sangrar pero no para dejar cicatrices. Los mordiscos en su cuello y garganta tenían unas pocas perforaciones que le preocupaban, pero Rory había tenido cuidado de no perder algo esencial. No había querido matar a una hembra.
La cubrió con una manta, sin prestar atención a que su sangre cayera en ella, y se agachó junto a Conner.
– ¿Cuánto tiempo lleva con el torniquete? No querrás que pierda la pierna.
– Ya la perdí hace mucho -dijo Drake cansadamente. Cerró los ojos-. Mi leopardo no puede aguantar para siempre, Jake, y esta no es una mala forma de irse.
– Jódete -chasqueó Jake-. Te le dije, vamos a fijar ésa pierna. Cuándo te despiertes, estarás más fuerte. Tengo al cirujano con el que he estado hablando de tu problema a la espera.
Los ojos de Drake se abrieron de repente.
– No puedes hablarle a un médico que no sea de nuestra especie.
– Estoy al tanto de eso -dijo Jake-. Ten un poco de fe. -Palmeó el hombro de Conner-. ¿Irás con él?
Conner asintió.
– Déjamelo a mí, Jake.
Joshua entró corriendo, vestido sólo con sus vaqueros y todavía descalzo. Le tiró a Jake un par de vaqueros y otro a Conner.
– Tenemos que cargarlo en una camilla y lograr moverlo. Hemos conseguido una pequeña ventana, según el piloto. Ahora o nunca. Evan viene de camino. Dice que el establo está bastante mal. -Colocó linternas en los dos cuartos y encendió unas pocas velas para ayudar-. El generador ha sido manipulado. Tendré que arreglarlo después.
– Sube y saca a los niños de la habitación. Consigue algo de luz antes. Estarán asustados. Dile a Susan que los ponga a los dos en una cama juntos y que permanezca con ellos. Dile que Evan estará allí en un par de minutos, y que mamá y papá irán a tranquilizarlos. Evan puede dejarles saber que Drake está herido y que esa es la razón por la que no podemos ir enseguida.
Joshua asintió y subió corriendo las escaleras siguiendo el aroma hasta la habitación de Emma, donde agarró lo primero que encontró, reunió toallas, toallitas y entonces le gritó a Jake por la escalera.
– Aquí está la bata de Emma y todo lo demás.
Jake agarró la bata, después las toallas y las telas húmedas.
– Tendremos que ponerte antisépticos, así como tratarte con antibióticos para que no se te infecten. Los arañazos y mordiscos de felinos pueden ser mortales sólo por la infección.
Emma asintió.
– Estoy bien, Jake, sólo cuida de Drake.
– No hay nada que podamos hacer hasta que lo llevemos al helicóptero. Quiero limpiarte y ponerte una bata para que no espantemos a los niños más de lo que ya lo están.
Quería comprobar cada centímetro cuadrado de su cuerpo para estar completamente seguro de que no había heridas graves.
Lavó cada corte, cada punción, vertió ardiente yodo en las heridas hasta que ella saltó del sofá y lo arañó, entonces vendó cada una lo mejor que pudo antes de deslizarle la suave bata.
– Tenemos que irnos ahora, Jake, -gritó Joshua-. Los niños están en la cama, llorando un montón pero a salvo, y Evan está aquí. Tenemos que llevar a Drake mientras el tiempo esté más tranquilo. El piloto dice que nos movamos. -Se agachó junto a Conner, y los dos hombres deslizaron un respaldo bajo Drake antes de colocarlo en una camilla.
– Quédate con los niños, Jake -dijo Drake.
– Cierra el jodido pico, Drake -dijo Jake, odiando el nudo en su garganta-. Voy a llevarte al helipuerto y asegurarme de que vas a vivir tanto si quieres como si no.
Si había un hombre al que pudiera llamar amigo era Drake. Y después de todo lo que había hecho, Jake no iba a permitir que nadie más lo cuidara.
Jake corrió delante de ellos, tratando de no oír los sollozos de sus niños escalera arriba, pero el sonido conmocionó tanto a su leopardo como a él. La rabia lo recorrió, sacudiéndolo mientras atravesaban la lluvia hacia el helipuerto a toda prisa con Drake.
Debajo de la cocina, en la enorme bodega, algo se movió en la oscuridad, arrastrándose por la escalera mientras el sonido de las actividades se amortiguaba y el hedor de los leopardos macho cedía. En silencio el animal subió la escalera y levantó una gigantesca pata hacia el pomo de la puerta. Había seguido a Drake desde los establos pensando en matarlo, pero había captado el olor de los otros mientras cambiaban a la carrera, y supo que tenía que quedarse fuera de la vista. Había sido bastante fácil deslizarse a través de las puertas abiertas y esconderse en la bodega.
El olor de la hembra era un poderoso afrodisíaco, y el leopardo se paró levantando la cabeza y curvando el labio, tomándola en sus pulmones. El sonido del llanto de los niños lo molestaba, pero el abrumante aroma de la sangre atraía todo lo salvaje que había en él. Sus prioridades estaban en orden. La hembra adulta primero. La niña la segunda. El niño el último. Su pata cambió, convirtiéndose en dedos y asentándose alrededor de la perilla. Con gran cautela la giró, abrió la puerta una rendija y se arrastró fuera.
Había un guardaespaldas, el llamado Evan, y a Susan y a Emma las iban a dejar en casa con los dos niños. Se arrastró por los oscuros pasillos, evitando los halos de débil luz de las linternas. El grupo estaba a los pies de la escalera. Los bebés sollozaban y Emma trataba de consolarlos, yendo de un lado a otro con ambos en brazos.