– Andraya, sólo espera. Papá volverá inmediatamente -dijo Emma. Ella habló por la radio-. Dile que volverás, Jake, déjale que oiga tu voz.
Jake se pasó la mano por el pelo mojado. Tenía gotas en los ojos, frías contra su piel. El helicóptero estaba ya calentando en la plataforma de despegue, las aspas girando rápidamente. Justin Right, el piloto, venía corriendo hacia ellos.
– Por favor, Jake. Están tan inquietos.
Emma estaba tan trastornada. Necesitaba una forma de volver a estar bajo control, de hacer las cosas bien para los niños. Jake dejó salir el aliento, enojado por no poder estar en dos sitios a la vez.
– Draya, sé una chica valiente para mami. Volveré inmediatamente.
Odiaba esto, Emma necesitándole, los niños necesitándole, enviar a Drake al hospital con Conner cuando era Jake el que debería ir con él. El amor era una cosa cruel, arrancando el corazón de un hombre.
– ¿Ves, Andraya? ¿Oíste a papá? -Emma tenía a ambos niños en brazos ahora, ignorando la forma en que sus pequeños cuerpos le rozaban muchas de las lesiones. Sus manos se clavaban en los mordiscos y en las heridas abiertas alrededor del cuello y de la garganta, pero a ella no le importaba otra cosa que no fuera consolarlos. Incluso Susan lloraba. Ella había estado arriba, tratando de ser alegre, sola en el cuarto seguro, pero una vez que Joshua había llegado se había venido abajo con los niños.
Emma alternaba besos entre Andraya y Kyle.
– Vamos, haré chocolate caliente para todos.
– Emma, el generador no está encendido. No puedes -dijo Evan.
Ella lo miró mientras los niños lloraban más.
– Chocolate frío entonces. Será divertido. Nosotros nos sentaremos en la mesa, todos juntos. Anda, Susan, ven a sentarte con nosotros. -Andraya hipó y se agarró a Emma más fuerte rodeándole el cuello.
– No te vayas.
– No voy a ir a ningún sitio, cariño, -canturreó ella suavemente-. Vamos todos juntos.
– Vamos, Kyle, ¿no quieres chocolate? -preguntó Evan.
Kyle asintió con la cabeza una y otra vez pero no levantó la vista de su hombro. Evan extendió las manos para tomarlo, el niño no quería dejar a Emma de ninguna manera. Emma se encogió de hombros y los llevó, uno en cada cadera, rezando para que su bata siguiera en su sitio mientras bajaba por la escalera hacia el largo vestíbulo. Evitó la zona donde la sangre de Drake no había sido limpiada. Las linternas no arrojaban mucha luz, así que los dos niños vieron muy poco, pero Susan, que la seguía, jadeó en voz alta. La mano de Evan en su hombro la estabilizó y fueron hacia la cocina.
Ella se inclinó para sentar a Kyle en su silla. Las ventanas vibraron y el aullido hizo que Andraya enterrara la cara en el cuello de Emma. Kyle gritó y se tiró hacia Evan, que envolvió inmediatamente al niño entre sus brazos.
– El viento parece estar soplando más fuerte -dijo Emma, inquieta-. ¿Crees que el helicóptero pudo despegar bien?
– Te lo comprobaré -dijo Evan y dio un paso hacia la ventana para mirar fuera en la pista de aterrizaje-. Las luces están apagadas, Emma, así que Jake está de regreso.
– Gracias a Dios -respiró y por primera vez en todo el día, se relajó de verdad. No se había dado cuenta de cuánto contaba realmente con Jake y su fuerte presencia. Había simplemente algo invencible y poderoso en él.
Kyle se contorneó, meneó y se giró como si no tuviera huesos, tratando de escapar de Evan para volver con Emma. Evan lo bajó para que pudiera correr hacia ella.
Evan extendió la mano.
– Anda, Kyle, dale a mami un respiro. Yo te pondré en tu trona. Emma, tienes aspecto de ir a caerte, y te sangra el cuello a través de las vendas.
Emma levantó las manos para apretar los dedos contra las vendas donde estaban las heridas de los mordiscos y se manchaban de sangre.
Susan jadeó.
– Aquí, Emma. -Sostenía un pequeño pañuelo.
Emma se había girado a medias hacia ella cuando oyó que Evan gruñía y se dio la vuelta. Vio su gran cuerpo tambaleándose. Emma corrió hacia Kyle mientras Evan se caía al suelo, disparando con el arma que tenía en la mano al enorme felino que gruñía mientras saltaba hacia Kyle. La mano de Emma perdió la espalda de la camisa de Kyle mientras el leopardo se lo arrebataba a la carrera y casi se estrella contra la puerta, cambiando una mano para abrirla. Evan se dio la vuelta y comenzó a disparar por segunda vez, pero Emma gritó:
– ¡No! Puedes darle a Kyle.
El leopardo atravesó la puerta con su hijo, saltó por encima de las flores y la tapia baja para desaparecer en la noche.
Susan chilló. Andraya se puso histérica. Emma agarró a Susan por los hombros.
– Cierra la casa y haz cuanto puedas para ayudar a Evan. Dile a Jake lo que sucedió. Yo voy tras ellos.
– No puedes -protestó Susan-. Espera a Jake. Te matará.
Evan trató de agarrarle la pierna cuando ella pasó corriendo, pero falló, maldiciendo. Trató de ponerse de pie pero tenía las costillas rotas y le era difícil respirar. Susan se agachó a su lado, observando preocupada la noche.
– Ya no la puedo ver.
– No preocupes. Jake y los otros vendrán corriendo. Tienen que haber escuchado los disparos.
No podía ponerse de pie, así que se arrastró hacia la puerta en un esfuerzo por cerrarla.
Jake, Conner y Joshua irrumpieron de la oscuridad como si el viento salvaje los hubiera guiado, espoleando sus talones en cada paso del camino. Estaban empapados, descalzos y descamisados, corriendo a toda velocidad, incluso sin aliento. Susan chilló otra vez y se apartó mientras Jake se alzaba sobre Evan, su cara una máscara de furia.
Agachándose, casi levantó a Evan del suelo, sus puños retorciendo el frente de la camisa de Evan, con la muerte en su cortante mirada.
– ¿Dónde está? -Mordió cada palabra claramente, los dientes más afilados, los caninos más largos en el débil resplandor.
– Fue tras el leopardo. -Evan tuvo que jadear en cada palabra-. Él cogió a Kyle. No pude detenerla, Jake.
Jake juró y soltó al hombre.
– Cierra la jodida puerta, Susan. -Apretó los dedos de Evan alrededor de la pistola-. Dispara a matar la próxima vez.
Jake se dio la vuelta y corrió en la noche, Conner y Joshua lo siguieron justo detrás. Encontraron la bata de Emma sobre las flores y siguieron su rastro, quitándose los vaqueros, dejándolos más allá del jardín y cambiando mientras corrían. El olor a sangre era fuerte en un par de sitios, junto con el del leopardo macho. Esto, entonces, era obra de Clayton, el otro hombre empleado por los enemigos y por Trent. Era el que corría a toda velocidad, llevando a Kyle en la boca. No podía haber sido fácil; el chico tenía que estar retorciéndose y luchando, aunque quizás estuviera tan asustado que fuera dócil.
Jake corría con el corazón en la garganta y el sabor del terror en la boca. Su hijo. Kyle. Había sostenido al chico en la palma de la mano. Cambiado los pañales. Alimentado. Mirado a los ojos, ojos tan parecidos a los suyos. Se había dicho que no amaba a nada ni a nadie, pero su hijo había logrado atrapar con mucha fuerza el corazón de Jake y se negaba a soltarlo. Simplemente porque Jake no reconociera en voz alta cómo se sentía, ni incluso a sí mismo, no quería decir que no hubiera sucedido. No podría vivir sin el chico, sin esa confianza en los ojos y el amor y la impaciencia brillando en su cara cada mañana.
Se dijo a sí mismo que lo hubieran matado en el acto de haberlo querido. No, esto era un secuestro para asegurarse un leopardo, o una tentativa para ejercer control sobre Jake. Y lo tendrían. Haría cualquier cosa para traer de vuelta a Kyle, cualquier cosa. Si tenía que ofrecer su vida por la del chico, lo haría sin pena.