Выбрать главу

LAURENCIA: ¿Qué manda su señoría?

COMENDADOR: ¡Desdenes el otro día,

pues, conmigo! ¡Bien, por Dios!

LAURENCIA: ¿Habla contigo, Pascuala?

PASCUALA: Conmigo no, tirte ahuera.

COMENDADOR: Con vos hablo, hermosa fiera,

y con esotra zagala.

¿Mías no sois?

PASCUALA: Sí, señor;

mas no para casos tales.

COMENDADOR: Entrad, pasado los umbrales;

hombres hay, no hayáis temor.

LAURENCIA: Si los alcaldes entraran,

que de uno soy hija yo,

bien huera entrar; mas si no…

COMENDADOR: ¡Flores!

FLORES: ¿Señor?

COMENDADOR: ¡Que reparan

en no hacer lo que les digo!

FLORES: ¡Entrad, pues!

LAURENCIA: No nos agarre.

FLORES: Entrad; que sois necias.

PASCUALA: Arre;

que echaréis luego el postigo.

FLORES: Entrad; que os quiere enseñar

lo que trae de la guerra.

COMENDADOR: Si entraren, Ortuño, cierra.

Éntrase

LAURENCIA: Flores, dejadnos pasar.

ORTUÑO: ¿También venís presentadas

con lo demás?

PASCUALA: ¡Bien a fe!

Desvíese, no le dé…

FLORES: Basta; que son extremadas.

LAURENCIA: ¿No basta a vuestro señor

tanta carne presentada?

ORTUÑO: La vuestra es la que le agrada.

LAURENCIA: ¡Reviente de mal dolor!

Vanse LAURENCIA y PASCUALA

FLORES: ¡Muy buen recado llevamos!

No se ha de poder sufrir

lo que nos ha de decir

cuando sin ellas nos vamos.

ORTUÑO: Quien sirve se obliga a esto.

Si en algo desea medrar,

o con paciencia ha de estar,

o ha de despedirse presto.

Vanse los dos. Salgan el REY don Fernando, la
reina doña ISABEL, MANRIQUE, y acompañamiento

ISABEL: Digo, señor, que conviene

el no haber descuido en esto,

por ver a Alfonso en tal puesto,

y su ejército previene.

Y es bien ganar por la mano

antes que el daño veamos;

que si no lo remediamos,

el ser muy cierto está llano.

REY: De Navarra y de Aragón

está el socorro seguro,

y de Castilla procuro

hacer la reformación

de modo que el buen suceso

con la prevención se vea.

ISABEL: Pues vuestra majestad crea

que el buen fin consiste en eso.

MANRIQUE: Aguardando tu licencia

dos regidores están

de Ciudad Real. ¿Entrarán?

REY: No les nieguen mi presencia.

Salen dos REGIDORES de Ciudad Real

REGIDOR 1: Católico rey Fernando,

a quien ha enviado el cielo

desde Aragón a Castilla

para bien y amparo nuestro:

en nombre de Ciudad Real,

a vuestro valor supremo

humildes nos presentamos,

el real amparo pidiendo.

A mucha dicha tuvimos

tener título de vuestros;

pero pudo derribarnos

de este honor el hado adverso.

El famoso don Rodrigo

Téllez Girón, cuyo esfuerzo

es en valor extremado,

aunque es en la edad tan tierno

maestre de Calatrava,

él, ensanchar pretendiendo

el honor de la encomienda,

nos puso apretado cerco.

Con valor nos prevenimos,

a su fuerza resistiendo,

tanto, que arroyos corrían

de la sangre de los muertos.

Tomó posesión, en fin;

pero no llegara a hacerlo,

a no le dar Fernán Gómez

orden, ayuda y consejo.

Él queda en la posesión,

y sus vasallos seremos,

suyos, a nuestro pesar,

a no remediarlo presto.

REY: ¿Dónde queda Fernán Gómez?

REGIDOR 1: En Fuenteovejuna creo,

por ser su villa, y tener

en ella casa y asiento.

Allí, con más libertad

de la que decir podemos,

tiene a los súbditos suyos

de todo contento ajenos.

REY: ¿Tenéis algún capitán?

REGIDOR 2: Señor, el no haberle es cierto,

pues no escapó ningún noble

de preso, herido o de muerto.

ISABEL: Ese caso no requiere

ser de espacio remediado;

que es dar al contrario osado

el mismo valor que adquiere;

y puede el de Portugal,

hallando puerta segura,

entrar por Extremadura

y causarnos mucho mal

REY: Don Manrique, partid luego,

llevando dos compañías;

remediad sus demasías

sin darles ningún sosiego.

El conde de Cabra ir puede

con vos; que es Córdoba osado,

a quien nombre de soldado

todo el mundo le concede;

que éste es el medio mejor

que la ocasión nos ofrece.

MANRIQUE: El acuerdo me parece

como de tan gran valor.

Pondré límite a su exceso,

si el vivir en mí no cesa.

ISABEL: Partiendo vos a la empresa,

seguro está el buen suceso.

Vanse todos. Salen LAURENCIA y FRONDOSO

LAURENCIA: A medio torcer los paños,

quise, atrevido Frondoso

para no dar qué decir,

desvïarme del arroyo;

decir a tus demasías

que murmura el pueblo todo,

que me miras y te miro,

y todos nos traen sobre ojo.

Y como tú eres zagal

de los que huellan, brioso,

y excediendo a los demás

vistes bizarro y costoso,

en todo lugar no hay moza,

o mozo en el prado o soto,

que no se afirme diciendo

que ya para en uno somos;

y esperan todos el día

que el sacristán Juan Chamorro

nos eche de la tribuna

en dejando los piporros.

Y mejor sus trojes vean

de rubio trigo en agosto

atestadas y colmadas,

y sus tinajas de mosto,