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De hecho, cuando los Hepburn se inscribieron, King había imaginado que quizá podía convertirlos en minicelebridades, con apariciones en la televisión, entrevistas en los periódicos, etcétera. No los había conocido, pero había hablado con Mary por teléfono esperando contra toda esperanza que hubiera algo interesante en los Hepburn, aunque tenían los empleos más corrientes en una descolorida ciudad industrial, con el más alto índice de parados del país. Uno u otro quizá tuviera un antepasado o un pariente famoso, o Roy podría haber sido héroe en alguna guerra, o habría podido ganar alguna lotería, o soportado alguna tragedia en tiempos re-Otates, o lo que fuere. _

Parte de la conversación que King y Mary sostuvieron en enero se desarrolló de la manera si—Bien... soy pariente lejana de Daniel Boone —había dicho ella—. MÍ apellido de soltera era Boone, y nací en Kentucky.

—¡Eso es magnífico! —había dicho King—. ¿Es usted su tataranieta o algo así?

—No creo que sea un parentesco tan directo —había dicho ella—. Nunca significó mucho para mí, de modo que nunca lo tuve claro.

—Pero su apellido de soltera era Boone.

—Sí, pero eso es sólo una coincidencia. El apellido de mi padre era Boone, pero no era pariente de Daniel Boone. Estoy emparentada con Daniel Boone por parte de madre.

—Si el apellido de su padre era Boone y nació en Kentucky por fuerza tenía que estar emparentado con Daniel Boone, ¿no cree usted? —había dicho King.

—No necesariamente —había dicho ella—, pues el padre de mi padre era húngaro, un entrenador de caballos llamado Miklós Gömbös, que cambió de nombre para llamarse Michael Boone.

Sobre los premios u honores que ella o Roy pudieran haber obtenido, Mary dijo que Roy por cierto los merecía en abundancia, por todo el meritorio trabajo que había llevado a cabo en la Geffco, pero que la compañía no creía en esas cosas, salvo cuando se trataba de los ejecutivos más altos.

—Ninguna medalla por buen comportamiento militar... nada por el estilo —dijo él.

—Estuvo en la Marina, pero no intervino en la guerra.

Por supuesto, si King hubiera llamado tres meses más tarde, y hubiera hablado con Roy por teléfono, hubiera escuchado todo un discurso acerca de las trágicas actividades de Roy durante las pruebas atómicas en el Pacífico.

—¿Tienen hijos? —preguntó King.

—No en el sentido habitual —dijo Mary—. Pero yo considero un hijo a cada uno de mis alumnos, y Roy dirige un grupo de niños exploradores y considera como hijo propio a cada miembro de la tropa.

—Ésa es una preciosa actitud —dijo King—, y ha sido muy agradable hablar con usted, y espero que usted y su marido disfruten del viaje.

—Estoy segura de que así será —dijo ella—, pero tendré que hacerme de coraje para decirle al director que quiero tres semanas de licencia justo en mitad de un semestre.

—Tendrá usted tantas cosas maravillosas que contar a sus alumnos cuando esté de vuelta —dijo King—, que él le concederá encantado esas semanas. —King, dicho sea de paso, nunca había visto realmente las Islas Galápagos, ni las vería nunca. Como Mary Hepburn, sólo había visto un montón de fotografías.

—Oh... —dijo Mary cuando él estaba a punto de colgar—, preguntaba usted por premios, honores, medallas y cosas por el estilo...

—¿Sí? —dijo King.

—Yo estoy por recibir una especie de premio o lo que siento como premio. Se supone que no sé nada, de modo que probablemente no tendría que mencionárselo.

—Mis labios están sellados —dijo King.

—Lo descubrí por accidente —dijo Mary—. Pero este año la clase del último curso me dedicará el anuario. Me dan un mote en la dedicatoria, que por casualidad vi en una imprenta donde estaba eligiendo anuncios de nacimiento para una amiga. Tuvo mellizos: un niño y una niña.

—¡Aja!-dijo King.

—¿Sabe el mote que me dan esos encantadores muchachos? —preguntó Mary.

—No —dijo King.

—Madre Naturaleza Personificada —dijo Mary.

Y no hay ninguna tumba en las Islas Galápagos. El océano recibe todos los cadáveres y hace con ellos lo que le place. Pero sí hubiera una lápida funeraria para Mary Hepburn, sólo una inscripción le convendría: «Madre Naturaleza Personificada». ¿En qué se parecía tanto a la Madre Naturaleza? Frente a la total desesperanza que abrumaba a todos en Santa Rosalía, todavía quería que allí nacieran niños humanos. Nada podía impedir que ella hiciese todo lo posible para que la vida siguiera y siguiera y siguiera.

18

Cuando Bobby King se enteró de que Mary Hepburn era uno de los seis desdichados que habían llegado a Guayaquil, pensó en ella por primera vez en meses. Pensó que quizá Roy estuviera con ella, pues le habían dado la impresión de ser una pareja inseparable, y que el nombre del marido había sido omitido accidentalmente por el administrador de El Dorado, cuyas comunicaciones enviadas por teletipo se hacían más graves de hora en hora.

King sabía de mí, entre paréntesis, aunque no cómo me llamaba.

Sabía que un obrero se había matado durante la construcción del barco-Pero no quería dar más publicidad a esta noticia, capaz de sugerir a los supersticiosos que el Bahía de Darwin tenía un fantasma, así como la familia von Kleist no quería que se supiera que uno de sus miembros estaba hospitalizado por haber contraído el corea de Huntington y que otros dos tenían el cincuenta por ciento de probabilidades de ser portadores de esa enfermedad.

¿Le comunicó alguna vez el capitán a Mary Hepburn durante los años que estuvieron juntos en Santa Rosalía que quizá fuera portador del corea de Huntington? Sólo reveló ese terrible secreto cuando ya llevaban diez años en las islas y descubrió que ella había estado jugando irresponsablemente con su esperma.

De los seis huéspedes de El Dorado, King sólo conocía a dos: *Andrew MacIntosh y su hija ciega Selena; y, por supuesto, también a Kazakh, la perra de Selena. Todo el que conocía a los MacIntosh conocía también a la perra, aunque Kazakh, gracias a la cirugía y el adiestramiento, virtualmente no tenía ninguna personalidad. Los MacIntosh frecuentaban varios restaurantes que eran clientes de King, y *MacIntosh, aunque no la perra y la hija, había aparecido en reportajes de la televisión junto con algunos de esos clientes. King había observado los espectáculos en un monitor entre bastidores acompañado por Selena y la perra. Tenía la impresión de que la hija tenía poca más personalidad que la perra cuando no estaba junto a su padre. Y no sabía hablar de otra cosa que de su padre.

*Andrew MacIntosh, por cierto, disfrutaba apareciendo en estos reportajes de televisión. Era bienvenido en ellos por mostrarse tan injurioso. Peroraba acerca de lo divertida que era la vida si uno tenía una cantidad ilimitada de dinero. Compadecía y despreciaba a los que no eran ricos, etcétera.

Gracias a los rigores de Santa Rosalía, Selena habría de desarrollar una personalidad muy distinta de la de su padre antes de entrar en el túnel azul que conduce al Más Allá. También llegaría a hablar japonés de corrido. En la era de los cerebros voluminosos, la historia de una vida podía acabar de cualquier manera. Mirad la mía.

Después de Roy y Mary Hepburn, los MacIntosh y los Hiroguchi fueron los primeros en sumarse a la lista de pasajeros del «Crucero del Siglo para el Conocimiento de la Naturaleza». Eso fue en febrero. Los Hiroguchi serían huéspedes de los MacIntosh, y viajarían con un nombre supuesto, para que quienes empleaban a *Zenji Hiroguchi no descubrieran que estaba haciendo negocios con *MacIntosh.

Para King, *Siegfried von Kleist y toda otra persona conectada con el crucero, los Hiroguchi eran los Kenzaburo, y *Zenji era un veterinario.