Le dio Mandarax a *Wait para que éste pudiera comunicarse con Hisako. Había recuperado el instrumento junto al cuerpo de Zenji. Los dos cadáveres habían sido retirados y escondidos en la tienda ¿e souvenirs. El mismo *Siegfried les había echado encima unas mantas souvenir, con el mismo retrato ¿e Darwin que colgaba detrás de la barra.
De modo que *Siegfried von Kleist condujo a Mary Hepburn, Hisako Hiroguchi, "James Wait, Selena MacIntosh y *Kazakh a un autobús alegremente decorado que esperaba frente al hotel. Este autobús tenía que haber llevado a músicos y bailarines al aeropuerto, para regalo de las celebridades venidas de Nueva York. Las seis niñas kanka-bonas salieron junto con ellos y he puesto un asterisco delante del nombre de la perra porque pronto las niñas la matarían y se la comerían. No era época para ser perro.
Selena quería saber dónde estaba su padre e Hisako quería saber dónde estaba su marido. *Siegfried dijo que se habían adelantado e iban ya camino del aeropuerto. Había planeado meterlas de algún modo en un avión, fuera comercial, charter o militar, que las sacara sanas y salvas del Ecuador. La verdad acerca de Andrew MacIntosh y Zenji Hiroguchi, la sabrían a último momento, antes que el avión despegara; a esa hora quizá aún sobrevivieran, por mucho que las desgarrara el dolor.
Para calmar a Mary, convino en llevar a las seis niñas. No podía entender nada de lo que hablaban, M siquiera con ayuda de Mandarax. Lo mejor que Mandarax pudo hacer fue identificar, quizá, una palabra entre veinte, por estar estrechamente relacionada con el quechua, la lingua franca del Imperio Incaico. Aquí y allá Mandarax creyó, además haber oído algo de árabe, la lingua franca de la trata de esclavos africanos muchos años atrás.
Pues bien, he aquí una idea de cerebro voluminoso de la que no he oído mucho últimamente: la esclavitud humana. ¿Cómo es posible someter a alguien cuando sólo se cuenta con un par de aletas y una boca?
32
Cuando todo el mundo estuvo bien acomodado en el autobús frente al hotel, varias radios entre la multitud dieron la noticia de que «el Crucero del Siglo para el Conocimiento de la Naturaleza» había sido cancelado. Eso significaba para la multitud, y también para los soldados, que eran sólo civiles con ropa militar, que ahora la comida del hotel les pertenecía. Escuchadlo de alguien que ha estado por ahí desde hace un millón de años: cuando se examina lo fundamental, la comida es siempre la totalidad de la historia. Dijo Mandarax:
Primero el pienso, luego la moralidad.
Bertolt Brecht (1898-1956)
De modo que la multitud se precipitó hacia las entradas del hotel rodeando momentáneamente el autobús, aunque el autobús y la gente que lo ocupaba no tenían ningún interés para los sediciosos. Golpearon los flancos del autobús, sin embargo, y aullaron angustiados al darse cuenta de que otros ya habían entrado en el hotel y que ya no les quedaría comida.
Era por cierto muy aterrador estar dentro del autobús. La multitud podía volcarlo. Podía incendiarlo. Podía apedrearlo convirtiendo los cristales de las ventanillas en metralla. El único sitio donde quizá sobreviviesen era el suelo del pasillo. Hisako Hiroguchi se acercó por vez primera a la ciega Selena, indicándole con las manos y murmurando en japonés que se arrodillara en el pasillo con la cabeza gacha. Luego Hisako se arrodilló junto a ella y *Kazakh, y le pasó el brazo por los hombros.
¡Con cuánta ternura Hisako y Selena se cuidarían mutuamente durante los años venideros! ¡Qué criatura tan bella y dulce criarían juntas! ¡Cómo las he admirado!
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Sí, y "James Wait se descubrió posando nuevamente como un protector de los niños. Escudaba con su propio cuerpo a las aterradas niñas kanka-bonas echadas en el pasillo. Él sólo había pretendido salvarse a sí mismo, si podía, pero Mary Hepburn le había tomado las manos y lo había atraído hacia ella, de modo que ahora formaban juntos un muro viviente. Si el vidrio volaba, los mordería a ellos y no a las niñitas.
Dijo Mandarax:
No conoce el hombre amor mas grande que el dar la vida por sus hermanos.
San Juan (¿4 a. de C.?-¿30?)
Fue mientras *Wait se encontraba en esta posición cuando el corazón empezó a fallarle, esto es, las fibras cardíacas empezaron a retorcérsele de cualquier manera, perturbando la marcha de la sangre por el sistema circulatorio. También aquí estaba operando la herencia. No tenía modo de saberlo, pero el padre y la madre de *Wait, que eran además padre e hija, habían muerto de ataques al corazón cuando apenas tenían cuarenta años.
Fue una dicha para la humanidad que *Wait no viviera para participar en los juegos de apareamiento que se sucedieron en Santa Rosalía. Aunque no habría habido una gran diferencia, después de todo, si la gente de hoy hubiera heredado por corazón esa bomba de tiempo. Nadie habría vivido tantos años como para que la bomba estallara. Quien hoy tuviese la edad de *Wait, sería todo un Matusalén.
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Junto al muelle, entretanto, otra multitud, otro órgano que fallaba en el sistema social del Ecuador, estaba despojando al Bahía de Darwin no sólo de su comida, sino además de sus televisores, teléfonos, aparatos de radar y sonar, radios, bombillas eléctricas, brújulas, papel higiénico, alfombras, jabón, potes, sartenes, mapas, colchones, motores fuera de borda, balsas neumáticas, etcétera. Estos sobrevivientes intentarían también robar el guinche que bajaba y subía las anclas, pero sólo consiguieron estropearlo para siempre.
Al menos dejaron los botes salvavidas, aunque les quitaron los alimentos de emergencia.
Y el asustado capitán von Kleist había sido izado hasta el puesto de vigía en el mástil, vestido sólo con ropa interior.
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La multitud frente a El Dorado pasó por el autobús como una marejada, dejándolo entero y seco por así decir. Era libre de ir donde quisiera. No había mucha gente por los alrededores, salvo unos pocos que yacían aquí y allá, heridos o muertos en la precipitación de la multitud.
De modo que *Siegfried von Kleist, aguantando heroicamente los espasmos, y no teniendo en cuenta las alucinaciones sintomáticas del corea de Huntington, ocupó el asiento del conductor. Le pareció mejor que sus diez pasajeros permanecieran echados en el pasillo, donde estaban ahora, invisibles desde fuera, tranquilizándose mutuamente con el calor de los cuerpos.
Puso en marcha el motor y vio que tenía el tanque lleno de gasolina. Puso en marcha el aire acondicionado. Anunció en inglés, la única lengua que tenía en común con sus pasajeros, que dentro de un minuto o dos estaría fresco allí dentro. Ésta era una promesa que podía cumplir.
Afuera anochecía, de modo que encendió las luces de atrás.
Fue poco más o menos por aquel tiempo que Perú declaró la guerra a Ecuador. Dos de los bombarderos de Perú volaban por entonces sobre territorios ecuatorianos, uno llevando un cohete sintonizado con las señales de radar del Aeropuerto Internacional de Guayaquil, y el otro sintonizado con las señales de radar de la base naval de la isla Baltra, en las Galápagos, cubil de un barco de entrenamiento, seis barcos guardacostas, dos remolcadores oceánicos, un submarino patrullero, un dique de carena, y, elevado y seco en el dique de carena, un destructor. El destructor era el barco más grande de la Marina Ecuatoriana, exceptuando el Bahía de Darwin. Dijo Mandarax:
Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, era la edad de la sabiduría, era la edad de la estupidez, era la época de la fe, era la época de la incredulidad, era la estación de la luz, era la estación de la oscuridad, era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperación, lo teníamos todo por delante, nada teníamos por delante, íbamos todos directamente al Cielo, íbamos todos directamente en sentido contrario.