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Los colonos originales nunca llegaron a unirse en una sola familia. Las generaciones subsiguientes, sin embargo, después de haber muerto el ultimo de los viejos, se unieron en una familia que incluía a todos. Tenían una lengua común, una religión común y algunas bromas, canciones y danzas comunes, casi todas ellas kanka-bonas. Y Kamikaze, cuando le tocó ser un hombre viejo, se convirtió en algo que el capitán nunca había sido, un venerado patriarca. Y Akiko se convirtió en una venerada matriarca.
Sucedió muy rápido: la formación de una familia humana perfectamente coherente a partir de materiales genéticos tan azarosos. Era hermoso verlo. Casi hizo que yo amara a la gente tal como era entonces, con grandes cerebros y todo lo demás.
11
El capitán se enteró bastante tarde de que una de las mujeres estaba preñada, porque nadie se lo dijo, por cierto, pero también porque las mujeres kanka-bonas lo detestaban tanto, sobre todo por motivos racistas, que evitaban verlo. Acudían al cráter en busca de agua sólo muy tarde por la noche, cuando por lo general el capitán estaba profundamente dormido. Seguirían odiándolo hasta el último día, aun cuando era el padre de todos los hijos a los que tanto amaban.
Pero un mes antes que Kamikaze naciera, el capitán no podía dormir en la cama de plumas que compartía con Mary. El gran cerebro hacía que se volviera y revolviera en la cama pensando en la posibilidad de cavar desde lo alto del cráter hasta el suministro de agua, para así localizar la pérdida y poder cambiar aquello de lo que nadie se había quejado nunca: el canal de la fuente.
Este era un proyecto de ingeniería, entre paréntesis, poco más o menos tan modesto como la construcción de la Gran Pirámide de Khufu o el Canal de Panamá.
De modo que el capitán saltó de la cama y se fue a dar un paseo en medio de la noche. Cuando llegó a la fuente, allí estaban las seis kanka-bonas dando palmadas sobre el agua del estanque como si fuera un animal amistoso, salpicándose entre ellas, etcétera. Se estaban divirtiendo mucho y se sentían especialmente felices porque todas ellas pronto tendrían hijos.
Dejaron de divertirse tan pronto como vieron al capitán. Pensaban que era malvado, Pero el capitán también se sintió consternado, porque estaba desnudo. No había creído que pudiera toparse con alguien. No se había molestado en ponerse el taparrabos de piel de iguana. De modo que ahora, al cabo de diez años en Santa Rosalía, las kanka-bonas le veían por primera vez los genitales. Tuvieron que reírse, y luego no pudieron dejar de reírse.
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El capitán retrocedió hasta su morada, donde Mary estaba profundamente dormida. Desechó la risa como mera simpleza. Pensó además que una de las mujeres tenía un tumor, un parásito o una infección en el vientre, y que a pesar de lo contenta que estaba, era probable que muriese muy pronto.
Se lo mencionó a Mary al día siguiente y ella lo miró con una sonrisa muy extraña.
—¿Hay motivo para sonreírse? —preguntó él.
—¿Estaba yo sonriendo? —dijo ella—. Por Dios, no hay nada de qué sonreírse.
—Una hinchazón de ese tamaño —dijo él—. No puede ser un problema menor.
—Por completo de acuerdo —dijo ella—. Tendremos que vigilar y esperar. ¿Qué otra cosa podemos hacer?
—Estaba tan animada —se maravilló él—. Esa espantosa hinchazón no parecía preocuparla en absoluto.
—Como lo has dicho tan a menudo —le dijo Mary—, no se parecen a nosotros. Tienen menees muy primitivas. Tratan de sacar el mejor partido de todo. Consideran que no pueden nacer mucho de nada, al fin y al cabo, así que toman la vida tal como viene.
Se llevó a Mandarax a la cama. Ella y la peluda Akiko, que entonces sólo tenía diez años, eran las únicas entre los colonos que todavía encontraban divertido a Mandarax. Si no hubiera sido por ellas, el capitán, Selena o Hisako, ofendidos por los inútiles consejos y la estúpida sabiduría del aparato, o sus tediosos esfuerzos por mostrarse gracioso, lo habrían arrojado al mar hacía ya mucho tiempo.
El capitán, en verdad, se sentía personalmente insultado por Mandarax, que había traído a colación el poema sobre el ridículo capitán del Persiana de Rollo Galopante.
De modo que Mary pudo traer a colación un comentario respecto de la supuesta ignorancia de la mujer kanka-bona, que se sentía tan feliz a pesar del modo en que le crecía el vientre, a saber:
La más feliz de las vidas es la de la ignorancia,
antes del aprendizaje del dolor y del gozo.
Sófocles (496-406 a. C.)
Mary estaba jugando con él de un modo que yo, como ex compañero de sexo del capitán, tenía que considerar presuntuoso y malicioso. Si en vida hubiera sido mujer, quizá mis sentimientos habrían sido distintos. Quizá me hubiera complacido la manera en que Mary se burlaba secretamente del papel limitado que los machos desempeñaban en la reproducción en ese entonces. Eso no ha cambiado. Hay todavía esos grandes apéndices con los que se puede inyectar esperma viviente en el momento oportuno.
Por lo demás, la burla secreta de Mary estaba por volverse abierta y aviesa. Después de que nació Kamikaze, y el capitán se enteró de que era su hijo, balbuceó que Mary tendría que haberlo consultado.
A lo que Mary replicó: —Tú no tuviste que cargar a ese niño nueve meses y ayudarlo luego a abrirse camino trabajosamente entre tus piernas. No serías capaz de amamantarlo, aun cuando quisieras hacerlo, cosa que me resulta dudosa. Y nadie espera que ayudes a criarlo. Más aún: ¡es de esperar que no te metas en eso!
—Aun así...
—Oh, mí Dios —dijo ella—, si hubiéramos podido hacer un bebé con la escupida de una iguana marina, ¿no crees que lo hubiéramos hecho, sin siquiera molestar a Su Majestad?
12
Después de que ella le dijera eso al capitán, no hubo modo de que sus relaciones pudieran continuar como antes. Hace un millón de años había múltiples teorizaciones, propias de cerebros voluminosos, acerca de cómo evitar que las parejas humanas rompieran, y había habido cuando menos una posibilidad de que Mary hubiera seguido viviendo con el capitán un tiempo más, si lo hubiera querido. Podría haberle dicho que las mujeres kanka-bonas se habían apareado con leones de mar y focas. Él lo habría creído, no sólo porque tenía mala opinión cíe la moralidad de las mujeres, sino porque jamás hubiera sospechado que se había llevado a cabo una inseminación artificial. No lo habría considerado posible, aunque el procedimiento, de hecho, resultó un juego de niños, algo sumamente sencillo. Dijo Mandarax:
Algo existe que detesta las paredes.
Roben Frost (1874-1963)
A lo cual yo agrego:
Sí, pero algo existe también que adora, las membranas mucosas.
León Trotsky Trout (1946-1001986)
De modo que Mary podría haber salvado la relación con una mentira, aunque todavía habría que haber explicado los ojos azules de Kamikaze. Una persona de cada doce hoy, entre paréntesis, tiene los ojos azules y el pelo rubio rizado del capitán. A veces bromeo con estos especímenes diciendo: «Guten morgen, Herr von Kleist», o «Wie geht's Ihnen, Fraülein von Kleist?». Ese es poco más o menos todo el alemán que sé.
Hoy es más que suficiente.
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¿Debió Mary Hepburn haber salvado su relación con una mentira? Al cabo de todo este tiempo, la cuestión sigue siendo discutible. Nunca fueron una pareja ideal. Se unieron después de que Selena e Hisako formaran pareja y criaran a Akiko, y las mujeres kanka-bonas se trasladaran al otro lado del cráter para preservar la pureza de las creencias, actitudes y costumbres kanka-bonas.
Diré de paso que uno de los hábitos kanka-bonos era mantener sus nombres en secreto para todo aquel que no fuera kanka-bono. Yo tenía acceso a esos secretos, sin embargo, como a los secretos de todo el mundo, y no me parece que haga mal a nadie revelando que la primera en tener un hijo con el capitán fue Sinka; la segunda, Lor, la tercera, Lira; la cuarta, Dirno; la quinta, Nanno, y la sexta, Keel.