Después que Mary abandonó al capitán y se fabricó un dosel y una cama de plumas propia, le dijo a Akiko que no se sentía más sola que cuando vivía con él. Tenía del capitán varias quejas específicas, defectos que él mismo habría podido remediar si hubiera tenido interés en continuar la relación.
—Para mantener una relación, es necesario que ambas partes se esfuercen juntas —aconsejó a Akiko—. Si sólo una se esfuerza, es mejor olvidarlo. De nada vale, y al fin una lo echa todo a perder sintiéndose a la vez una estúpida. Tuve en un tiempo un matrimonio feliz, Akiko, y habría tenido un segundo matrimonio igualmente feliz, si Williard no hubiera muerto... de modo que sé cómo tienen que funcionar las cosas.
Enumeró los cuatro defectos más graves a los que el capitán habría podido poner remedio, sólo que no lo hizo, de la manera siguiente:
1. Cuando hablaba de lo que haría cuando los rescataran nunca la incluía en sus planes.
2. Se burlaba de Williard Flemming, aunque él sabía que la ofendía de veras, poniendo en duda que hubiera compuesto dos sinfonías o que supiera nada de los molinos de viento o aun de que fuera capaz de esquiar.
3. Se quejaba constantemente de los bips que emitía Mandarax cuando ella apretaba los diferentes botones, aunque apenas se escucharan, aunque él sabía cuánto le gustaba a ella instruirse, memorizar citas famosas, aprender nuevas lenguas, etcétera.
4. Antes preferiría morir asfixiado que decir «Te amo».
—Y éstos son sólo los cuatro principales —dijo. De modo que había no poco resentimiento contenido cuando Mary le habló al capitán de la escupida de la iguana marina.
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No considero que la ruptura haya sido trágica, pues no tenían hijos que dependieran de ellos, y la soledad no era insoportable para ninguno de los dos. Akiko los visitaba regularmente, y luego, cuando a Kamikaze le salió la barba, Akiko tuvo hijos peludos propios que criar.
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Las mujeres kanka-bonas no concedieron a Mary ningún privilegio, a pesar de que había hecho posible que tuvieran hijos. Ellas y sus hijos le tenían tanto miedo como al capitán, pues la creían capaz de hacer tanto mal como bien.
Y transcurrieron veinte años. Hisako y Selena se habían suicidado ocho años antes ahogándose en el mar. Akiko tenía ahora treinta y nueve matroniles años y era la madre de siete hijos peludos que había tenido de Kamikaze: dos varones y cinco niñas. Hablaba tres lenguas de manera fluida sin ayuda de Mandarax: inglés, japonés y kanka-bono. Los niños sólo hablaban kanka-bono, con excepción de dos palabras: abuelo y abuela. Así era como hacía que llamaran al capitán y a Mary Hepburn. Así era como ella misma los llamaba.
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Una mañana a las siete y media, el 9 de mayo de 2016 de acuerdo con *Mandarax, Akiko despertó a *Mary y le pidió que fuese a hacer las paces con el ""capitán; estaba tan enfermo que probablemente no pasara de ese día. Akiko había ido a visitarlo la noche antes; había enviado a sus hijos a casa y se había quedado para cuidarlo y velarlo, aunque no era mucho lo que podía hacer por él.
De modo que *Mary fue a ver al "capitán aunque ya no era ninguna pollita. Había cumplido ochenta años y estaba desdentada. Tenía doblada la espina dorsal, como un signo de interrogación, gracias a los estragos de la osteoporosis, según *Mandarax. No le hacía falta que *Mandarax le dijera que se trataba de osteoporosis. Antes de morir, los huesos de su madre y de su abuela se habían vuelto débiles como juncos a causa de la osteoporosis. He aquí otro defecto hereditario hoy desconocido. En cuanto al "capitán, *Mandarax sugirió educadamente que padecía la enfermedad de Alzheimer. El pobre viejo ya no podía cuidar de sí mismo y apenas sabía dónde se encontraba. Se habría muerto de hambre si Akiko no le hubiera llevado de comer cada día de un modo u otro, y no se hubiera preocupado de que tragara un poco. Tenia ochenta y seis años.
Dijo "Mandarax:
La última escena,
la que concluye esta extraña y azarosa historia,
es una segunda infancia y mero olvido
sin dientes, sin ojos, sin gusto, sin nada.
William Shakespeare (1564-1616)
De modo que *Mary, toda doblada, fue arrastrando los pies hasta el dosel de plumas del *capitán, que también había sido suyo. No había estado allí en veinte años. El dosel había sido renovado varias veces desde que ella se había ido, y también por supuesto las estacas de mangle que lo sostenían y la cama de plumas. Pero la arquitectura era la misma, con una vista abierta a través de los mangles hasta el agua, enmarcando el banco de arena en que el Persiana de Rollo Galopante se había ido a pique tanto tiempo atrás.
Lo que finalmente lo había arrastrado fuera del banco de arena era la acumulación de agua de lluvia y algas en la popa. El agua de mar se había filtrado a través del eje propulsor de una de las hélices. El barco se deslizó bajo las aguas durante la noche. Nadie en realidad lo vio iniciar este último tramo del «Crucero del Siglo para el Conocimiento de la Naturaleza», tres kilómetros directamente hacia abajo hasta la hoya de Davy Jones.
13
¡El banco de arena frente a la casa del *capitán era por cierto un sitio lúgubremente histórico! Me sorprendió que quisiera verlo todos los días. Fue por ese bulto a medias anegado por donde *Hisako Hiroguchi y la ciega *Selena MacIntosh, tomadas de la mano, habían bajado al agua buscando y encontrando juntas el túnel azul que conduce al Más Allá. *Selena tenía cuarenta y ocho años y era todavía fértil. *Hisako tenía cincuenta y seis, y hacía ya tiempo que no ovulaba.
Akiko se alteraba cada vez que veía el banco de arena. No podía evitar sentirse responsable del suicidio de las dos mujeres que la habían criado, aun cuando *Mandarax hubiera dicho que sin duda era la depresión de "Hisako, intratable, monopolar y posiblemente heredada, lo que las había matado a ambas.
Pero era un hecho que no podía escapársele a Akiko que *Hisako y *Selena se habían matado poco después de que ella se fuera a vivir por cuenta propia.
Tenía entonces veintidós años. Kamikaze no había alcanzado todavía la pubertad, de modo que no había contado en la decisión de Akiko. Simplemente estaba viviendo sola, y le gustaba. Había pasado ya la edad en que la mayoría de la gente deja volando el nido, y a mí me pareció bien que lo hiciera. Había visto cuánto le dolía que *Hisako y *Selena le hablaran en un lenguaje infantil mucho después de que ella se hubiera vuelto una mujer robusta y perfectamente capaz. Y, sin embargo, lo había soportado durante un tiempo terriblemente largo, pues agradecía de veras todo lo que habían hecho por ella mientras no había podido valérselas por sí misma.
El día que se marchó, todavía le cortaban la carne en trocitos, si podéis creerlo.
Durante un mes, a partir de entonces, continuaron reservándole un sitio en cada comida, con la carne ya cortada, y la arrullaban y la mimaban gentilmente aun cuando ella no estuviera allí.
Y de pronto, un buen día, la vida ya no valía la pena.
*Mary Hepburn, a pesar de todas sus dolencias, todavía se valía por sí misma cuando fue a ver al 'capitán moribundo. Todavía recolectaba y preparaba sus propios alimentos y mantenía su casa perfectamente limpia. El *capitán era una carga para la comunidad, es decir, una carga para Akiko. *Mary no lo era, por cierto. A menudo había dicho que si sintiera que estaba por convertirse en una carga para alguien, se metería en el agua como *Hisako y *Selena, e iría a encontrarse con su segundo marido en el suelo oceánico. El contraste entre los pies de *Mary y los del consentido *capitán era notable. Tenían, por cierto, historias muy distintas que contar.