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"Bueno, preste atención. Esto no puede salir mal. Totenhausen usa una instalación eléctrica trifásica. Eso significa que se necesitan tres cables electrificados para que funcionen la fábrica y los equipos.

Las torres que sostienen los cables consisten en dos postes de apoyo unidos en lo alto por travesaños. Un cable cargado pasa por los extremos de cada travesaño y un tercero por el centro. Para un sistema trifásico normal es suficiente. Pero Brandt no quiere que falte la corriente en su laboratorio ni por una hora. Junto a cada cable cargado corre un auxiliar. Éstos normalmente no llevan corriente, pero se activan cada vez que en la línea principal se produce un cortocircuito, sea por un relámpago, la caída de un árbol o…

– Un acto de sabotaje -completó Stern.

– Exactamente. Típica eficiencia alemana. Pero en este caso, la eficiencia será su perdición.

– ¿Por qué?

– Porque las garrafas estarán suspendidas de un cable auxiliar. Y allí esperarán a que usted llegue para lanzarlas cuesta abajo.

Stern asintió lentamente:

– ¿Qué pasa si se activan los cables auxiliares?

– Nada. Las garrafas y las barras de suspensión son de metal, pero el mecanismo rodante está debidamente aislado. Es como cuando un pajarito se posa en un cable eléctrico, Stern. Mientras no haga masa contra un poste o una rama, no le pasa nada. Todo el mecanismo es una obra maestra. Barnes Wallis diseñó el acople de la garrafa con el sistema rodante. Es el mismo que diseñó la bomba revientapresas y la bomba armario. Qué joder, es un genio.

Stern agitó la mano, impaciente:

– ¿Cómo echo a rodar las garrafas?

– Eso es lo más fácil de todo. Cuando usted llegue, cada rodante estará trabado por una chaveta de dos patas engrasada. Habrá una soga gruesa de caucho puro sujeta a cada chaveta. Da un tirón y listo. La fuerza de gravedad se encargará del resto.

– Parece fácil. Pero dígame una cosa. ¿Por qué no lo hacen los mismos que instalan las garrafas? Sería mucho más sencillo.

Smith lo miró con altivez:

– Porque son ingleses, muchacho. Creí que lo habías comprendido. Nuestros primos norteamericanos no aprueban la misión, y no puedo correr el riesgo de que sorprendan a los comandos británicos en flagrante delicto. Además, los que se ocuparán de eso saben mucho sobre el combate, pero muy poca química. Para eso necesitamos a McConnell sobre el terreno.

– Pero es norteamericano. ¿Y si lo capturan?

Smith vaciló:

– Ya hablaremos de eso.

Después de mirar al general durante medio minuto, Stern posó su índice sobre el croquis del campo, donde estaban señalados los voltajes del alambrado, las cuadras y sus ocupantes, las perreras, los depósitos de gas, un microcine y otras instalaciones.

– Esta información tan detallada no se puede obtener mediante el reconocimiento aéreo -dijo-. Sobre todo, los datos sobre ese comandante Schörner. Tiene un informante, ¿o me equivoco?

Smith no respondió.

– ¡Aja, un agente dentro del campo! ¿Cómo trasmite la información?

– Cosas del oficio, muchacho. Ustedes los del Haganá no son los únicos que conocen el juego clandestino.

– ¡Dios mío, es el mismo Schörner!

Smith rió:

– Qué bueno si así fuera, ¿no?

Stern volvió la vista al mapa:

– Cuando McConnell y yo entremos en el campo, ¿cómo sabremos si los SS están muertos?

– No lo sabrán hasta ponerse a tiro. Por eso les daremos uniformes alemanes.

Stern palideció:

– ¿Cómo?

– ¿No le atrae la idea, Standartenführer Stern?

– No me lo pondré.

– Como quiera. En serio. Pero atención: la orden sobre comandos firmada por Hitler en 1942 dice que los efectivos capturados durante una incursión comando, uniformados o de paisano, armados o no, serán ejecutados sobre el terreno. El Uniforme de las SS o las SD será su único medio para salir del paso si algo anda mal. Además, como alemán, usted puede hacerse pasar por uno de ellos.

– Lo pensaré -dijo Stern, sombrío-. ¿Cuánto tarda el gas en disiparse?

– No lo sé con certeza. Pero tienen los equipos de McConnell, así que no importa. Podrán entrar sin demora. Eso disminuye las probabilidades de que lleguen refuerzos de las SS antes de terminar la misión.

– ¿Qué haremos dentro del campo?

– Irán derecho a la fábrica. Lo primero es conseguir una muestra de Soman. McConnell sabe usar las microgarrafas y los acoples universales. Después, recorrerán la planta. Todo lo que él indique, usted lo fotografía. Se llevarán todos los protocolos y apuntes que encuentren. Después, robarán un vehículo alemán y enfilarán hacia la costa del Báltico. Allí encontrarán un bote de caucho inflable para llegar hasta el submarino de la Armada Real que los esperará frente a la costa.

Stern puso los codos sobre la mesa y miró a Smith a los ojos:

– ¿Un bote inflable? La costa del Báltico suele estar congelada en esta época del año. No me diga que no lo sabía.

– Claro que sí. Por eso nadie pensará que tratarán de escapar en bote. La balsa estará en la entrada de un canal de navegación que los rompehielos siempre mantienen despejado. Más adelante le daré todos los detalles.

La respuesta no tranquilizó a Stern.

– ¿Cómo llegaremos a Alemania?

– Vamos a Suecia por aire…

– ¿Quiénes vamos? McConnell y yo, ¿no?

– Y también yo. -Smith se inclinó sobre el escritorio. -Yo estaré apostado en la costa de Suecia a la espera de sus noticias. -El general no podía contener su entusiasmo. -No estamos hablando de un paseo por la campiña francesa para llevar vituallas a la Resistencia. ¡Es un golpe a las pelotas del alemán! Si esto sale bien, cambiaremos todo el curso de la guerra.

Stern escrutó la cara surcada de arrugas del general.

– ¿Saben sus superiores que volará sobre territorio ocupado? Si cae…

– Imposible. Tengo un transporte especial. No lo creerá hasta que lo vea. Desde Suecia, usted y McConnell irán a Alemania en un avión Moon. Es un monomotor de madera pintado de negro mate.

– ¿Un Lysander?

– Exactamente. Los dejarán al oeste de las colinas, con un poco de suerte sin que los vean u oigan en la aldea ni en el campo.

– ¿Alguien nos esperará?

– Sí, pero usted no lo conocerá hasta que llegue.

Stern parpadeó, suspicaz:

– ¿Santo y seña?

– El santo y seña para el arribo es Cruz Negra. También es el nombre de la misión. Es la palabra clave de los aliados para indicar los gases neurotóxicos. Para los alemanes no significa nada. Recibirá todo un conjunto de códigos antes de partir.